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Monólogo de Hernando de Soto comiendo panetón en bata

I’m tired of this campaign, darling. Really tired. Me pasé el 25 de diciembre en mi cama haciendo Cisco Webex con mi equipo de campaña (Zoom es para cholos, ugh). “Let me sleep”, les decía, pero ellos me gritaban “quítate la bata, Hernando, que así no podemos capturar pantalla”.

Obviously, no me la quité. Y con la misma bata me reuní el 31 de diciembre con un par de niños albinos. Cuando los vi sentaditos en la sala me enternecí.

—Welcome to Perú, dear kids. Where are you from? Switzerland? I studied in Genève, did you know?

—Somos sus candidatos al Congreso, señor De Soto.

Cómo sospecharlo, darling. Uno parecía Stuart Little y tenía un escudo del Perú tatuado en el cachete. “Es por campaña”, me dijo. La otra parecía Ivanka Trump con insolación.

—¿Qué desean, muchachos? —les pregunté acomodándome la bata.

—Solo queremos mirarlo y adorarlo, señor De Soto. Usted es nuestra Margaret Thatcher.

Enrojecí.

El Perú no era tan ingrato, after all.

Valió la pena el maltrato, los rechazos de Alfredo Barnechea, dormir en el sillón de Roque Benavides: por fin me daban el trato que merezco. De la emoción les regalé unos adornos huaqueados que tengo detrás del sillón.

Then came January 1st. I was alone y en bata, of course, eating my pavo relleno con mi panetón D’Onofrio a escondidas, detrás de una palmera. ¿Te imaginas que la prensa me viera comiendo panetón con mantequilla? Pensarían que soy peruano.

Anyway, estaba quitando las frutas confitadas −that horror− cuando recibí la llamada mágica, la única llamada que me levanta el ánimo. La única llamada que espero.

Aparte de la de Keiko, claro.

—Alfred Barnechea, my darling! Happy new year! Dime que vendrás a casa para echarte cotillón.

—Gordo de mierda, ya me contaron.

—What?

—Que vas a salir mañana con una mujer en Somos.

—Ugh, darling, ¿Somos? ¿Yo, en una revista frívola para señoras pitucas que no tienen nada mejor que hacer los sábados por la mañana?

—¡Por supuesto!

—Sí, es cierto, darling. Allí estaré.

—Gordo, no puede ser.

—What, Alfred, what? Nosotros no tenemos nada de qué hablar. Yo te canté Hawái de vacaciones y me colgaste, mis felicitaciones.

—Lo tuyo es traición, Hernando. ¿No éramos Batman y Robin? ¿Jesse y James? ¿Chuiman y Machucao?

—We were, Alfred, we were, pero cada que te busqué me tiraste arroz. Me has tratado como una mierda, Alfred. I’m sorry but I had to move on.

—¿Quién te va a creer, gordo? No jodas. Además, ¿quién es esa chica, ah?

—She’s my girlfriend, Alfredo, y tenemos nueve años de relación.

—No seas pendejo, gordo. Cómo estáras de solo que vives en bata comiendo panetón todo el día.

—¡Alfredo, no te lo permito! —guardé mi Donofrio.

—Nadie te va a creer, gordo, nadie. Y no, no quiero que me eches cotillón. Hasta nunca.

***

But they believed me. El sábado me llegó una lluvia de mensajes: qué guardadito te lo tenías, Hernando; me encanta que sea una pituca homofóbica, Hernando; me alegro que hayas superado la muerte de tu gato, Hernando. Yo los leía echado feliz en mi jardín, con la bata abierta y con mi Marito al lado, my beautiful chihuahua.

Así estuve hasta las cinco de la tarde, darling: echado calato en mi jardín como un teletubbie leyendo Somos una y otra vez. Then I stood up, caminé 4 kilómetros hasta mi sala y allí estaban de nuevo los niños albinos.

—Dear kids, what are you doing here?

—Estamos aquí desde las nueve de la mañana, señor De Soto —dijo Stuart Little, que estaba vestido como danzante de tijeras para parecer peruano—. Solo quería decirle que leí Somos hoy y lo admiro y quiero ser como usted.

—Thank you, Stuart. What about you, girl?

—Me encantó. Yo soy liberal en lo económico pero odio a los maricones —me dijo Ivanka insolada—. O sea, sí, “El Otro Sendero” me pareció inédito, pero ahora que sé que le gustan las mujeres estoy más aliviada.

—That’s nice, you little nazi. By the way, ¿tú eres hija de…?

—Sí, él es mi papa.

—And what about him? ¿Sigue con la cadera dislocada por…?

—…por bailar technocumbia el 2000, sí. Cada que pisa un escalón suena “crack”.

—What a shame, darling, what a shame. Send him my regards. Tu papá tiene el apellido materno más regio de todo el Perú. Hold on, hold on: Stuart Little, ¿estás llorando? ¿Qué por qué no digo nada de tus apellidos? No, Stuart, no llores: you look fine, pero tienes apellido de cantante criollo. I don’t know why. Ven, toma, recoge tu tijera.

***

The Albino Kids made the campaign a little bit funnier on Sunday morning. Yo les mandé a hacer encuestas falsas en Excel y las armaron encantados: aquí está su encuesta, señor De Soto; le puse 86% de intención de voto en Puno, señor De Soto; perdón por dejarlo en ridículo, no me dí cuenta que todo sumaba 102%, señor De Soto. También pasearon a Marito y hasta me llevaron mi último panetón a escondidas (“¿Está seguro que quiere un D’Onofrio, señor De Soto? ¿No querrá un Antica o un Bonifanti, algo mejorcito?”. Hijos de puta. “No, no, déjenlo, es para mi jardinero, of course. Pero no le digan a nadie, chicos: es una sorpresa”).

But, as I told you, I’m tired of this campaign, darling. Quisiera seguir en bata, pero mi equipo no me deja: tiene que vestirse, señor De Soto, no puede salir así en la tele. Empiezo a entender el sufrimiento de my Alfred cuando me llamaba llorando a decirme que ya no quería volver a Sicuani, que estaba harto de comer choclo, que quería que sea 11 de abril para volver a su cama.

On Monday I was in my garden alimentando a mi puma cuando uno de mis subordinados me llamó: señor De Soto, no se olvide que hoy tiene un debate sobre ciencia con otros candidatos.

—¿Quién lo organiza, darling? ¿Science magazine, The Lancet, National Geographic?

—El señor Modesto Montoya.

—Ugh, I’m tired of this campaign.

—Es a las 6 de la tarde, señor De Soto. Por favor, no llegue tarde. Es solo conectarse por Zoom.

—Please, subordinate, leave me alone que estoy jugando con mi puma.

—En su biblioteca le dejamos tres fólderes con apuntes para el debate, señor De Soto. ¡Y no salga en bata, señor De Soto! Le dejamos un terno con corbata para…

—Ugh, shut up!

Colgué. Me despedí de mi puma y caminé 3.8 kilómetros hasta mi sala. Qué paz. It was empty. I was alone again. The Albino Kids habían dejado el panetón D’Onofrío con un post it fucsia: para su jardinero. No había moros en la costa: abrí la bolsa y empecé a comérmerlo with my own hands y a echarle mantequilla con los dedos. I looked at my watch: 11 am. Still early. I turned on the TV y puse something nice para pasar el rato, the best movie para la primera semana de enero: Bridget Jones’s Diary.

Después de 79 años de frustraciones I was happy at last, darling. Maybe this was life: me, a solas, echado en bata en mi alfombra mirando el diario de Bridget Jones mientras le unto mantequilla a mi panetón D’Onofrio. No worries. No pretentions. Qué importa que nunca sea Nobel. Qué importa que no me llame David Remnick. Qué importa que solo me busque Beto Ortiz. Who cares. Maybe I’m peruvian after all. Maybe si le quito las frutas confitadas… maybe si Hugh Grant no… maybe si…

I woke up at night.

El panetón al lado.

La bata mal puesta.

Arriba mío, The Albino Kids.

—¡Señor De Soto, el debate! —gritaba Ivanka insolada, llorando— ¡Despierte, por favor!

—What time is it, darling?

—¡Las 7:10, señor De Soto! ¡Hasta Antauro ha hablado y usted no!

—Ugh.

I stood up. Me cerré la bata –“sorry, kids”– y fui a encender my Macbook.

—¡Señor De Soto, no puede salir así!

—¿Cómo así, Stuart Little?

—En bata.

He was right. Se quitó su polo y me lo dio.

—Why is it yellow, darling? It looks old and rusty.

—Era negro, señor Hernando, pero su puma nos persiguió por el jardín y en el ajetro me cayó lejía.

—¿Ya leyó sus apuntes señor De Soto? -nuevamente Ivanka.

—¿Qué apuntes, darling?

—Los que dejaron en su biblioteca.

—Yo no necesito apuntes, honey.

En mi pantalla aparecieron 15 personas, the horror, pero allí estaban my Cillóniz −dumb but cute− and my old friend Roque. So I just said they were right and Verónika was wrong and Peru is a failed state and I’m a scientist, too, because I invested in blockchains and I hate Johnny Lescano (or it was Yohny? Anyway, tiene nombre de mozo y Alfred lo odia también) and that property rights and investment and Elon Musk and la minería and then Stuart Little me pasó una lámina plastificada donde dibujé el proceso de producción del panetón D’Onofrio y se lo mostré a todos diciendo que eran 21 maneras distintas de invertir. Muchas gracias, buenas noches.

Miré al lado y allí estaban The Albino Kids, con lágrimas en los ojos: qué maravilla, señor De Soto; valió la pena que nos persiga su puma, señor De Soto; deberían llamarlo a The Crown para hacer de Margaret Thatcher, señor De Soto. Me paré y los abracé, thank you kids, I know I’m great.

Miré mi jardín a través de la ventana.

Quizá la campaña no estaba tan mal, después de todo.

Quizá sí puedo ser presidente.

Suddendly, un Whatsapp.

“hasta las huevas lo que dijiste, gordo dormilón”.

It was Alfred.

“What’s the matter with you, Alfred?”.

“llegas una hora tarde y te pones a florear a la gente, gordo mentiroso. seguro te quedaste dormido en tu alfombra tragando panetón”.

“Te voy a bloquear, Barnechea”.

“bloquéame pe gordo pero yo no soy Somos: yo sé todas tus mentiras, jajajaj jjajajja JAJAJAJAJA”

Y un emoji de payaso.

I was shocked. Había logrado algo insospechado: que Alfred tenga deseos de venganza. Y apenas es 4 de enero. ¿Cómo afrontaré lo que sigue? ¿Dejaré de usar mi bata? ¿Qué será de mí?

I’m tired of this campaign, darling. I can’t take this anymore.

But then, one of the Albino Kids touched my shoulder.

—Señor De Soto, ¿quiere que le traigamos otro panetón?

—Mi jardinero no…

—Sabemos que es para usted, señor De Soto, pero podemos guardar el secreto…

I looked at them: young, nice, warm. My own Hitler Youth.

—…ese secreto y otros más.

“Do what you want, Alfredo Barnechea” le respondí esa noche. “Maybe ya tengo tu reemplazo. Maybe I don’t need you anymore”.

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Carlos León Moya

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