Juan Carlos Tafur

Guerra civil en el gobierno

“El problema para Cerrón es que vivimos en una república y no en una dictadura de partido”.

Los rumores de un cambio de gabinete son claros indicativos de que la alianza Castillo-Cerrón empieza a resquebrajarse. Hay sectores crecientes dentro del oficialismo que no ven con buenos ojos la influencia del exgobernador de Junín y presionan para que el Presidente dé un golpe de timón y cambie de rumbo.

Así, los congresistas del magisterio -desplazados por Waldemar Cerrón de la vocería de la bancada-, Dina Boluarte, primera vicepresidenta, con juego propio moderado en el Ejecutivo, los sectores tecnocráticos de los aliados Juntos por el Perú y Nuevo Perú, el grupo “Los Nadies”, que encabeza la congresista Betsy Chávez, son, entre otros, factores de contención de las pretensiones controlistas de Cerrón.

Vladimir Cerrón parte de una concepción leninista clásica, por la cual el partido es el poder, y el gobierno es solo una proyección de ese poder real (no es casualidad que en Cuba o en la Unión Soviética a quienes elegían secretarios generales del Partido Comunista fuesen de inmediato jefes de gobierno).

Es por esa razón que el cacique de Junín se siente con pleno derecho a cogobernar. Él cree que el partido es la representación del pueblo y que, por ende, Castillo debe subordinarse a sus deseos. Cualquier disidencia a ese pensamiento es traición, ya ha escrito en las redes sociales.

El problema para Cerrón es que vivimos en una república y no en una dictadura de partido, y en esa medida los poderes institucionales superan largamente los de una agrupación tan precaria, además, como Perú Libre. Castillo, empoderado con el cargo, ya debe haber entendido que las riendas del poder las tiene él y no Cerrón.

¿Esta aparente disputa puede ser una simple estratagema para ablandar a los congresistas díscolos que aún dudan de darle el voto de confianza al gabinete Bellido? Puede ser, claro, pero los indicios más razonables apuntan a que está germinando una real diferencia en la cúpula del poder, que ojalá derive en una reconducción del gobierno por rutas más moderadas que las maximalistas propuestas por Cerrón y sus allegados.

Todas las encuestas coinciden: desaprueban al gobierno de Castillo, rechazan al gabinete Bellido y cuestionan abrumadoramente la presencia de Cerrón. El Primer Mandatario tiene que entender que seguir los dictados radicales de Cerrón, que conducen a una Asamblea Constituyente para refundar socialistamente al Perú, chocan con la realidad mayoritaria del pueblo peruano y con el establishment político vigente en el Congreso.

Por ese camino solo va a una confrontación desgastante y que pone en riesgo, inclusive, su permanencia en el cargo por cinco años.

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Dina Boluarte, Pedro Castillo, Vladimir Cerrón

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