La ilusión biográfica

“Desde el título nos enfrentamos a una ambigüedad que resumo en tres preguntas: ¿es la memoria un mecanismo ilusorio? ¿Recordamos lo que recordamos en el mismo orden y con la misma precisión en el momento en que ese torrente de experiencias se convierte en lenguaje? ¿Quién asegura que cada palabra tiene su lugar asegurado en cada fragmento del pasado que se relata?”

Si los géneros autobiográficos son problemáticos eso se debe a una buena razón: Lenguaje y memoria, en ese contexto, no tienen un límite preciso con el artificio. La vida convertida en relato supone elecciones y en esas elecciones, consciente o inconscientemente se está construyendo una imagen. ¿Esto invalida la lectura de memorias, diarios y otras especies? No. Y no tendría por qué hacerlo. Al contrario, es una incitación pensar que lo que se lee es verdad fáctica sabiendo que en realidad la frontera con lo ficticio es apenas visible. Parece contradictorio, pero ese es uno de los secretos mejor guardados de este tipo de textos. Los textos autobiográficos normalmente no adjuntan documentos que garanticen su veracidad; es la sola mención del género lo que provoca en el lector la asociación con un relato, a primera vista, sincero.

Estas ideas han ido apareciendo, como en una suerte de borrador mental, mientras recorría y no sin cierta fascinación las páginas de El poder de la ilusión, libro de memorias de Eduardo González Viaña aparecido este año. Desde el título nos enfrentamos a una ambigüedad que resumo en tres preguntas: ¿es la memoria un mecanismo ilusorio? ¿Recordamos lo que recordamos en el mismo orden y con la misma precisión en el momento en que ese torrente de experiencias se convierte en lenguaje? ¿Quién asegura que cada palabra tiene su lugar asegurado en cada fragmento del pasado que se relata?

Más allá de las razonables dudas que nos puedan plantear los textos de la familia autobiográfica, hurgar a través de la lectura en la memoria de los otros es un hábito literario que no ha dejado de generar interés. Ahora bien, ¿en qué consiste El poder de la ilusión? Una suma de recuerdos personales, familiares y literarios que van dando forma a la imagen del escritor que al parecer González Viaña ha querido ser: una suerte de aventurero, políticamente comprometido y cercano a distintas modulaciones del lenguaje popular, como se puede deducir de libros suyos como Sarita Colonia viene volando (1990), El corrido de Dante (2008) o Don Tuno, el señor de los cuerpos astrales(2009).

El poder de la ilusión ofrece un extenso recorrido por la experiencia y la trayectoria vital de su autor. La ilusión podría ser, en ese sentido, varias cosas: la estructuratemporal del relato, la coherencia en la secuencia de los fragmentos que lo componen, la legitimidad de cada recuerdo, aunque la mediación del lenguaje haga su trabajo quiérase o no. “El castigo se ha cumplido. No he vuelto a residir en el pueblo de mi infancia y he pasado más de la mitad de mi edad fuera de la patria. Todo el tiempo me he dedicado a criar y amansar estos recuerdos”, se lee en el primer fragmento de esta memoria. “Criar” y “amansar”, dos verbos que dicen mucho. Una de las acepciones de criar indica producir algo, originar. Por extensión, criar equivale a escribir. En tanto, “amansar” se vincula con el acto de domesticar, que acaso podría contarse como una alusión a la corrección de la escritura, al proceso de enmendar o regenerar lo escrito. Nada es gratuito, pues, en el lenguaje, en las palabras que se eligen.

Hay una escena arquetípica en las memorias de un escritor: la escena de lectura. Conmueve la historia del abuelo que lee junto al bisoño nieto La divina comedia, uno de los libros mayores de nuestro firmamento. Cito: “Entonces, don Guillermo Viaña me tomó de la mano y me condujo hacia los largos muros de su biblioteca. Recuerdo que pasé junto al retrato de Napoleón Bonaparte, quien era su ídolo. Se encaramó hasta el más alto de los estantes y extrajo de allí un tesoro: La divina comedia en edición bilingüe: castellano y toscano. –La he leído dos veces, pero me falta leerla con mi nieto, y aquí estaremos juntos todo el tiempo que sea necesario. “Todo el tiempo” fueron, más o menos, dos años en los que yo escapaba del puerto de Pacasmayo y enrumbaba a Chepén para leer en voz alta, sentado junto a mi abuelo que se estaba volviendo miope, y que me obligaba a leer también en italiano” (p.46).

La memoria está servida y en plato hondo. Que te sea de provecho, lector.

Eduardo González Viaña. El poder de la ilusión. Fondo Editorial UCV, 2024.

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