[OPINIÓN] Antes de entrar en la historia criolla, vale recordar Being There, la sátira de Jerzy Kosiński que Hal Ashby llevó al cine. Chance, un jardinero de mente simple criado entre plantas y un televisor, es expulsado del único hogar que conoce y lanzado a un mundo que interpreta literalmente. Su vocabulario se limita a estaciones y podas, pero una sociedad ansiosa de escuchar algo que suene sensato decide convertirlo en oráculo. La ingenuidad se toma por genialidad y el vacío por profundidad. Ese truco, contado con humor en la película, tiene su versión local.
Carlos Espá llega a la política como Chauncey Gardner llegó a Washington: tranquilo, sonriente y armado de frases simples que algunos elevan a revelación. Solo que Chauncey venía del jardín y Carlos parece recién salido de un retiro espiritual donde se redactan deseos que harían sonrojar a una Miss Universo. Le falta rematar con: “…y la paz mundial”.
Su plan de gobierno es una lista de deseos: crecimiento explosivo, seguridad total, empleo para todos, ciudades ordenadas y un país funcionando como reloj. Suena hermoso, casi navideño. El problema no es la intención, sino la realidad, que suele arruinar las fantasías mejor intencionadas.
Como Chauncey, habla en metáforas que algunos interpretan como iluminaciones. Pero detrás de esa frescura no hay un estratega oculto, sino un hombre simpático y claramente desbordado por un escenario político en el que la inocencia dura menos que un presidente peruano en Palacio de Gobierno..
Y aquí entra el paralelo inevitable. Mientras Carlos imagina un país perfecto, Porky ya nos vendió el tráiler de la película Misión Imposible: Lima potencia mundial. Prometió trenes, autopistas futuristas, seguridad y orden absoluto… y entregó una ciudad convertida en laboratorio mundial del caos. Hoy lo único que no ofrece es lo urgente: decir la verdad. Frente a ese historial de ficción convertida en desastre, el idealismo ingenuo de Carlos —aunque irreal— resulta casi un descanso.
Espá inspira ternura y hasta curiosidad sociológica. Pero el Perú no es un jardín zen; es un terreno pedregoso poblado de Gorritis, Vizcarras, Porkys, Velas, Carhuanchos, Pérez, Generación Z, minería ilegal y el tóxico cura Castillo. No basta “poner de nuestra parte”. Aquí se gobierna entre plagas, no entre margaritas.
Carlos sueña. Y sueña bonito. Pero su programa es más cuento que ruta. Una versión nacional de Being There, sin Peter Sellers… y sin jardín.
Y aun así —en esta feria de impostores— es “lo menos peor.”






