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estampas cusqueñas

Estampas Cusqueñas

Cusco, región de contrastes y que, a pesar de su suspicacia arraigada respecto de la “limeñidad”, es núcleo central de la identidad peruana y referencia obligada de peruanidad en el mundo. En esta crónica, estampas de varios viajes a una localidad entrañable e indesligable de nuestro bagaje cultural.

[MIGRANTE DE PASO] 12 años atrás. Paucartambo. A 100 kilómetros de la ciudad del Cusco. Encogido por las pequeñas puertas y techos bajos. La inminente trucha frita nos tenía desesperados luego de casi 2 horas de transitar en carro, a mí y a Julián, el chofer que me llevó. Tomábamos Inka Kola al tiempo para hacer menos onerosa la espera.

Conversábamos de Watoqto, un tambo incaico casi abandonado que visitamos, a pocos kilómetros antes de llegar a la ciudad. Estos encuentros abundan en todo Cusco. Te sorprendes por donde mires.

-¡A los años! -le dicen a Julián.

-¿Cómo vas, compadre? – respondió.

-Hola- digo y le extiendo la mano. El la miró por cinco segundos. Minutos para mí. Volteó. Se fue. Ni terminó la conversación con su amigo.

Mi brazo se quedó extendido.

-No le hagas caso- llegó la trucha y comimos en silencio. Las sensaciones ajenas quitan el hambre.

Estaba enfadado, como es natural. Excluido. Así se siente ser rechazado. Despreciado. Me veía como un extranjero en mi propio país. Lo era para esa persona.

Dejando ir la primera reacción hacia lo adverso, consideré cuántas veces él habrá sentido lo mismo y a niveles que me son imposibles de imaginar. Cuántos amigos y familiares suyos convencidos de que el cambio es imposible tendrá. Qué tanta furia habrá sentido. Con cuánta frecuencia. La frustración. Lo peor, probablemente, los golpes recibidos provinieron de quienes debían protegerlos: una estructura estatal fallida.

Solo por temor a identidades distintas, millones de peruanas y peruanos son víctimas de una de las prácticas más desagradables y peligrosas del ser humano: la exclusión. Es primordial tenerlo en mente. Y, así, evitar ceder a una postura por una anticipada reacción miedosa: con predisposición al ataque. Al parecer, lo tibio genera pánico. Sobre todo ahora, 12 años después, que la frustración común se hizo notar.

Paucartambo. Una vez al año, tiene los focos puestos sobre ella. Del 15 al 18 de julio se transforma la ciudad. Los miles de habitantes celebran. Entre carnavales, danzas folclóricas y devoción religiosa. Dedican la fiesta a la Virgen del Carmen. La mamacha Carmen, como le llaman, es su patrona. No pude ver a la ciudad con máscaras danzantes. Pero intentaba imaginarla a cada paso.

Festival de Paucartambo
Festival de Paucartambo

La ciudad de blanco y azul, se sentía vacía en noviembre. Al llegar a una iglesia pequeña una puerta de piedra destaca en el edificio. Me siento a observarla. El templo de Paucartambo es colonial, varias edificaciones de la comunidad lo son. Aproximadamente construida a fines del siglo XVI. Alberga muchos lienzos dedicados a la virgen y se deja ver, más grande que lo demás, a la mamacha que una vez al año transcurre las calles.

Virgen del Carmen
Virgen del Carmen

Seguí entre las angostas y desniveladas calles, tenían una belleza peculiar. Es un lugar que tienta a la escritura. Te pierdes en el hermoso rio que lo bordea. Una acogedora casa/hospedaje me alojó antes de mi regreso. El fantasma que caminó conmigo, seguía acechando: ¿Qué simboliza mi imagen? ¿Soy solo un blanquito limeño que viene a invadir? El tigre de la pesada colcha resguardó mi sueño.

Puente Carlos III. Colonial. Paucartambo
Puente Carlos III. Colonial. Paucartambo.

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El Mercado Central San Pedro. A 500 metros de la plaza de Armas. Al bajar por la empinada calle Desamparados, barrio donde viví dos meses, te reciben cientos de turistas, lugareños y vendedores. Vida pura. Un rústico techo ocupa casi toda la plaza del mismo nombre. Más de 800 puestos son cubiertos.

Patrimonio Cultural de la Humanidad (UNESCO). El Monasterio de Santa Clara, de 1550, comparte esquina con el mercado, fundado en 1925. La cotidianeidad comercial y la monumentalidad colonial combinaban perfecto en las mañanas.

Arrimándote entre la muchedumbre te reciben cientos de colores, tan llamativos que el mercado se volvía paisaje. Miles de frutas, prendas turquesas y rosadas, junto a puestos que encienden el apetito. Nunca había visto tantos colores juntos. Animan cualquier mañana y te hacen sentir parte.

Mercado
Mercado

Como todas las mañanas, disfrutaba de jugo fresco, compartido con abejas que algunas veces se sumergen en tu vaso. El puesto Clemencia, llamado así por el nombre de la dueña y cocinera, quien fue mi casera y amiga. A las 9 me despedía de San Pedro y me dirigía a trabajar cerca del aeropuerto. 25 minutos en taxi.

Un estudio del clima laboral. Eso era lo que hice esos dos meses. Cuando entraba a la oficina, sentía la misma sensación de ajenidad ya mencionada. Miradas de reojo y susurros que asustaban. Llantos, cuchilladas simbólicas por la espalda y cierta hostilidad resaltó en las entrevistas. Hasta me acusaron de que llegaba borracho por oler a tabaco.

Lo entendí, un limeño blanco viene a evaluar a personas de provincia. Lima significa padre ausente. Blanco, pituquito que cree ser más que uno. Peligro. Existe odio a la capital. Latente desde cientos de años. 100% comprensible. Por siglos han sido machacados por el poder limeño que los deja en la intemperie. Continué mi trabajo teniéndolo en mente.

Quien no comprenda eso, solo podría ser un idiota.

Tipon
Tipón.

Fin de semana. Rumbo a Tipón. Una de las maravillas escondidas en Cusco. No es visitado por muchos, cuando debería ser un destino imperdible. 27 kilómetros al sudeste. Por la carretera de Cusco a Puno. Un desvío que sube serpenteado y llega al Parque Arqueológico.

Un impecable santuario incaico que rinde tributo al agua, sagrada en su cultura. También es una de las obras de irrigación más grandes. Canaletas geométricamente perfectas llevan el agua entre andenes y se pierde el rastro al seguirlas. Echarse a disfrutar de sol en una de las terrazas te acerca a la poética arcaica de nuestro país.

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5260 enterrados por la pandemia en Cusco. Miles de personas regresaron a sus pueblos desde la ciudad histórica. Durante la primera mitad del 2020, el turismo extranjero y local disminuyó un 72%. El epicentro turístico del Perú fue azotado por el Covid 19, aun se notan rezagos.

Antes de la trágica pandemia, la estación de tren de Ollantaytambo rebalsaba de turistas comprando choclo con queso y tomando mate de coca mientras esperaban. Algunos bastante afectados por la altura.

Por una hora y media te transportan entre un valle de ceja de selva bordeando el rio. Finalmente llegas a Aguas Calientes. Una pequeña ciudad entre enormes montañas es el destino previo a Machu Picchu. Nuestra maravilla del mundo recibió menos de un tercio de visitantes cuando reabrió.

Cuando ves la imponente ciudadela incaica quedas paralizado. Solo puedes observar hasta volver a la realidad. Pero eso no es todo lo que Aguas Calientes tiene para mostrar. Siguiendo las vías de tren, tras un recorrido a pie tan bonito como peligroso, encuentras los Jardines de Mandor.

Túneles
Túneles.

Cuatro kilómetros de túneles que debe uno cruzar en total oscuridad. Los trenes pasando a centímetros del cuerpo apoyado en paredes filudas y mosquitos picando agresivos. Exagero, pero un par de veces pensé en la catástrofe.

Catarata de Mandor
Catarata de Mandor.

Te topas con un centro que contribuye a la preservación de la flora y fauna vulnerable. Los Jardines de Mandor eran un paraíso de exóticas flores e infinidad de mariposas. Al finalizar el recorrido llegas al tesoro del parque, su catarata.

Cusco podría ser la capital del Perú. Encuentras todo en ella. Puedes ir mil veces y siempre habrá algo nuevo. Dos meses de constante aprendizaje, de tomar conciencia y entender un poco más el funcionamiento de mi país. Gracias por todo, Cusco.

Tags:

Cusco, Jardines de Manor, Mercado Central San Pedro, Paucartambo, Tipón, Virgen del Carmen

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