La batalla de la Constitución del 93 se va ganando, aunque digan lo contrario, algunas encuestadoras que hacen preguntas teledirigidas. La mayoría no quiere un cambio radical de Constitución, sino parciales y sobre aspectos que no tienen que ver con el modelo económico.
La derecha e, inclusive, el centro liberal, deberían dejarse de niñerías ideológicas y construir su propia narrativa épica sobre los éxitos ostensibles de ese texto constitucional, y no andarse en remilgos tontos porque fuera creada y promulgada durante el fujimorato. Es una buena Constitución y en algunos aspectos notable. El Congreso Constituyente Democrático hizo una una extraordinaria labor.
La Constitución de 1993 es uno de los documentos más importantes de la historia moderna del Perú. Su promulgación significó un hito en la lucha por la democracia y el estado de derecho, después de años de violencia y crisis política en el país.
Desde entonces, la derecha peruana ha sostenido que la Constitución del 93 es un documento que ha garantizado la estabilidad política y económica del país. En particular, ha enfatizado su enfoque en la economía de mercado y la propiedad privada como pilares fundamentales del desarrollo. Las cifras de crecimiento económico, reducción de la pobreza y de las desigualdades la amparan con holgura
Sin embargo, para la izquierda, la Constitución del 93 es criticada por ser una carta magna que ha favorecido a los intereses de las élites económicas, limitando los derechos y libertades de las personas más vulnerables de la sociedad.
Para construir una narrativa sólida sobre la Constitución del 93, la derecha peruana debe enfatizar el papel que ha tenido en la estabilización del país y el desarrollo económico. En este sentido, debe destacar la importancia de las reformas económicas impulsadas en los años 90, que permitieron la apertura de la economía peruana al mercado internacional y la atracción de inversiones extranjeras.
Finalmente, la narrativa de la derecha sobre la Constitución del 93 debe enfatizar que la defensa de los derechos y libertades individuales, como la propiedad privada y la libertad económica, son fundamentales para garantizar un país próspero y desarrollado. De nada servirá que el centro o la derecha ganen campañas si no ganan previamente el debate ideológico, que les permita luego gobernar con masa crítica social favorable a su proceder gubernativo.