Eso es to, eso es to, eso es todo amigos!

En el panteón de la memoria animada de nuestra infancia, Porky Pig ocupa un lugar entrañable. Compararlo con Rafael López Aliaga no es una broma: es una afrenta.

En el panteón de la memoria animada de nuestra infancia, Porky Pig ocupa un lugar entrañable. Tímido, tartamudo, ingenuo, con una pajarita sin pantalones y un corazón noble que brillaba frente a los desplantes del Pato Lucas. Porky era la encarnación de la dulzura cómica, el amigo bonachón al que todo le salía mal pero que siempre lo intentaba de nuevo. Su famosa frase “Eso es to… eso es to… eso es todo, amigos” nos hacía sonreír incluso antes de saber deletrear.

Compararlo con Rafael López Aliaga no es una broma: es una afrenta. Un insulto gratuito a nuestra infancia y a la inocencia que representaban aquellos dibujos animados.

Porky no gritaba. No insultaba. No buscaba pleito con la prensa ni menospreciaba a nadie por no tener fortuna personal. López Aliaga, en cambio, ha hecho del maltrato su estilo: llamó “perros sinvergüenzas” a los periodistas críticos, tildó de “delincuentes” a políticos opositores y llegó a decir que a las pequeñas empresas que no pagan sus deudas “hay que cerrarlas como sea”, sin mediar diálogo ni escuchar razones. Agresividad no como error, sino como método.

Su paso por la alcaldía de Lima no deja precisamente un legado de progreso. A los problemas reales ha respondido con discursos, no con soluciones. La ciudad sigue atrapada en el tráfico, la inseguridad  y la falta de planificación, pero él ya prepara las maletas. Al parecer, dejará el cargo para postular a la presidencia. No sin antes, claro, repetir su famosa retirada: “Eso es todo, amigos”… solo que esta vez, se lo dice a Lima. Se va dejándola en crisis, con demandas y sin planes ni rumbo claro, porque ya puso la mira en otra latitud donde pueda seguir causando estropicios,  pero a nivel nacional.

Comparar a Porky con López Aliaga es como comparar a Bambi con un cazador furtivo. Es confundir la ternura con la prepotencia. La torpeza entrañable con la soberbia ofensiva. Es, en resumen, una falta de respeto.

Quizás eso sea todo por el momento, pero lo de «amigos» no se lo cree ni el verdadero Porky.

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