[PIE DERECHO] La izquierda peruana atraviesa un proceso de regresión que, más que un simple viraje ideológico, parece una renuncia a las lecciones más elementales de nuestra historia reciente y de la experiencia latinoamericana.

Durante las dos últimas décadas, existió la posibilidad de que los sectores progresistas nativos aprendieran de ejemplos virtuosos, como los de Chile o Uruguay, donde la izquierda supo conciliar reformas sociales con respeto irrestricto a la democracia y a la economía de mercado. Sin embargo, lo que observamos hoy en el Perú es lo contrario: un retorno a los peores vicios populistas y autoritarios que arruinaron a países como Venezuela o Nicaragua.

La candidatura de Alfonso López Chau podría representar una excepción alentadora. Académico con formación técnica y espíritu dialogante, intenta construir un espacio que reconcilie las demandas sociales con una visión moderna de desarrollo económico. Pero su fracaso en forjar alianzas y dar viabilidad política a su proyecto lo ha relegado a la marginalidad. Su voz amenaza con perderse en medio del ruido de discursos incendiarios, promesas inviables y retóricas de odio que poco o nada tienen que ver con un proyecto serio de país.

El resto de la izquierda parece complacerse en la repetición de fórmulas fracasadas: estatismo, clientelismo, desprecio por la inversión privada, retórica antiempresarial y una peligrosa indulgencia frente a modelos claramente dictatoriales. Esa fascinación por el autoritarismo disfrazado de “revolución” no solo empobrece el debate político, sino que pone en riesgo la institucionalidad democrática.

Que la izquierda peruana se empecine en imitar a Caracas o Managua en lugar de aprender de Montevideo o Santiago constituye una pésima noticia. Significa que el país, en su frágil democracia, carece de una opción progresista razonable, capaz de equilibrar justicia social con modernización económica.

El Perú queda atrapado, una vez más, entre una derecha mercantilista y achorada, y una izquierda que coquetea con el totalitarismo. Y en ese callejón sin salida, quienes terminan perdiendo son siempre los ciudadanos, condenados a elegir entre males mayores, resignados a la mediocridad de sus dirigentes.

-La del estribo: Estupendo el último libro de Fernando Ampuero, Marea Alta. Erudito, divertido, pedagógico. Invita a leer o releer libros, a conocer o reconocer autores, a ver o revisitar películas. Así nomás, ya me hizo sacar de la estantería un par de libros y pedirle a mi proveedor favorito todas las películas de Fellini para volverlas a ver con una mirada más sapiente, gracias a una crónica del excelente libro que recomiendo. Otra: ¡muy recomendable la obra teatral Buenas personas, dirigida por Juan Carlos Fisher, con Jimena Lindo, Paul Martin, Milene Vásquez, Gabriela Velásquez y otros! ¡Va en el ICPNA de Miraflores! Entradas en Joinnus.

 

[PIE DERECHO] Desde hace más de cuarenta años me reconozco, sin titubeos ni disimulos, en el campo de la derecha liberal. No de la izquierda, que ha probado en tantas ocasiones su capacidad para arruinar al país con dogmas trasnochados y políticas estatistas que conducen a la ruina económica y a la servidumbre política. Tampoco de la extrema derecha, esa derecha bruta y achorada, conservadora, mercantilista y autoritaria, que en nombre de valores que en realidad no practica defiende privilegios y clientelas, confundiendo el orden con el abuso y la libertad con la prepotencia.

Mi voto, de cara a las elecciones del 2026, será por un candidato liberal auténtico, convencido de que el progreso solo es posible en una democracia abierta, con instituciones sólidas, economía de mercado y respeto irrestricto a los derechos individuales. ¿Quién será ese candidato? No lo sé aún. Dependerá de las encuestas en los últimos días previos a la elección. Votaré por aquel que tenga más posibilidades de pasar a la segunda vuelta y derrotar tanto a la izquierda como a la ultraderecha, porque de nada sirve sostener un ideal si se traduce en un gesto testimonial sin eficacia política.

Sueño con que ese voto liberal, pragmático y responsable, sea la semilla de un ciclo histórico distinto: dos gobiernos consecutivos de derecha moderna que, sin complejos ni nostalgias, se propongan y logren rescatar al Perú de la crisis social, económica y política que lo asfixia. Gobiernos que entiendan que la libertad no es un lujo para las élites, sino la condición indispensable para que los más pobres puedan prosperar.

Ese es mi compromiso ciudadano: apostar, como lo he hecho durante cuatro décadas, por el único camino que garantiza dignidad y progreso. El del liberalismo democrático, abierto al mundo, enemigo de los dogmas y del autoritarismo, y dispuesto a dar la batalla contra quienes, desde la izquierda o desde la derecha cavernaria, pretenden condenarnos a repetir la misma historia de fracasos.

La del estribo: Entrañable la obra Cenizas, dirigida por Alberto Isola, con la dramaturgia de Eduardo Adrianzén, y las soberbias actuaciones del gran Pepe Bárcenas, Irene Eyzaguirre y Álvaro Pajares. Va en el Británico solo hasta el lunes 29! Y ya con entradas para ver Un huracán nos había azotado, de la genial Massiel Arregui, con la dirección de Lita Baluarte y las actuaciones de María Rubio y Elsa Olivero. Va en la Sala Quilla, de Barranco. La temporada es corta, va hasta el 5 de octubre! Las dos obras se venden por Joinnus.

 

[REPORTAFUR]  Ya lo intentó dos veces desde la Sunat, primero tratando de destituir a Jean Ferrari y luego intentando imponer un nuevo administrador.
Lo sabemos todo. Y vamos a contarlo a partir de hoy en esta nuestra serie LA JUGADA DE NICANOR.

[PIE DERECHO] La reciente reforma del sistema pensionario constituye un reiterado atropello contra la libertad individual y una afrenta al sentido común. Se nos dice, con el paternalismo propio de los burócratas, que se busca garantizar el futuro de los trabajadores. Pero la realidad es otra: lo que se pretende es consolidar un mecanismo de succión sistemática del esfuerzo de millones de peruanos para engordar las arcas de un puñado de grupos de poder financiero.

La prohibición de los retiros, en un país donde el desempleo acecha y la informalidad abruma a más de la mitad de la población, equivale a condenar al trabajador a la impotencia. Ese dinero, fruto de su sudor, no podrá ser usado para resolver urgencias inmediatas, ni siquiera cuando su vida dependa de ello. El Estado, ese Leviatán que se reviste de protector, ha decidido que sabe mejor que los propios ciudadanos qué hacer con sus ahorros.

Más grave aún es la incorporación forzosa de los trabajadores independientes. Aquellos que han elegido no depender de patrones ni oficinas se ven ahora encadenados a un sistema mercantilista que jamás pidieron. La libertad de trabajar por cuenta propia debería ser inseparable de la libertad de administrar los ingresos. Pero el fujimorismo, fiel a su instinto autoritario y su vocación mercantil, ha preferido consagrar la obligatoriedad como dogma.

El sistema de aportes obligatorios, lejos de ser una tabla de salvación para la vejez, es en el Perú una maquinaria de extracción. Los rendimientos se reducen a migajas frente a las ganancias astronómicas de quienes administran los fondos. Lo que se presenta como un beneficio social no es más que la perpetuación de un negocio privado disfrazado de política pública.

La verdadera reforma debería ser la libertad: permitir al trabajador decidir si quiere ahorrar en una AFP, en un banco, en su propia casa o debajo del colchón. Cualquier otro camino, como el que hoy se impone, no es más que la confirmación de esa vieja enfermedad peruana: creer que la libertad del ciudadano es un lujo prescindible cuando se trata de proteger intereses creados.

El único sistema de pensiones justo será aquel que se base en la libertad del ciudadano de poder decidir si invierte en una AFP o en la ONP para su pensión jubilatoria o si decide no hacerlo e invertir más bien en la educación, salud o patrimonio de su familia, como mejor seguro para la vejez. Es imperativa la derogación de esta norma. ¡Ojalá crezca la protesta!

La del estribo: imperdible El rincón de los muertos, dirigida por Sebastián Rubio y Yanira Dávila. Va en el Centro Cultural de la PUCP y las entradas se venden en Joinnus o en la web del propio CCPUCP. Una obra testimonial sobre diversos momentos históricos de Ayacucho, desde la Independencia hasta la coyuntura actual. Y cuenta con el galardón de que el Mincul no ha querido reconocerla como obra cultural.

 

[PIE DERECHO] La derecha se comporta como una aristocracia decadente: distraída, ensimismada en sus peleas internas, convencida de que su turno es un derecho natural. No ve que el país hierve de rabia contra los mismos de siempre, contra los que controlan el poder, contra quienes prometen orden y solo entregan privilegios. Allí, en esa indignación, es donde la izquierda radical pesca con facilidad.

El riesgo no es hipotético. Es inminente. Mientras los candidatos de derecha se devoran entre sí, como hemos visto estos últimos días, un outsider antisistema irrumpirá con un discurso feroz, emocional, de revancha. Y ese mensaje, aunque irracional, conectará con la furia de las mayorías.

Si la derecha política sigue anestesiada por encuestas engañosas, y los poderes fácticos de la sociedad civil (empresarios, medios, líderes de opinión) no se activan en la línea correcta, el despertar será demasiado tarde, cuando ya nos encontremos en segunda vuelta a un adversario extremista o, lo que sería peor, dejando la suerte del país en manos de dos radicales, a falta de uno, que no dudarán en dinamitar lo que queda en pie del sistema destruyendo lo mucho o poco de democracia y de economía de mercado que se ha logrado construir en las últimas décadas. No es una advertencia ligera: es la crónica de un desastre anunciado.

La del estribo: ¡Qué hermosa novela corta La perla, de John Steinbeck! Con ésta, la segunda entrega del escritor norteamericano luego de la magistral Las uvas de la ira, en el club del libro de Alonso Cueto. Y dos recomendaciones cinemeras: Polvo serán, de Carlos Marqués-Marcet. Como siempre, con su proveedor favorito. Y Higuest 2 Lowest, de Spike Lee, con la actuación de Denzel Washington, en Apple y también con su proveedor de confianza.

SUMILLA: “Mientras los candidatos de derecha se devoran entre sí, como hemos visto estos últimos días, un outsider antisistema irrumpirá con un discurso feroz”

 

[PIE DERECHO] Un informe publicado por Sudaca revela que la PNP estaría impulsando –contra viento y marea– la contratación de un servicio para proteger la red privada de datos, gestión de seguridad y acceso a internet de toda la infraestructura policial a nivel nacional (CP-SM-2-2025-DIRECFIN-PNP-1), direccionando bases del concurso para que gane la empresa Bitel. Esto pondría en riesgo información confidencial que, a su vez, pondría las investigaciones en curso a merced de las organizaciones criminales que nuestros servicios de inteligencia policial combaten.

Resulta extraño, por cierto, que las entidades que fiscalizan este tipo de contrataciones guarden un silencio cómplice respecto a un evidente sobrecosto en el servicio. El pago mensual que realiza la PNP al actual proveedor (Bitel), que contrató en forma directa por desabastecimiento, supera los 10 millones soles. El servicio del proveedor anterior apenas superaba los 4 millones de soles por mes. No existió ninguna mejora tecnológica ni logística que lo justifique.

La modalidad de direccionamiento en esta contratación 2025 repite el mismo recurso de la contratación directa 2024. Un estudio de mercado que deja de lado a Telefónica del Perú (inhabilitada) y a Claro (no respondiendo sus consultas técnicas), y poniendo a una empresa de fachada (Global Fiber) que claramente no cumpliría los requisitos de ciberseguridad exigidos, quedando Bitel como único postor habilitado. Una simulación de competencia que no existe. Pero nadie dice nada al respecto. Nuestras fuentes revelan que existen manos oscuras moviendo los mismos hilos en el Ministerio de Educación y en Corpac, temas que seguiremos investigando.

¿Por qué las instancias de control interno de la PNP no dicen nada? ¿Por qué la Oficina de Control Institucional y la Dirección de Tecnología guardan silencio tras meses de advertencias? ¿Por qué la Contraloría no interviene ni actúa? El gobierno debe tomar cartas en el asunto de inmediato y detener un proceso que tendría claros vicios de origen.

Los grandes afectados siempre serán los ciudadanos. No podemos permitir que el erario asuma el pago de estos sobrecostos, y mucho menos que la seguridad de nuestros datos de inteligencia esté a merced de las organizaciones criminales. Detengamos este proceso de contratación cuanto antes, y evitemos una situación de vulnerabilidad que promueva más filtraciones de información confidencial. Los funcionarios que resulten involucrados deberán recibir todo el peso de la ley por conductas que lindan con una criminalidad de Estado. La seguridad ciudadana no se negocia.

[PIE DERECHO] En Bolivia acaba de ocurrir un hecho que debería encender las alarmas en el Perú. Un outsider que apenas registraba un modesto 7% en las encuestas semanas atrás, terminó ganando la primera vuelta, capitalizando el desconcierto y la fatiga de un electorado que había perdido la fe en los partidos tradicionales y, sobre todo, en la izquierda gobernante.

El dato no es menor: en Bolivia, poco antes de las elecciones, un 30% de los votantes se declaraba indeciso. En el Perú, ese porcentaje es todavía más dramático: llega al 50%. La mitad del electorado no sabe aún a quién entregar su voto, y eso constituye un terreno fértil para una sorpresa de magnitudes históricas.

Pero mientras en Bolivia el rechazo se volcó contra la izquierda oficialista, aquí en el Perú será la derecha gobernante la que pagará la factura. Porque Dina Boluarte, aunque llegó de la mano de Pedro Castillo, ya no es percibida como una prolongación de él ni de Vladimir Cerrón. Su gobierno, marcado por la represión, la ineficacia y el sometimiento a un Congreso corrupto, ha quedado asociado en el imaginario popular a la derecha más cínica y mercantilista: la de Keiko Fujimori, la de César Acuña, la de los grupos que usufructúan de la desgracia nacional con descaro y sin pudor.

Es esa derecha, autoritaria y oportunista, la que el pueblo siente como responsable del desastre. De allí que la reacción, cuando llegue, no será tibia ni matizada: será un rechazo frontal, visceral, de consecuencias imprevisibles. Así como en Bolivia emergió un outsider que canalizó la rabia ciudadana, en el Perú podría irrumpir una figura inesperada, alimentada por la indignación contra Boluarte y quienes hoy se reparten el poder como si fuera un botín.

Estamos, pues, frente a un escenario que preludia lo inesperado. La historia latinoamericana enseña que cuando el pueblo se siente traicionado y sin salida, se aferra al primer caudillo que encarne su frustración y su esperanza. Y en el Perú, hoy, esa marea de indecisos parece aguardar la chispa que active el incendio político que, tarde o temprano, consumirá este orden decadente.

 

[PIE DERECHO] Donde la figura de la memoria está aislada y la justicia se convierte en rehén de las circunstancias, las leyes no son más que un ardid que el poder utiliza para imponerse sobre la ciudadanía. Lo que acaba de suceder con la reciente amnistía aprobada por el Ejecutivo para militares y policías que cometieron violaciones de derechos humanos durante el conflicto armado interno es una norma que empeora las cicatrices, no las sana; no reconcilia, sino que mantiene abierto el abismo entre los heridos y sus agresores.

Como es obvio, no se trata de juzgar a los combatientes que respetaron la ley contra el terrorismo con la misma vara que a aquellos que se convirtieron en verdugos. El primer grupo merece respeto y agradecimiento por haber defendido, en medio de uno de nuestros momentos más nefastos en la historia, la democracia. Los segundos, sin embargo, son una mancha sin remedio.

Con esta medida, el régimen de Dina Boluarte —cada vez más bañado de ilegitimidad— ha consagrado una de sus páginas más oscuras en una corta historia. Ha hecho estallar uno de los bastiones de la República bajo el pretexto de «cerrar capítulos» y «pacificar el país»: el Estado de Derecho. Porque eso acontece cuando la ley se pervierte para beneficiar a un pequeño grupo.

Al hacerlo, menosprecian a las víctimas, sus familias y prácticamente a toda la sociedad. La verdad y la justicia estarán ausentes, y la memoria de todas las personas que sufrieron languidecerá en un rincón desagradable donde el poder prefiere no recordar. Es la santificación de la impunidad. Sin embargo, eventualmente, la historia paga sus deudas y el hecho de que hubo un gobierno dispuesto a intercambiar justicia por conveniencia política resonará a través de la posteridad.

El perdón es una virtud. La amnistía, en general, ataca a la democracia. Y eso es uno de los delitos más graves que un régimen puede cometer.

 

[PIE DERECHO] La derecha peruana, siempre tan convencida de que la razón, la historia e incluso la providencia la respaldan, ha vuelto a caer en el error que la ha condenado durante décadas: el individualismo suicida.

Los principales candidatos de la derecha y centro-derecha, los que lideran las encuestas, tras semanas de rumores, conversaciones discretas y algunos intentos de acercamiento, han terminado confirmando lo que ya era un secreto a voces: vencido el plazo anoche, irán a la contienda sin pacto, sin una lista única, sin siquiera un gesto de grandeza que ponga lo común por encima de la vanidad personal.

En lugar de un frente sólido o dos o tres bloques capaces de disputar efectivamente el poder, tendremos un zoológico político donde pululan mini candidatos, cada uno convencido de su gracia profética, cada uno afilando su lengua para insultar a su vecino ideológico. El espectáculo ya ha comenzado: ataques mutuos, insinuaciones maliciosas, disputas sobre quién, en definitiva, representa a la derecha de la derecha. Es el preludio de una campaña fratricida en la que, como en aquellas viejas guerras civiles de repúblicas caudillistas, se matarán entre sí para dejar el camino libre al adversario.

Porque la izquierda, a diferencia de sus rivales, ha aprendido la lección. No es que esté unida por afinidad doctrinal –sus diferencias son, en algunos casos, abismales– sino por la convicción práctica de que el poder se conquista y se retiene con disciplina. Mientras la derecha se enreda en sus disputas laberínticas, la izquierda se acerca en varios bloques, sin que se desangre por hemorragias internas, con el ojo acerado puesto en el objetivo esencial.

La próxima votación amenaza con ser una repetición de la historia: un mosaico de candidaturas de derecha que se neutralizan entre sí, perdiendo la oportunidad de ofrecer al país una alternativa clara y competitiva. No será la primera vez que la derecha peruana confunde la política con un torneo de egos y termina pagando un precio que, lamentablemente, no solo pagan ellos, sino todo el pueblo.

La del estribo: notable el libro El loco de Dios en el fin del mundo, del escritor español Javier Cercas, que discurre alrededor de un viaje del papa Francisco a Mongolia y al que invita al autor de Soldados de Salamina y Anatomía de un instante, entre otros, de una valiosa producción literaria.

 

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