Juan Carlos Tafur

Clamor por la unidad

“Va a tener que haber mucha capacidad de renunciamiento y sacrificio de expectativas, pero lo real es que si ello no se hace, el riesgo es perderlo todo, de perder el país que hemos conocido hasta ahora”

A estas alturas, ya no importa hacer un lío principista respecto de la distinción entre una derecha liberal y una conservadora. Ya habrá momento para que cuaje esa discusión y efectivamente se produzca una bifurcación de ambas colectividades políticas.

Hoy, como está dado el panorama político local -con una izquierda cleptócrata que está destruyendo el Estado y dejándonos como herencia maldita la posibilidad de que un nuevo disruptivo radical aparezca en el 2026-, es imperativo que se produzca una unidad de criterios en base a líneas maestras comunes: defensa del mercado, de la inversión privada, de la democracia, de la institucionalidad.

Lo mismo, en otra medida, deberá ocurrir en el centro, una búsqueda de unidad relativa. No puede volver a haber diez candidatos de centroderecha disputándose el mismo electorado, como todo hace temer que ocurrirá de no mediar un pacto inteligente, racional, ajustado a las circunstancias por las que pasa el país.

Es equívoca la premisa simple de que, dado el desprestigio de la izquierda radical (Cerrón y compañía) y la izquierda moderada (Verónika Mendoza), el pueblo se va a volcar masivamente hacia la centroderecha y que, en esa medida, no importa que haya ocho o diez candidatos porque igual va a ocurrir una segunda vuelta entre alguno de ellos.

Lo que va a suceder, si tal dispersión se reedita, es que aparecerá un antisistema (firmo que será Antauro Humala), que con 15% o poco más (Castillo sacó 18% en la primera vuelta), pasará a la segunda vuelta. Y allí será un albur imprevisible, porque se volverá a movilizar, como sucedió con Castillo, el inmenso voto antiestablishment, que pesa mucho más que las categorías de derecha e izquierda (en la elección del 2021, según la encuesta del IEP, había más de un 20% de los votantes de López Aliaga que en segunda vuelta iban a votar -y seguramente lo hicieron- por Castillo).

Va a tener que haber mucha capacidad de renunciamiento y sacrificio de expectativas, pero lo real es que si ello no se hace, el riesgo es perderlo todo, perder el país que hemos conocido hasta ahora y correr el albur de ingresar a una espiral de deterioro que podría durar lustros, en medio del populismo y del autoritarismo que ya hemos visto en otros países de la región, que llevan décadas atrapados sin poder librarse de la desgracia que los azota.

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IEP, Pedro Castillo

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