Keiko Fujimori, la lideresa de Fuerza Popular, aseguró que si se producían elecciones adelantadas, ella no iba a postular a las mismas. Se espera, ahora que ya se aprobó dicho adelanto, que cumpla con su palabra y permita que la centroderecha se consolide como una opción que sume los innegables activos del fujimorismo y no cargue con sus pasivos.
En la encuesta de setiembre de Ipsos, aparece ella en segundo lugar, después de Antauro Humala, pero en segunda vuelta, entre ambos, pierde la elección. Eso es lo que volvería a pasar si Keiko postula y por artilugios de una buena campaña en primera vuelta y la disgregación de la centroderecha, le alcanza con el 14% que ya obtiene en las encuestas para pasar a la lid definitoria y volver a reeditar el fiasco que la ha acompañado en las elecciones del 2011, 2016 y 2021.
En aras del triunfo de una opción de centroderecha liberal en las elecciones del 2024, que no solo libre al país de la eventualidad de una aventura socialista funesta para la democracia y la economía nacionales, sino que asegure, mediante reformas institucionales, inversión pública en salud, educación y seguridad (cosa en la que los gobiernos de transición post Fujimori se zurraron olímpicamente), que se consolide para siempre en el país la imposibilidad estructural de que una izquierda anquilosada y felizmente minoritaria vuelva a hacerse del poder, Keiko Fujimori y en general la dinastía de los Fujimori deben retirarse de la política.
El fujimorismo fue una respuesta social y política a una situación particular de los 90 que pudo resolver, pero no logró su maduración hacia la constitución de un gran partido de derecha o de centro liberales, sino que siguió aferrado a fórmulas conservadores, mercantilistas y autoritarias. A pesar de ello, el suyo hubiera sido un mejor gobierno que el de Castillo, pero tampoco es que hubiésemos arribado a un estado de gracia político, como el señalado líneas arriba, en cuanto a lo que se requiere para enrumbar el país por un mejor e irreversible destino.
Ya es hora de que la centroderecha peruana se libere del fujimorismo como referente político e ideológico, y empiece a encontrar fórmulas novedosas, disruptivas, modernas, liberales, como corresponden a un país como el Perú que ya ha logrado éxitos superlativos en materia de avances económicos en las últimas décadas y requiere dar un salto cualitativo pronto.