¿Tener éxito o tener la razón?

“¡Marta, pásame el destornillador!” y Marta le alcanza el martillo…

Bastante molesto e irritado José le reclama a Marta: “¿Es que tú no sabes escuchar? Yo te pedí el destornillador”. Y ella contestará: “¡No, José!, tú me pediste el martillo. ¡Clarito escuche cuando dijiste martillo!”.

“¡Qué no! Te pedí el destornillador”, insistirá José.

Entonces, la discusión se pondrá peor. Cuando cada uno, por defender su posición, traiga temas que nada tienen que ver con la situación.

¿Será posible un desenlace distinto? ¿Será posible lograr un resultado diferente? Veamos la misma historia con una actitud y enfoque nuevo. Uno en el que nuestro foco se oriente a conseguir el resultado y no en ver quién está equivocado o quién tiene la razón.

“¡Marta me pasas el destornillador!”. Y Marta trae el martillo.  Aquí es donde todo puede ser distinto.

José puede decidir tener la razón. Él dijo lo que dijo y nunca se equivoca.  Es decir, la del problema es Marta porque no escucha, porque siempre piensa en cualquier cosa y quién sabe qué más podría inventarse. Por este camino, ya sabemos el resultado y el destino.  O puede estar realmente comprometido con el resultado y la relación, de tal manera que esos objetivos sean más importantes que “tener la razón” y abrir posibilidades a obtener el resultado que se desea: Que Marta traiga el destornillador.

Entonces la situación puede ser la siguiente:

“¡Gracias Marta! Es posible que no me haya dejado entender, o me haya equivocado o quizás no lo haya dicho claramente. Pero lo que necesito es el destornillador para colocar el tornillo ¿Me podrías traer uno?”. Simple y sencillo.

Solo se necesita abrirnos a la posibilidad de que lo sucedido pudo haber sido nuestra responsabilidad.

Si depende de mí que Marta entienda, puedo volver a probar, generar claridad y lograr mi resultado. Pero si la otra persona es “el problema”, ya no tenemos posibilidades porque depende de ella o él y no podemos hacer nada al respecto. En ese caso mis resultados están supeditados a otra persona y esto en muchos casos agrava la situación porque nos genera frustración.

Cuantas veces en nuestro día a día nuestro compromiso es mayor con “tener la razón” que con los resultados que queremos (sin estar consientes).

Esto está basado en nuestras creencias o paradigmas. Muchos de los cuales ni siquiera son nuestros, porque en muchos casos, son aprendidos durante nuestro crecimiento o son asignados por la cultura o sociedad, adoptándolos como propios.

Decimos querer lograr “A” pero logramos “B”, y preferimos encontrar todas las evidencias, excusas y problemas externos por lo que no logramos “A”, en vez de enfocarnos en seguir buscando la manera de lograr “A”. Y lo más importante, no queremos hacernos cargo o aceptar que si dices querer “A” pero constantemente obtienes “B”, la realidad es que inconscientemente tu compromiso realmente es “B”. Por eso muchas veces no vemos o encontramos otras posibilidades.

Imagínate ir a algún lugar y por ‘X’ razón no se puede transitar por el camino habitual.  En ese caso, podemos molestarnos, gritar, pensar en toda la genealogía del alcalde de turno. Y sí, es cierto, tenemos todo el derecho a estar molestos, que es injusto, que pagamos nuestros impuestos, etc. Y sí, tenemos razón. Pero queremos estar claros que todo eso no hará que lleguemos a tiempo.  Que distinto sería si la actitud y el pensamiento estuviesen comprometidos con llegar a tiempo más que con tener la razón; de que eso no debería estar sucediendo, que es injusto, etc.  Simplemente buscaríamos otro camino. Porque en el fondo, no importa cuánto gritemos, nos molestemos o irritemos, la situación no va a cambiar.

Otra forma en la que muchas veces preferimos tener la razón versus tener éxito es cuando decimos: “Es que yo soy así”. En realidad, no lo eres. Actúas de una u otra manera, pero no lo eres. Es una conducta aprendida. Puedes revisar un artículo que escribí -hace una semana- que se llama “El poder de las palabras”, donde hablo un poco más profundo del tema; y próximamente publicaré un artículo en donde veremos con mayor profundidad la diferencia entre “ser” y “actuar”.

Debemos cambiar el foco de tener la razón y actuar como una “víctima” de la situación o de una persona, para pasar a verme como el autor y creador de mis resultados. Comprometerme con ellos de tal manera que lo que tenga presente es cómo los puedo obtener y no las excusas, pretextos o inventos de por qué “yo no puedo”.

¿Qué resultados podrías obtener en tú vida si momento a momento te comprometes a enfocarte en los caminos hacia tus resultados, y no en las razones por las que no los puedes tener?

Disfruta el camino al éxito.

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Empresa, éxito, Liderazgo

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