[EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS] Desde hace poco ha circulado en redes el testimonio dramático de un padre de familia víctima de una denuncia falsa por parte de su excónyuge, motivo por el cual, entre otras sanciones, fue separado de sus hijas. El vídeo fue difundido por una cuenta vinculada al congresista Alejandro Muñante, de línea radicalmente conservadora lo cual me llevó a plantearme la siguiente cuestión: ¿sólo la derecha más conservadora puede denunciar y evidenciar esta problemática? ¿la izquierda no debería hacer mismo en virtud de su lucha por los derechos fundamentales y humanos?
Respecto de la izquierda, no existe una preocupación genuina y solidaria con las víctimas de denuncias falsas. No hay ONGs que se ocupen de estos temas y el financiamiento se dirige a las problemáticas que resultan, o mayoritarias, o que han logrado posicionar mejor sus demandas, esto es, la justa lucha de las mujeres por la igualdad y en contra de toda forma de agresión.
Las fuentes vinculadas con las organizaciones del feminismo radical (se trata de una rama dentro del feminismo) sostienen que apenas 0.01% de las denuncias que presentan mujeres por violencia, por ejemplo, en el seno del matrimonio, son falsas. Evidentemente, la cifra es <<inhumana>> puesto que nuestra especie, tanto el hombre como la mujer, no son tan distintos como para proceder unas con la absoluta verdad y los otros con la más reprochable mentira. En realidad, la cifra del 0.01% expresa en caso de las mujeres que fueron objeto de una contrademanda y que la perdieron. Es decir, el % de mujeres condenadas por denunciar falsamente a sus parejas, pero ese no es el número de denuncias falsas.
Pero problematicemos la cuestión. Cualquier izquierda que se precie de ser tal debe incluir en su agenda la problemática de las denuncias falsas. Ya he conocido demasiadas personas dañadas o arruinadas por estas prácticas, también acompasadas por las degradantes cancelaciones y escraches, como para que la izquierda, que se precia de levantar agendas culturales, no se ocupe del tema. El primer paso que tiene que darse en ese sentido es salir de la postura defensiva asumida por el feminismo radical que, reitero, resta importancia a las denuncias falsas manipulando y minimizando su número.
Respecto de las inexistentes ONGs y organizaciones que se ocupen de las denuncias falsas, el tema es dramático. Una persona denunciada falsamente es tratada como culpable aún ante la inexistencia de una denuncia formal: basta un flyer anónimo en redes sociales, sin pruebas, sin denunciante, sin demandante para que un inmenso número de activistas se encargue de pulverizar tu imagen. Y entonces estás solo. No existe un espacio al que puedas acudir, ni una ONG que pueda velar por la situación en que has quedado, el apoyo psicológico y el abogado, por defecto, se le brindan a la denunciante.
Entonces estas solo en el mundo: puedes ir al poder judicial pero enfrentarás una poderosa organización con toda clase de recursos económicos, logísticos y profesionales que te estará esperando para dar batalla con todas sus fuerzas y, en simultáneo, te atacará sin tregua en medios de comunicación y redes sociales. ¿No es este un problema social? Deberíamos entonces cambiar las definiciones y ser solidarios con estas víctimas de injusticias y de abusos de poder.
La guerra que no debe producirse
Muchas veces se confunden las cosas. Denunciar las violentas prácticas del feminismo radical y visibilizar la problemática de los hombres víctimas de denuncias falsas -difamaciones- no supone atacar a las mujeres. Trata más de la defensa de la especie, de la condición humana.
El Perú es un país machista y patriarcal. Yo no voy a caer en la trampa conservadora de negar el feminicidio como figura legal. Cada dos o tres días una mujer es asesinada por serlo, a esto hay que añadir la violencia familiar, que ciertamente tiene fuerte presencia en nuestro medio y no constituye tampoco un error estadístico; el acoso callejero, la discriminación laboral y una serie de otros abusos que sufren, en la cotidianidad, las mujeres de nuestro país y de las que muchos hombres no son ni siquiera conscientes.
Por ello pensamos que un país más justo tiene que ser un país solidario con las mujeres y con los hombres que sufren; y por ello mismo demandamos a los movimientos de izquierda, e inclusive a los movimientos feministas, incluir en sus agendas el drama de las denuncias falsas con el daño irreversible que le produce a sus víctimas. No se trata de conducir a la sociedad al enfrentamiento hegemonista entre mujeres y hombres, se trata, por el contrario, de tomar el camino de la justicia en su sentido más amplio y reivindicador, para alcanzar la armonía social entre los géneros humanos, incluidos los colectivos LGTBIQ+.