Han abundado personas en las redes sociales que han abominado de la ceremonia de inauguración de las Olimpiadas de Paris, porque los organizadores tuvieron la idea de representar la diversidad multicultural, étnica y de género que identifica a las sociedades modernas.
“Degeneración de Occidente”, clamaban los ultras, convencidos de que la cultura occidental está al borde de la destrucción por la inserción de los valores liberales de la tolerancia y la libertad (¡qué paradoja!).
Me ha parecido maravilloso que Francia haya decidido incorporar en la escenografía musical, artística y representacional a todas las comunidades que representan muy bien a su nación. Población afro, trans, LGTBQ+, marginales, etc. En esa explosión sublime de libertad es que brilla con toda su potencia la vitalidad de Occidente, no, como estos reaccionarios piensan, el germen de su destrucción.
“Europa se va a volver islámica”, vociferan a la par, invocando la descristianización de Europa. Primero, es un mito que las estadísticas desmienten la supuesta hegemonía islámica en el continente. Son una minoría significativa. Segundo, la descristianización ya ocurre en Europa desde hace mucho, producto de la pérdida de predicamento de una iglesia católica desvencijada y acosada por una epidemia de acusaciones de pedofilia. Europa se ha secularizado en buena hora.
Occidente se está revitalizando con la explosión de multiculturalidad, igualdad de género, derechos civiles (matrimonio igualitario, aborto, luchas feministas, etc.). Está muy lejos de la decadencia que la grita conserva exalta.
Quienes quieren una Europa blanca, cristiana, conservadora, familiarmente heterosexual, son los que causarían la destrucción de Occidente. Occidente no se identifica con la cristiandad. Por el contrario, la modernidad surge cuando, desde Locke en adelante, se invoca la separación de la Iglesia del Estado.
Es la ultraderecha conservadora la amenaza que se cierne contra Europa y los Estados Unidos (de paso, también en países subdesarrollados como el nuestro). Los valores de libertad van por otro lado de sus pretensiones conservadoras y reaccionarias. La supervivencia del capitalismo liberal va de la mano con la atmósfera cultural moderna y libertaria que ayer ha sido representada cabalmente en una extraordinaria ceremonia de inauguración olímpica.