A pesar de su similitud, estas capacidades tienen rasgos que las distinguen lo suficiente como para generar resultados distintos cuando se aplican en una estrategia empresarial o en el desempeño profesional
Aunque la eficiencia y la eficacia suenan similar y a veces se usan de forma equivalente, tienen distintos significados. Mientras que ser eficaz puede entenderse como aquel que cumple con los objetivos que se ha planteado dentro de los plazos esperados, el eficiente es el que cumple con sus tareas empleando la menor cantidad de recursos posibles.
En un artículo de Harvard Business Review, el teórico de la administración Peter Drucker distinguió ambos conceptos de la siguiente manera: “eficiencia es hacer bien las cosas, mientras que eficacia es hacer lo correcto”. A estas categorías sumó la efectividad, que puede interpretarse como “hacer bien las cosas correctas”.
Para un trabajador, ser eficiente vendría a ser administrar bien los recursos que tiene para completar las tareas que le encargan, por ejemplo, gestionar bien el tiempo del que dispone.
Ahora que la pandemia obliga a realizar teletrabajo, existen diferentes técnicas para aprovechar el tiempo al máximo. Por ejemplo, buscar herramientas para automatizar tareas repetitivas, enfocarse en periodos cortos de trabajo con pequeñas pausas para luego volver a trabajar y utilizar organizadores visuales sobre los proyectos que se tienen pendientes.
Cuando a pesar de ello no se consigue la efectividad, Barry Moltz, especialista en pequeños negocios, explica que detrás puede haber un problema de procrastinación.
“Las personas que eligen la eficacia sobre la eficiencia tienden a posponer las cosas. Por lo general, esperan hasta tenerlo todo perfectamente planeado y organizado hasta el más mínimo detalle antes de comenzar cualquier cosa”, advierte.
¿Cómo se aplica en empresas?
En el mundo de los negocios, la eficiencia forma parte de las metas de una empresa porque los recursos siempre serán escasos, pero hay ejecutivos que hacen de la eficiencia una condición prioritaria aplicando políticas de reducción de gastos, dejando de lado la efectividad.
Según el economista Michael Porter, la eficiencia operativa es una condición necesaria para la productividad, pero no es de ninguna manera suficiente. Porter considera que, si los gerentes dejan que la eficiencia operativa suplante a la estrategia, el resultado no beneficia a nadie y termina afectando la capacidad de todas las empresas para invertir con visión de largo plazo.
En cambio, al trabajar en función de la efectividad, existe más espacio para arriesgar, una condición que sí es necesaria para las estrategias de largo plazo como la innovación. En el caso de nuevos productos, procesos o modelos de negocio que quieran lanzarse al mercado, un primer intento quizás no sea eficiente, pero sí eficaz.
Por ello, toda organización podría tener un desempeño que es eficiente en algunos aspectos, sin ser eficaz, y viceversa. La situación ideal sería poder ser eficaces y eficientes a la vez.