Corrupción y justicia

“ Será una semana donde los protagonistas se referirán a los números de artículos, a los códigos y leyes, colmando la prensa y las redes sociales con un discurso jurídico, especializado, que tan sólo dominan sus protagonistas, algunas mujeres y muchos hombres abogados, jueces y fiscales. Son casos que tomarán años, y en los que se han jugado y jugarán destituciones, prisiones preventivas, amenazas, falsas informaciones y manipulaciones mediáticas.”

Es una semana intensamente judicial para el Perú. Ante años de expectativas, se dio inicio al juicio a Keiko Fujimori y los demás implicados en el Caso Cócteles.Poco meses antes salió su padre de prisión indultado y días antes, tras haber anunciado que sí sería candidato, se internó por un accidente en la cadera, de modo que no dará comentarios durante el comienzo de un largo proceso de testimonios y presentación de pruebas.

Las pruebas son más de 3,000 documentos y tomó años a los fiscales a cargo y su equipo conseguir que fueran admitidas. Los fiscales son pieza clave en un sistema judicial más aún en un país corrupto, pues son quienes dirigen la investigación criminal y realizan el proceso penal. En el Perú, quien los designa y inhabilita es la Junta Nacional de Justicia, encargada también de nombrar y sancionar jueces, jefes de la ONPE y el RENIEC. La Junta se creó como reemplazo de la Corte Nacional de la Magistratura que fue rechazada por la población debido a sus altos niveles de corrupción. Desde entonces, la congresista Patricia Chirinos ha tomado medidas para desestabilizar la Junta, para retirar integrantes, y retirar de su cargo a la Fiscal de la Nación. Cuando se consiguió que la Primera Sala Constitucional defendiera a los integrantes de la Junta, el Congreso parece actuar en acuerdo con el Tribunal Constitucional, pues uno de sus miembros ya ha señalado que el Congreso tiene permiso para denunciar con el poco sustento utilizado a una institución que merece el mayor respeto posible.  

Será una semana donde los protagonistas se referirán a los números de artículos, a los códigos y leyes, colmando la prensa y las redes sociales con un discurso jurídico, especializado, que tan sólo dominan sus protagonistas, algunas mujeres y muchos hombres abogados, jueces y fiscales. Son casos que toman años, en los que se han jugado y jugarán destituciones, prisiones preventivas, amenazas, falsas informaciones y manipulaciones mediáticas. La corrupción es en ese sentido una suerte de violencia intraducible, portadora de lenguajes duramente enrevesados que nadie quiere escuchar, que se evaden con tan sólo apagar el dispositivo más cercano. Su violento ruido evitativo produce una rabia que jamás será escuchada, que se nos queda dentro porque no vale (ni habrá) venganza o la vuelta de alguna tortilla que nos parezca justa. Sólo queda esperar. Esperar años.

Pero por ser violenta, que le apaguen el dispositivo la molesta. La indiferencia la enfurece (pues que sería de ella sin el otro que la reciba). Así que requiere atraerrápidamente interés. Esta semana en ese sentido, es también veloz. Rápidamente la prensa encontró el ladomás entretenido. Planificado o no por la organizacióndenunciada, lo cierto es que el ex esposo de Keiko Fujimori resultó el primer protagonista. Sus historias aparecen tanto en las páginas de espectáculos como en el espacio político. Un tránsito que le resulta conveniente, dado que su trabajo consiste en ofrecer pequeños gags protagonizados histriónicamente por él. Mientras tanto, el Congreso consigue que el Tribunal Constitucional reciba su apelación, y que algunos de sus integrantes anuncien públicamente que es el poder judicial el que se entromete, omitiendo que el fallo es de la Primera Sala Constitucional de Lima.

Debate jurídico o amores de acusado, son dos maneras de distraer el tema central: los delitos, crímenes y faltas cometidas para fortalecer la corrupción en el Perú. Toda nuestra solidaridad con los jueces y fiscales dispuestos a enfrentar el ruido y la furia de tremendo enemigo de nuestra sociedad. Son el poco espacio que nos queda para esperanzar.

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