Porky Versus Porky Cuando el espejo no te obedece

[OPINIÓN] En los últimos días, algunos rincones del comentario político limeño han instalado la idea de una supuesta pelea entre el alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, y su sobrino, el periodista Phillip Butters. Una suerte de “guerra familiar” de proporciones épicas… que en realidad solo existe en la cabeza del alcalde. Porque si esto es una pelea, hay un solo contendor: él mismo.

He seguido con atención las declaraciones de Butters buscando algún comentario que pueda leerse como agravio, crítica o maltrato a su tío. No hay ninguno. La más “filuda” fue, paradójicamente, afectuosa: “Es mi tío y yo lo quiero”. Lo demás han sido opiniones sobre su entorno —ese equipo técnico que nadie ve— o sobre sus grandilocuentes promesas que conforman la ya célebre potencia mundial. Pero jamás una palabra directa al alcalde. Ni con nombre, ni con adjetivo. Ni siquiera con el pétalo de una rosa.

Y sin embargo, ahí tenemos al alcalde: molesto, dolido, atrincherado, repitiendo discursos con el ceño fruncido y la mandíbula apretada.

Todo comenzó con una llamada telefónica en la que Rafael, con inusual sinceridad, lo llamó “mi presidente”, en tono evidentemente afectuoso. Quizá fue una broma, quizá una muestra de confianza. Fue en plena entrevista al aire, y —como se nota en la grabación— Butters le había informado previamente que lo pondría en vivo.

Pero luego vino el arrepentimiento. Y frente al espejo, Porky se indignó. Como suele pasarle cuando el reflejo no coopera.

La reacción fue desproporcionada. Y lo más curioso es ver cómo algunos periodistas —que uno creía más centrados— cayeron en la trampa, amplificando una narrativa nacida en el entorno mediático del alcalde o, peor aún, en esa necesidad compulsiva de encontrar siempre una pelea, un escándalo, un show que distraiga del fondo: la descomposición interna del proyecto de Renovación Popular.

Porque mientras se inventan riñas familiares, lo realmente grave está en el partido. Las inscripciones de sus juntas están en el limbo. La adecuación a la nueva ley electoral sigue inconclusa. Y con las elecciones a la vuelta de la esquina, el margen de error se agotó. A eso se suma un cóctel tóxico de intereses cruzados entre los precandidatos al Congreso, muchos de los cuales tendrían que renunciar a sus cargos públicos si quieren postular. To be or not to be…

En resumen: el buen Porky las está viendo negras. Y se le nota. Está desencajado, eruptivo y errático.

Mientras tanto, Phillip Butters —que de tonto no tiene un pelo— observa, sonríe y siembra en silencio. Porque a veces, no hay mejor forma de ganar una pelea… que no entrar en ella.

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