Hace unas pocas semanas, en Chicago, en la convención del Partido Demócrata que nominó a Kamala Harris como candidata a la presidencia de los Estados Unidos, un discurso llamó poderosamente mi atención: lo pronunció el ex – representante republicano Adam Kinzinger, quien renunció a su partido porque Donald Trump lo había alejado de principios irrenunciables ¿cuáles eran esos principios irrenunciables? La democracia, el respeto a la Constitución que Kinzinger, desde su visión conservadora, interpreta como un legado de sus antepasados, que hay que defender.
Se dolía Kinzinger, de que el 6 de enero de 2020, una turba enardecida, arengada por Trump, hubiese asaltado el Capitolio, allí donde sesiona el Congreso de Estados Unidos, debido a que se negó a aceptar el triunfo electoral del candidato demócrata Joe Biden, su actual presidente. Ese día, dijo Kinzinger, fui testigo de un profundo dolor, fui testigo de la profanación de nuestra sagrada tradición de transición pacífica del poder. ¿Cómo puede un partido afirmar ser patriótico si idolatra a un hombre que intentó derrocar unas elecciones libres y justas?
Por esos mismos días, en el extremo sur de nuestro continente, al izquierdista presidente chileno Gabriel Boric, opuesto ideológico a Kinzinger, no le temblaba la voz para denunciar la perpetración del fraude electoral del dictador Nicolás Maduro en Venezuela. Además, el joven mandatario denunció que dicha dictadura estaba violando los derechos humanos y denunció: “se está reprimiendo a la gente que se está manifestando, se están realizando persecuciones judiciales que son irrisorias y que no serían aceptables en nuestro país ni en ningún otro país democrático».
¿Qué tienen en común los discursos de Kinzinger y de Boric? Un conservador de derecha y un progresista de izquierda, pues precisamente que pusieron por encima de sus ideologías, un principio común, un ideal común, unos derechos comunes, inalienables, que constituyen la base, las reglas del juego dentro de las cuales debe situarse necesariamente el debate ideológico: la democracia, la constitución, las leyes, los derechos humanos.
el Doctor Alfonso López Chau, Rector de la UNI, suele referir el preámbulo de la Constitución de 1979, la única auténticamente democrática de la historia del Perú, y nos la recuerda porque fue firmada Roberto Ramírez del Villar, del PPC, Andrés Townsend Escurra, del APRA, Héctor Cornejo Chávez la Democracia Cristiana, reciente aliada de Juan Velasco, y Jorge del Prado del satélite moscovita PCP. ¿Cómo pudieron ponerse de acuerdo si provenían de ideologías tan distintas y hasta opuestas? Porque existen principios básicos que preceden a las ideologías.
El académico Hugo Neira se lo lamentaba en su introducción a su estudio sobre la república y el republicanismo: “nos olvidamos de preguntarnos lo más simple; ¿para qué queremos vivir juntos?” No hacerlo nos complica y nos complica mucho. Nos complica tanto que, por analogía, a mí me recuerda el extraño caso de la casa Winchester, situada en California, Estados Unidos, llamada así por Sarah Winchester, mujer desafortunada que, perdió a su hija y a su esposo de manera dramática y consecutiva.
La mujer, en su desespero, creyó que la mansión donde vivía estaba embrujada por lo que hizo de esta un laberinto de habitaciones, pasillos y escaleras sin sentido. La casa tiene 161 habitaciones, 47 chimeneas y dos sótanos.
Así hemos construido al Perú en 200 años de vida independiente. Ojalá pudiésemos comenzar desde cero, el problema es que no existe un lugar para empezar desde cero, el problema es que tenemos que pensar qué hacer con el laberinto que hemos construido para convertirlo en un Estado funcional, en una democracia funcional en la que todas las ideas y las ideologías puedan confrontarse pero también consensuarse en busca del bien común.
¿Hubo proyectos nacionales en la historia del Perú republicano? ¿hubo intentos por hacer de la casa fantasma un estado-nación que funcione bien? Si los hubo, pocos, pero los hubo. Para situarnos solo en el siglo XX, tendría que citar el proyecto de Víctor Raúl Haya de la Torre, como un proyecto nacional, proyecto frustrado porque no lo dejaron ser.
Se interpuso la alianza oligárquico-militar y aquí otra advertencia: en el Perú no solo tenemos una casa fantasma, tenemos una casa fantasma que quiere seguir siendo tal, que está llena de corrupción, que está llena de autoritarismo, que no deja de construir, una y otra vez, habitaciones que no llevan a ninguna parte, ¡así se multiplican!, ¡así se reproducen!, ¡así proliferan!, ¡así nos niegan el desarrollo!, nuestro desarrollo, el desarrollo de toda la nación, el de los peruanos que llegan y los que vendrán.
Me quedo con una idea del proyecto de Haya de la Torre, una idea que suena a perogrullada pero que está más vigente que nunca: en lugar de expulsar al capitalismo, como decían los comunistas, tenemos que negociar de igual a igual con él para obtener así los capitales y la tecnología que nos permitan desarrollarnos a nosotros mismos. Los comunistas de hace 90 años no lo entendieron pero ¿no se trata de eso? ¿no se trata de la revolución capitalista que nunca hemos tenido?
Pero ¿qué es la revolución capitalista?: en las cumbres altoandinas existe una familia que posee una granja en la que cría camélidos y gallinas, cuenta con instalaciones adecuadas para su cuidado en la temporada de las heladas, produce lanas y huevos que comercializa en los mercados cercanos, lo que le permite una aceptable calidad de vida. Los padres conducen una camioneta cuatro por cuatro que pagan a plazos y son propietarios de una vivienda de mediano tamaño que cuenta con internet, calefacción, agua, desagüe y todos los servicios.
Durante las nevadas, los padres llevan a sus hijos al paradero más cercano, donde puntualmente el bus del transporte público, que también cuenta con calefacción, los llevará a la escuela del pueblo más cercano. Esta escuela es similar a cualquiera otra escuela pública de Lima y del país, su nivel es bueno, los profesores tienen exactamente la misma formación y más adelante, si el niño o niña, al hacerse joven, deciden ir a la universidad, pueden tomar un moderno ferrocarril hasta la ciudad más cercana donde una moderna y muy barata universidad estatal les brindará servicios educativos de primer nivel y no solo en el área de agronomía, podrían estudiar filosofía si quieren y tendrán salida laboral para su carrera.
Lo que acabo de hacer es transferir la situación de una familia rural europea -postrevolución capitalista- al Perú, para que se comprenda qué es lo que se busca, que es lo que se quiere. Una vez instaurado el Estado como debe ser, sus servicios como deben ser, la igualdad de oportunidades como debe ser, el civismo y la ciudadanía, como deben ser, entonces habremos sentado esa base de principios y derechos fundamentales a la que han apelado recientemente el ex – representante republicano Adam Kinzinger y el presidente chileno Gabriel Boric. Esa base coloca primero a la democracia y el respeto a la Constitución, que parte de un contrato social ya convertido en costumbre e implica, además, la previa revolución capitalista del Estado y de sus servicios.
Entonces discutiremos las ideologías, sabiendo que no cederemos a la tentación autoritaria, ni de la derecha, ni de la izquierda, ni, mucho menos, a la perversa tentación de la corrupción. Por eso yo creo que el primer debate es la democracia. No la demos por sentada, solo nos quedan sus ruinas y, con todo, hay sectores organizados que pugnan por acaban con cualquier atisbo de independencia de los poderes del Estado en su propio y pérfido beneficio.
Es que yo tengo la certeza, tengo el pleno convencimiento, tengo un sueño, como alguna vez dijese el reverendo Martín Luther King, de que la democracia, sus reglas de juego, los derechos irrenunciables que nos otorga, y la revolución capitalista, constituyen la base para forjar la nación que hace un Bicentenario nos está esperando. Con esta base, esta nación ya forjada dialogará, en democracia, republicanamente, los programas e ideales que mejor impulsen su desarrollo y que mejor interpreten los sentimientos más profundos del alma nacional. Construyamos el camino.
*Discurso pronunciado en la Universidad Nacional del Callao como parte del foro “5 Hélices para el Desarrollo” organizado por la Universidad Nacional de Ingeniería el pasado sábado 6 de septiembre de 2024.