Pie Derecho

La inseguridad debe vacar a este gobierno

“El efecto de la inseguridad será como el de la pandemia. Afectará los ánimos del votante, harto de la situación y conducido a votar por opciones radicales autoritarias”

Estamos ante una segunda ola de criminalidad en el país. El número de ataques, extorsiones, sicariato, asaltos, etc., ha aumentado exponencialmente con el inicio del año. La diferencia respecto de la primera ola es que esta vez el gobierno ya no atina a hacer nada al respecto, rindiéndose frente al problema y dejando a los ciudadanos de a pie a merced del crimen.

Con anterioridad se decretaron inútiles estados de emergencia, se cayó en el populismo penal, se mostraron grandilocuentes gestos de inversión en el sector Interior, se plantearon reorganizaciones fallidas. Esta vez, ni eso, simplemente no hay respuesta alguna.

Mientras ello ocurre, la presidenta y el titular del Interior pierden su tiempo en frivolidades o en defenderse de las acusaciones en su contra, sin que les importe ya un pepino resolver un problema gravísimo, el mayor ataque a la seguridad nacional después del conflicto armado interno que nos enfrentó a Sendero Luminoso y el MRTA.

De por sí, ello debería bastar para que se declare la vacancia presidencial y el Congreso, aun desprestigiado como está, designe a alguien cuya única misión, además de convocar elecciones, sea afrontar con genuina preocupación el problema de la inseguridad, que nos está corroyendo la entraña ciudadana y que amenaza con distorsionar las elecciones del 2026.

El efecto de la inseguridad será como el de la pandemia. Afectará los ánimos del votante, harto de la situación y conducido a votar por opciones radicales autoritarias, así como la pandemia y el desnudamiento de la inoperancia del Estado llevó a votar por un candidato antisistema como Pedro Castillo.

Allí radica la principal responsabilidad de la mediocridad de este gobierno, seducido por los oropeles del poder, sin afán alguno por utilizarlo para mejorar la vida de los ciudadanos, y que va a dejarnos como herencia un país incendiado, desesperado, con la psicología electoral alterada, distorsionada al punto de que la moderación política será desbordada por esa situación psicosocial.

No es tarde para hacer algo. Este gobierno no lo va ni a intentar. El Congreso tiene en sus manos la posibilidad de romper esa inercia y buscar una solución, así sea solo a este problema.

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