No es un “golpe blando” lo que se propone. No estamos ante un escenario de “lawfare” o judicialización de la política para desprenderse de los adversarios, como enajenadamente sostienen algunos voceros políticos y mediáticos de la izquierda, hipotecados a la tentación del poder cercano o cegados por su odio a la derecha.
Lo que tenemos al frente es un desafío de profilaxis moral del poder palaciego y legislativo para iniciar un proceso de reconstitución democrática, no con los mismos de siempre, sino con nuevos liderazgos, que ya asoman, y que prometen una mejoría sustantiva del proscenio político peruano, tan deteriorado por la izquierda, centro y derecha corruptas que nos han gobernado los últimos lustros.