Un partido de fútbol

Un partido de fútbol

"Cuando era niño, luego de perderle el miedo a las piscinas donde no tenía piso, me sumergía, botaba el aire para no flotar y me quedaba en el fondo, dejándome llevar por las sutiles ondas que se pueden producir en tan poca agua. No escuchaba nada, salvo mis propios latidos. No podía ver bien, salvo por la luz que entraba de la superficie"

[Migrante al paso] Un partido de fútbol

¿Que me llevo a esconderme tanto tiempo?, me preguntaba apenas entré a la pequeña cancha 6 vs 6, pisando el pasto sintético. Zapatillas rotas, no jugaba hace años, así que usé las más desgastadas que tenía. Mis pies son muy grandes y siempre ha sido difícil que haya alguien que me pueda prestar. Me sentía cómodo. Lo mejor es que en mi equipo estaba la persona con la que más veces jugué de chico, era el mejor y lo admiraba por eso. Yo solo era hábil y tímido. Horas en el parque simplemente pasándonos la pelota, conversando de Dragon Ball, las chicas de las promociones mayores y qué tipo de pizza nos íbamos a comer más tarde. Las cosas no deberían ser más complicadas que eso, pero normalmente no son como deberían ser. No me sucedió nada particular, no se murió nadie, no me dio una enfermedad, simplemente me escondí mucho tiempo.

Comencé de 9, con mi amigo siempre compartimos el fanatismo por Ronaldo, el gordo; queríamos ser como él, así que siempre quería jugar arriba, la verdad es que era mejor defendiendo, pero quería meter goles. Nunca fui rápido, pero tenía timing. Apenas llegó la pelota a mis pies, todo comenzó a moverse rápido, mi cuerpo no podía seguir mis pensamientos, y me sentía pesado, sin agilidad. No importaba, algo había recuperado. Le puse color a una pantalla blanco y negro. Había perdido reflejos, pero no la intuición. Fui el peor del equipo probablemente, metí un gol por lo menos, de lo contrario hubiera sido un desastre total. La mitad del partido pedía tapar porque sentía que me ahogaba. Mis lentes empañados por el calor corporal y un chaleco que me quedaba apretado. Visto desde afuera probablemente hubieran creído que la estaba pasando mal. Pero no. No me divertía así hace mucho. A pesar del dolor de piernas y la torpeza con la que corría, por dentro algo se ordenaba. Apoyado en un palo del arco, agitado, volvía a pensar: ¿Por qué?

Un partido de fútbol

Llegó un momento en que me sentía extranjero en mi ciudad, un desconocido con mis amigos, molesto con mi propia forma de ser. Me incomodaban mis silencios, pero más aún mis opiniones. Insulté modos de pensar similares al lugar donde ahora trabajo, me reí en la cara de religiones e incluso le falté el respeto a dioses ajenos. Me volví un personaje sarcástico, medio soberbio, medio herido. Supongo que al final solo me estaba insultando a mí mismo. ¿Quién diablos me creía? Mi propio ego me jugó una mala pasada, y por mucho tiempo. Al igual que me rescató en muchas situaciones, esta vez me daba palizas. Caí en el miserable juego adulto de odiar todo solo por no saber qué más hacer. Empecé a pensar que todo lo que hacía era inútil, que todo intento era decorativo. Siempre he sido renegón, lo sigo siendo, pero ya llevo un tiempo distinto a lo que era antes y más parecido a lo que fui anteriormente. Es curioso cómo uno se da cuenta del daño cuando ya está lejos del momento. Hay mucho por lo cual pedir perdón, asumo, sin embargo, un perdón culposo no vale nada. Es como no robar por temor al castigo. Curiosamente así funciona el mundo.

Cuando era niño, luego de perderle el miedo a las piscinas donde no tenía piso, me sumergía, botaba el aire para no flotar y me quedaba en el fondo, dejándome llevar por las sutiles ondas que se pueden producir en tan poca agua. No escuchaba nada, salvo mis propios latidos. No podía ver bien, salvo por la luz que entraba de la superficie. Me gustaba esa soledad controlada, ese silencio momentáneo donde no debía agradar a nadie. Sentía que todo lo que necesitaba estaba ahí abajo, al menos por unos segundos. De adulto, retomé el miedo de no tener piso. Lo que aparentaba ser una vida caótica solo era el reflejo de ideas y argumentos negativos demasiado organizados y sistematizados. El ruido mental era constante, como una radio mal sintonizada. El problema no es esconderse en sí, sino que dejas de actuar, te quedas paralizado. Y cuando te detienes mucho tiempo, las excusas se vuelven principios. La gente suele consolarte con la mentira de que al final el tiempo lo cura o soluciona todo, la verdad es que hacer cosas cambian las cosas.

Jugar fútbol, después de años, fue una de esas cosas. Saliendo de la cancha, yendo a pagar mientras el ruido de unos viejos barrigones que toman cerveza después de jugar te acompaña durante el partido y después. No es mentira cuando dicen que es un deporte mágico. En mi caso, recordar la sensación de ser niño me motivó a seguir divirtiéndome. Me devolvió una parte que no sabía que extrañaba. Por más que el mundo aparenta cada vez ser más peligroso, no todo el exterior está mal, ni te están atacando. Hay belleza en lo que no controlas, en lo que simplemente ocurre. Ni entre tus cuatro paredes, ni dentro de tus pensamientos se encuentra lo bonito de la vida, por lo menos eso creo últimamente. Ahora me pregunto: ¿Qué pasará si vuelvo a hacer las cosas que disfrutaba antes?

Mas artículos del autor:

"En los zapatos de otros"
"No más poder al poder"
"La paciencia y la patanería"
x