resultados de adelanto de elecciones

Miseria en los extremos

"El Perú necesita una clase política profesional, proveniente de una partidocracia también profesional que se ocupe de administrar y de proyectar el curso del desarrollo de un país informal y, en la medida de lo posible, formalizándolo en el trayecto."

En su última entrevista, concedida en 1978 al entonces joven periodista Alfredo Barnechea, un veterano Víctor Raúl Haya de la Torre señaló que era menester que los políticos fuesen personas educadas pues, de esta manera, les resultaría más sencillo ponerse de acuerdo y encontrar soluciones en beneficio del país. Poco tiempo después, el 12 de julio de 1979, los ilustrados constituyentes de 1978-1979 aprobaron mayoritariamente un nuevo texto constitucional, que debía convertirse en la base de dichos acuerdos. 

45 años nos separan de aquellas palabras, y en nuestro actual Parlamento Nacional los extremos de izquierda y de derecha asombrarían inclusive a sus pares de medio siglo antes, tanto por la necedad de sus posturas como por la carencia de líderes de articulen discursos mediamente inteligibles. La conclusión de los constituyentes de antaño solo podría ser una: la clase política, o se ha precarizado o, simplemente ha desaparecido.

Y de una clase política que emerge casi toda del Perú clientelar/asistencial es que nos encontramos con representantes incapaces de aprobar el adelanto de elecciones por el que clama todo el país, el mismo adelanto que nos hubiese permitido instaurar otro gobierno, y otro Parlamento Nacional, el primero de enero de 2024. ¿Quiénes se opusieron? Básicamente los extremos  parlamentarios de izquierda y de derecha. Los polos opuestos se unieron una vez más, como en la metáfora. 

Pero hablemos un poco más del Perú informal. ¿Es posible, siendo un país informal contar con un congreso cuyos representantes no emerjan precisamente de dicha informalidad, máxime, cuando debido a la campaña de descrédito contra la partidocracia impulsada durante la Década Fujimorista, nos quedamos sin partidos políticos institucionales de esos que forman cuadros políticos? O tal vez tendríamos que asumir que nuestra representación política debe ser tal y como la que es porque es fruto de esa misma realidad informal y entonces habría que comenzar a pensar al país desde esa realidad y no desde nuestras románticas utopías republicanas.

El tema es más complejo que eso, porque, al contrario, el Perú que se levantó en noviembre de 2020, tanto como éste, lo que busca, al final de cuentas, es el buen gobierno. Gran paradoja, el Perú informal busca un gobierno formal, comprende que la administración de los asuntos públicos, como señalaba Haya de la Torre hace 45 años, debe estar en manos de personas educadas – interprétese – provenientes de una clase política profesional que no dependa de intereses subalternos y que tenga la suficiente preparación técnico-política, más la necesaria vocación de servicio público como para satisfacer y resolver el gigantesco embalse de demandas populares, que tiene décadas aumentando su masa crítica. Esto es, a grandes rasgos, hacer de este un país viable. ¿Se explica más simple?

Entonces, la respuesta a la pregunta se cae de madura y es sí. El Perú necesita una clase política profesional, proveniente de una partidocracia también profesional que se ocupe de administrar y de proyectar el curso del desarrollo de un país informal y, en la medida de lo posible, formalizándolo en el trayecto. El Perú pide a gritos una intelligentsia en el poder, pero dicha intelligentsia no puede crearse pues los representantes que han monopolizado la representación política, a la izquierda y a la derecha -¿debería añadir el prefijo ultra?- y varios de los grupos populistas que pululan al centro, provienen de la misma informalidad que, en el nivel político, equivale a contubernio, clientelismo e ineptitud.

Por eso no solo no tendremos elecciones el 2023, no unas que broten de la decisión parlamentaria, sino que tampoco hemos tenido reforma política los últimos 23 años, a pesar de que se pide a gritos. Porque esta tendría que ser aprobada por aquellos que serían los primeros en ser reemplazados por una clase política profesional, como consecuencia directa de la reforma política, la de los partidos y la electoral. 

De suerte que nos hemos convertido en una versión nacional de esa cárcel en forma de  panóptico circular que estudió Michel Foucault, en la que nadie, desde su celda, podía verse ni hablar con nadie. Lo único que se puede observar, tras esas rejas, es ese mismo centro pétreo, que representa el poder, y que todos buscan con exacerbada abnegación.

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Congreso de la República, Perú, política peruana

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