Enrique Dussel: apunte sobre la teoría decolonial

“Para Dussel, los europeos acaban de llegar y estamos en situación de optar, sin más, por la opción de adherirnos a lo que fuimos hace quinientos años rechazando de un plumazo lo que somos en la actualidad: no se puede”

Recientemente he leído algunos textos de Enrique Dussel, y visto algunas de sus conferencias sobre su tema predilecto: la descolonización o el giro decolonial. Dussel es un filósofo brillante y en estas líneas solo pasaremos revista por sus propuestas más difundidas buscando establecer un diálogo y sumar algunos aportes relativos a ciertos temas fundamentales que Dussel parece pasar por alto al estructurar su armazón teórico.

Un primer elemento a considerar es aquella vieja consigna de Antonio Gramsci, relativa al intelectual orgánico, a aquel que no separa su quehacer intelectual de sus utopías políticas. Dussel fue uno de aquellos hombres y mujeres que, en nuestros tiempos de mercado y consumo, comienzan a escasear en nuestro horizonte filosófico e intelectual.

Dussel parte de la premisa de que dos de las siete civilizaciones fundamentales de la antigüedad son americanas: la Mesoamericana y la Inca. Estas últimas fueron sometidas por el Occidente Europeo desde la llegada de Cristóbal Colón en adelante. Desde entonces fuimos europeizados a la fuerza y colonizados inclusive mental y filosóficamente.

Nuestra propia intelectualidad piensa en términos occidentales, se estructura epistemológicamente así y, por consiguiente, el conocimiento que producimos en América Latina es también un producto o subproducto occidental , sencillamente porque no sabemos siquiera pensar en términos autóctonos, y porque, inclusive los académicos que defienden la teoría decolonial, han sido formados en centros especializados cuyos programas de enseñanza son básicamente occidentales.

Dussel pone como ejemplo, la división de la Historia Universal en Antigua, Media, Moderna y Contemporánea. Por un lado, es ya una verdad de Perogrullo, más aún tras la posmodernidad y el estallido de los grandes metarrelatos, que esta subdivisión del tiempo, le corresponde solo a Europa, o refleja una mirada eurocéntrica del desarrollo de la historia humana. En tal sentido, es positivamente cierto que si vamos a pretender establecer una periodización histórica desde y para América Latina requerimos otro esquema, pues el referido, sencillamente, no es el nuestro, aunque interactuamos con él desde el periodo denominado La Modernidad (1453 – 1789) y aún más desde el periodo denominado contemporáneo (1789 hasta la actualidad), incluidas las revoluciones industrial y científica.

Dussel va más allá y extiende su observación a la ciencia y la tecnología respecto de las cuales considera que los latinoamericanos estamos absolutamente colonizados por no rescatar los saberes ancestrales que aún cultivan nuestros pueblos originarios. También en este aspecto, resultaríamos meros copistas de occidente sin la menor capacidad de desarrollar un conocimiento científico y tecnológico original. En tal sentido, descolonizarse implicaría ver las cosas desde la propia América Latina sacudiéndose del colonialismo mental impuesto por occidente y del cual, hasta el día de hoy, somos tributarios.

Las tesis de Dussel me parecen aceptables hasta cierto punto. Estoy de acuerdo en que no tiene sentido enseñar en nuestras escuelas, donde aún se enseña historia pues no sucede en todos los casos, que los cuatro periodos de la Historia Universal se denominan Antigua, Media, Moderna y Contemporánea. Una revisión de la narrativa histórica parece urgente pues, a pesar de la fragmentación de los discursos y su cada vez más marcada relativización, seguimos reproduciendo un esquema de la historia que, básicamente, nos descentra, no nos corresponde como región.

Donde las tesis de Dussel me parecen más discutibles es en el parteaguas que establece desde la llegada de Cristóbal Colón, cuyo derribo de estatuas promociona sin ambages, en adelante. En efecto Colón trajo la conquista, la colonización, el despojo, así como la entronización de una cultura dominante que se mantiene estructuralmente hasta hoy y que no ha dejado de hacer sentir sus consecuencias en desmedro de nuestros pueblos originarios.

Lo que me pregunto es si la llegada de los europeos a América -suscribo su idea de no llamar descubrimiento a este encuentro- representa solamente lo señalado en el párrafo anterior o se reduce simplemente a eso. A ese nivel, en las tesis de Dussel parece mostrarse un gigantesco agujero de medio milenio, pareciese que los europeos acabasen de llegar y estuviésemos en situación de optar, sin más, por la opción de adherirnos a lo que fuimos en este territorio hace quinientos años rechazando de un plumazo lo que somos: no se puede.

Tampoco podemos negar que nuestra propia cultura ya tiene poco, mucho o regular de Europea, desde la lengua que hablamos. Es posible criticar el mestizaje desde las teorías contemporáneas que tienden a tribalizarnos y a anteponer la diferencia y la separación, pero lo cierto es que hubo mestizaje. Luego, no podemos, como pretendieron nuestras elites a inicios del siglo XX, solazar con este fenómeno una serie de condiciones de desigualdad y discriminación que son palpables, ni pretender arreglar el asunto como intentó institucionalizar Chile con la narrativa del roto bravo y aguerrido, estandarizando así a toda el pueblo chileno que contiene, más bien, una gran riqueza étnica y cultural basaba en sus pueblos y lenguas originarias.

Luego, ¿se trata de escoger nuestra tecnología y ciencia ancestrales y anteponerlas a las occidentales que marcan el ritmo del planeta hace 200 años? O se trata, eventualmente, se integrar saberes ancestrales a herramientas tecnológicas de última generación para de esta manera enriquecernos y promover el desarrollo.

Me preocupan, finalmente, algunas subteorías que subyacen a las tesis decoloniales. Discursos del odio tribal como los que categorizan a toda la etnia caucásica-blanca americana como heredera de una situación de privilegio generalizada entre otras muchas particularidades no parece muy diferente a la manera como los personajes más deplorables del fascismo separaron, con finalidades muy perversas, a las razas en la tercera y cuarta décadas del siglo XX europeo. ¿Dónde queda el individualismo? ¿dónde queda la promoción de la solidaridad? ¿dónde queda la consigna de crear una ciudadanía plena y consciente de sus derechos y deberes si les anteponemos discursos tribalistas?

Para concluir, me parece que las teorías de Dussel parten de un principio de justicia, pero al mismo tiempo me parecen muy simplificadoras y, por ello, omiten una realidad muchísimo más compleja como para reducirla a dicotomías tan simples. Las estructuras de dominación occidentales existen en América, y existen de muchas maneras, pero también existe una realidad latinoamericana construida en cinco siglos. ¿Cómo enfocar estas dos proposiciones que podrían o no resultar en contradicciones insalvables es una pregunta que podría llevarnos al principio de una revisión, también estructural, de teorías que en el camino de la reivindicación han ido dejando caer aspectos fundamentales de una realidad inquietante y compleja.

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