Ojalá se logren algunos acuerdos, se fortalezcan un par de candidaturas potables y seamos espectadores en las siguientes elecciones presidenciales, de una segunda vuelta como la del 2016, entre dos candidatos de derecha, que aseguren, esta vez sin las torpezas irresponsables y deleznables de PPK y de Keiko, un lustro de reformas liberales, promercado, con un trabajo –producto del aprendizaje de los últimos treinta años- intensivo en la provisión de servicios básicos estatales, tales como educación, salud, seguridad ciudadana y justicia.
Si ello se logra y la población hace suya la percepción de que ese es el camino que el Perú necesita y que beneficia, sobre todo, a los más pobres, la posibilidad de que se repita el fenómeno al cabo de cinco años es alta. Y diez años de regímenes liberales cambiarían el país de modo definitivo y, estamos seguros, alejarían ya para siempre, la tentación antisistema y populista de un sector importante de la población que, con razón, se ha sentido marginada de los éxitos macroeconómicos de las últimas décadas.