Entre 1914 y 1920, la Tierra vio desgarrados sus cimientos por la desolación y el terror debido a dos acontecimientos: Por un lado, la Primera Guerra Mundial, que asoló prácticamente todo el continente europeo y a países de ultramar como Japón y los EE.UU. Y, por otro, la pandemia conocida hoy como “la gripe española” que acabó, entre 1918 y 1920, con la vida de casi 100 millones de personas en los cinco continentes.
En esos años, un compositor inglés -una rara avis dentro del vasto universo de la música clásica dominado por alemanes, italianos, rusos, franceses y países de Europa Oriental- se abstrajo de todo y se fue al espacio exterior, materializando en épicas orquestales una realidad totalmente ajena a lo que ocurría en el planeta, casi como un intento de escapar de estos desastres que, ya sea por la eterna ambición humana por acumular poder o por la aparición de un virus letal (como lo que nos está ocurriendo hoy con el COVID-19), amenazaban con exterminar a nuestra especie.
Gustav Theodore von Holst (posteriormente se haría llamar simplemente Gustav Holst, 1874-1934), un compositor y profesor de música que tuvo que abandonar el piano y cambiarlo por el trombón debido a una condición médica que afectaba la movilidad de su mano derecha, escribió entre 1914 y 1916 la Suite The Planets Op. 32, a los cuarenta años de edad, animado por el interés que había desarrollado en la astrología de la mano de uno de sus mejores amigos, el escritor y dramaturgo Clifford Bax.
Inicialmente pensado como un dueto para piano, pasó poco tiempo antes de que el ambicioso proyecto se convirtiera en sinfónico. Actualmente, Los Planetas de Holst es una de las suites orquestales más famosas e interpretadas de la música instrumental contemporánea, aunque alguna vez su autor manifestó que la popularidad que alcanzó opacaba otros de sus trabajos, que él consideraba de mayor calidad.
The Planets tiene siete movimientos, cada uno de ellos nombrado a partir de los planetas del sistema solar. Como el concepto de esta obra es astrológico -y no astronómico- la Tierra no estuvo incluida, pues la intención de Holst era dar vida y personalidad musical a las relaciones e influencias que ejerce cada astro sobre la psiquis del ser humano. En ese sentido, el Sol y la Luna podrían también haber formado parte de la suite, pero eso habría afectado el título de la misma.
En el caso de Plutón, su ausencia se debe a que fue descubierto en 1930, doce años después del estreno de la suite y, posteriormente a eso, Holst no manifestó interés alguno en componer un movimiento más sobre el planeta nuevo. Como todos sabemos, en el año 2006 la Asociación Internacional de Astronomía «degradó» a Plutón, que dejó de ser el noveno planeta para convertirse en un planeta enano, lo cual deja intacta la intención original del autor.
Cada uno de los planetas de Holst tiene un subtítulo, que describe tanto su significado astrológico como su carácter divino, según la tradición de la antigua Roma. Así, el orden de los movimientos es como sigue:
1.- Mars: The bringer of war (Marte: El portador de la guerra)
2.- Venus: The bringer of peace (Venus: El portador de la paz)
3.- Mercury: The winged messenger (Mercurio: El mensajero alado)
4.- Jupiter: The bringer of jollity (Júpiter: El portador de la alegría)
5.- Saturn: The bringer of old age (Saturno: El portador de la vejez)
6.- Uranus: The magician (Urano: El mago)
7.- Neptune: The mystic (Neptuno: El místico)
La instrumentación de la suite está fuertemente dominada por metales, vientos y percusiones, además de las volátiles atmósferas creadas por los ensambles de cuerdas de una sinfónica elemental. Las melodías reflejan de manera muy clara la naturaleza de cada cuerpo celeste, en lo que podríamos llamar una cartografía astrológica en partituras. Mientras Marte, Júpiter y Saturno son impresionantes, enérgicas y fuertes; Mercurio, Urano y Neptuno son enigmáticas, misteriosas y oscuras. La más apacible, Venus, reposa sobre los clarinetes y violines en envolventes formas.
Holst, amante de la poesía norteamericana y de las óperas de Wagner, fue el primer compositor sinfónico en dirigir el escapismo musical hacia el espacio exterior, décadas antes de que aparecieran las películas que recreaban galaxias lejanas, contactos extraterrestres y naves espaciales, en una inteligente y sobrecogedora combinación de astrología, música y mitología.
La suite The Planets de Gustav Holst, quien falleció en 1934, a los 59 años, de un ataque al corazón, es la primera composición musical de ciencia ficción, subgénero que actualmente no puede ser desligado de la cinematografía fantástica.
De hecho, John Williams escribió The Imperial March, una de las piezas más conocidas del soundtrack de la trilogía original de Star Wars (la música que identifica al oscuro y malévolo Darth Vader en The Empire strikes back, de 1980) basándose en el primer movimiento de la obra maestra de Holst, dedicado al planeta rojo, Marte. En el canal de YouTube del guitarrista y productor Rick Beato hay un video en el que explica, con detalle, las similitudes entre ambas composiciones, muy útil para entender el uso de fuertes melodías e intervalos para crear efectos sonoros grandilocuentes con la sección de metales sinfónicos (trompetas, trombones, tubas).
Este pasaje inicial de The Planets también fue usado por una de las bandas pioneras del rock progresivo, King Crimson. En su segunda placa discográfica, titulada In the wake of Poseidon (1970), figura un tema llamado The devil’s triangle –en sí mismo una minisuite de tres secciones-, de sonido cargado y caótico, cuya inspiración proviene de Mars: The bringer of war. Como saben muy bien los fanáticos acérrimos del Rey Carmesí, la primera encarnación de este grupo británico solía tocar un arreglo especial de Mars, en sus conciertos de 1969, como dejaron constancia en la recopilación de cuatro CDs Epitaph, lanzada al mercado en 1997. Tiempos en que las referencias de los músicos de rock iban más allá de lo que se podría esperar de una expresión artística popular y rebelde.
A más de 100 años de su estreno, The Planets posee una vigencia y fortaleza estremecedoras.