Francisco Tafur

Cada vez los años son mas cortos

"En fin, me sentí viejo. Hasta ahora suelto sonrisas al pensarlo. Bueno, en todo caso, soy un joven viejo que aún se ríe de cosas tontas. Cuando mi abuela lea esto, seguramente dirá que qué me he creído, si apenas soy un niño. Niño o no, ahora tengo responsabilidades que por un lado me abruman y por otro me motivan."

Regresaba manejando a las 11 p.m., un viernes cualquiera, y me crucé con un grupo de amigos. Un par en bicicleta y otro en skate. Lo primero que pensé fue: cómo me gustaría tener esa edad de nuevo. Me reí de lo viejo que soné al pensarlo. Estaban felices, caminando sin preocupaciones. Yo también estaba contento, pero regresaba temprano a dormir porque tenía que trabajar al día siguiente.

Y eso que tengo la suerte de haber encontrado un trabajo que me entretiene. No puedo imaginar lo que debe ser estar atrapado, por circunstancias ajenas, en algo que odias. Al final, lo que se tiene que hacer, se hace, pero entre eso y sentirse realmente satisfecho hay una brecha. Yo tuve suerte. Estar agradecido es lo mínimo que puedo hacer.

En fin, me sentí viejo. Hasta ahora suelto sonrisas al pensarlo. Bueno, en todo caso, soy un joven viejo que aún se ríe de cosas tontas. Cuando mi abuela lea esto, seguramente dirá que qué me he creído, si apenas soy un niño. Niño o no, ahora tengo responsabilidades que por un lado me abruman y por otro me motivan. Siendo honesto, pocas veces me he sentido realmente motivado en mi vida. No lo digo con tristeza, simplemente es parte de mi personalidad. Eso no significa que no haya disfrutado casi todos los momentos; de los que no, probablemente algo aprendí.

Más de una vez, conversando con mis tíos, tías y amigas de mi abuela, los he escuchado hablar de esa muchachita o la chiquilla. Siempre resulta ser alguien de cuarenta y tantos, o más. Ya me acostumbré, pero al comienzo pensaba que hablaban de alguien de mi edad. Si me pongo a pensar que recién voy por un tercio de mi vida, no está tan mal. El otro día mi madre me dijo que me estaban saliendo canas. Felizmente, todo parece indicar que me quedaré calvo antes de ser canoso. Igual, la idea no me agrada del todo. Me duele la espalda baja. ¿Cómo será tener 50? Seguro te duele hasta el dedo meñique.

Mi tío siempre dice que envejecer es una mierda, que le pasa de todo. Mi otro tío dice que se siente viejo desde cuando era más joven que yo. Creo que me estoy inclinando más hacia el segundo. Y pensar que ellos, al igual que mis padres, son unos niños para mi abuela. Casi un siglo de vida y ella sigue tan calmada, con la mente aguda. Se ha visto todas las series de Netflix, ve noticias en su iPhone, usa WhatsApp y le gana a todos jugando cartas. Eso me hace pensar que, cuando llegue a la vejez, tal vez no sea tan malo. Mis problemas de hoy son pequeñeces en comparación con lo que se puede vivir en tanto tiempo.

Francisco Tafur

Ahora, no creo que todo viejo sea un sabio. Me pregunto si esa nostalgia por la infancia se mantiene el resto de la vida. Es algo que no me gustaría olvidar. Sin embargo, constantemente olvido cosas: nombres de personas de mi promoción del colegio que ya no tienen cara, profesores, uno que otro amigo no tan cercano. Tal vez es porque veo pésimo. Yo creo que le pasa a todos. En todas las ciudades que he estado últimamente me han dicho «señor». Creo que estoy asumiendo la adultez un poco tarde.

Cuando tenía doce años, pasaba varios fines de semana jugando fútbol en un parque detrás de República de Panamá. Era un lugar que sentía mío. Un gran amigo vivía cerca, así que muchas veces la pasábamos ahí, donde el tiempo se sentía infinito. Un día apareció un policía con una metralleta. Nunca había visto una de cerca. Nos acercamos con curiosidad. Se veía grande, pesada, llena de detalles que no entendía. Me pregunté cómo se sentiría sostener algo así. Le pregunté si podía tocarla. Me dijo que no. Igual lo hice. Apenas rocé el metal frío con mi mano. Mis amigos se rieron y el policía solo me miró serio.

Después seguimos jugando, pero no podía dejar de pensar en la metralleta. ¿Por qué la traía? ¿Alguna vez la había disparado? ¿Sería más fuerte que una pistola? En mi cabeza, la ciudad estaba llena de historias que no conocía. Años después, volví a ese mismo parque, pero la historia fue distinta. Me asaltaron con una pistola. Todo pasó rápido. No hubo tiempo para preguntas ni curiosidad, solo miedo.

Cuando todo terminó, me quedé un rato en el mismo parque, tratando de entender lo que había pasado. Miré alrededor y ya no se sentía igual. Me di cuenta de que la ciudad que exploraba de niño seguía ahí, pero yo ya no la veía de la misma forma.

Efectivamente, todos esos lugares que de niño parecían otro mundo han perdido un poco de su factor sorpresa. Pero también hay nuevas cosas y lugares por descubrir. Es imposible experimentarlo todo en una sola vida. Ya llegará el día en que llame chiquillo a alguien de 50, o eso espero. Lo único que puedo hacer es entrenar y cuidarme para llegar bien. Envejecer es todo un conflicto, sobre todo si quieres mantener el núcleo de lo que eres. Por muchos años más y por esos recuerdos que parecen de otras vidas.

Mas artículos del autor:

"Es ahora o nunca"
"Como aprendiz del sinsentido"
"Un oso en el edificio"
x