Francisco Tafur

 Borrarlo o no

"Es posible analizar esta anécdota desde muchas perspectivas. Solo sé que me dediqué a ser amable, más de lo que era, fui un héroe en muchas circunstancias. Sin embargo, me olvidé de ser un héroe conmigo mismo. No lo borraría, borraría solo varias convicciones que el mismo día a día te impone."

[Migrante al paso] La niñez. De pequeños soñamos con lograr cosas grandiosas cuando pases a ser adulto. Desde un Michael Jordan o un Ronaldo el Gordo, hasta Freddy Mercury y un científico loco. Artistas, rockstars y millonarios. Estos deseos van mutando y muchas veces entramos en contradicciones, a veces letales. Borraría algo de mi pasado, no lo sé. Tal vez, lo borraría todo. ¿No sienten que a veces, para lograr nuestros sueños de infancia, tienes que romper también con el ideal que tenías cuando eras niño? Yo me lo preguntaba constantemente, luego me di cuenta de que darle la vuelta a eso por 10 años, solo fue una pérdida de tiempo. Ya me aburrí de tanta preocupación y tan poca ocupación. Me quedaría con la enseñanza, pero ese pensamiento rumiante lo eliminaría. Entonces, ahora que estoy escribiendo, recupero la pregunta sobre qué es lo que realmente vale la pena borrar. Como base ficticia de que se puede. Hay ciertos momentos, ciertas anécdotas de las que me arrepiento; normalmente me acechan al despertar o antes de dormir. Eso que son cosas leves y totalmente parte del desarrollo de cualquiera; imagínense lo trastornadas que están las mentes malvadas para poder estar tranquilos con sus actos.

Estábamos frente al arco, él solo, no hablaba. Le paso la pelota. Patea y la manda a cualquier lado. Recuerdo molestarme, voltear y ver su cara. Parecía asustado, normalmente una mirada así hubiera detenido cualquier pensamiento conflictivo en mí, esta vez no fue así. Me limité a quedarme callado y mirarlo feo. En esos tiempos, una pichanga de educación física nos la tomábamos como si fuera la final de un mundial y, como se sabe, en el fútbol entras en una especie de trance y, si no lo manejas bien, saca lo peor de ti. —Túpac —le gritaba uno. —Yupanqui —le comentaba el de su costado. Así varias seguidas. —Pachacútec —se iban aglomerando las bromas. Todo a manera de abuso. Luego me di cuenta de que es un insulto bastante ignorante, es como intentar hacer sentir mal a alguien y decirle Julio César o Alejandro Magno.

Iba pasando el partido y yo lamentablemente también me uní. Cada vez más. Todos se reían de mis chistes y yo reía de vuelta. No pude notar la ira de quien estaba recibiendo las burlas. Estaba bloqueado y perdí todo control sobre mí. Tenía máximo 12 años, pero igual es algo que me sigue persiguiendo. Perdimos. En el calor de la piconería le eché la culpa a él de perder, frente a todos. En el camino largo hacia los cambiadores, sentí que había sido cruel. No creo que existan niños que escapen de eso. Evidentemente algunos más que otros. Como niño sensible, me dieron ganas de llorar.

Tocaba clase de carpintería. Entré a este almacén oscuro, sin ventanas, todo lleno de madera, martillos, fierros, pinturas y unos estantes que rodeaban toda la habitación. Estaba dándole la espalda a todo buscando unas herramientas, siento un empujón fuerte y mi cabeza chocó con uno de los filos. —¡Ahora pues! —me dice violentamente. Volteé en posición de pelea inmediatamente. Pude ver antes de reaccionar y era el chico del partido de fútbol. Sus ojos sólo decían que me quería rellenar a golpes. Fue ahí que me di cuenta de la magnitud. Lo abusivo, discriminador, todo lo que estaba fuera de mi ideal lo había perpetrado y llegué a esa situación. Fue tan fuerte que recuerdo a detalle el ambiente, solo estábamos los dos. Su mano agarrándome el hombro. Yo confundido. La imagen que tenía de mí era de un protector y estaba en la situación contraria. Me amenazó y me dijo para encontrarnos en la esquina del colegio, después de la salida. Nunca me había pasado algo así. No le tenía miedo a la violencia, le tenía miedo a lo que había hecho. Peleas había tenido miles, pero siempre del lado correcto o de manera deportiva.

 Borrarlo o no.

No pude concentrarme, no hablaba, solo pensaba. Supe qué es lo que tenía que hacer. Una idea bastante infantil, pero honrosa y sin huir. Sobre todo, me basé en qué harían mis personajes favoritos de animes o caricaturas. Era solo un niño, después de todo. No le conté a ninguno de mis amigos, tenía que hacerlo solo. Sonó el timbre y me dirigí al lugar acordado. Él estaba preparado, también solo. Yo solo pedí disculpas y que si nos peleábamos no me iba a defender porque me lo merecía. Su rostro cambió de ira a comprensión. Es extraño, nunca había hablado de eso y he sentido un poco de alivio. Era un buen tipo, bravo. Qué será de él. Es curioso cómo ciertas historias se te quedan marcadas; no tengo los años para decir que para siempre, pero sí que bastante tiempo.

Es posible analizar esta anécdota desde muchas perspectivas. Solo sé que me dediqué a ser amable, más de lo que era, fui un héroe en muchas circunstancias. Sin embargo, me olvidé de ser un héroe conmigo mismo. No lo borraría, borraría solo varias convicciones que el mismo día a día te impone. En cuanto a eso, sí, hay que romper todo. Somos un cúmulo de historias, algunas escondidas, otras olvidadas y otras siempre ahí. Recordar tanto, pensar tanto, preocuparse y mucha culpa; tal vez sin eso avanzaría más rápido. De repente sería mejor abandonar eso. Igual, es imposible de comprobar, así que solo se puede avanzar.

Mas artículos del autor:

"Siempre estuvimos de cabeza"
"Entre sueños y realidad"
"Mitología de un hogar"
x