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Pablo Milanés (1943-2022): Una voz, un sentimiento | Sudaca - Periodismo libre y en profundidad
Jorge-Luis-Tineo

Pablo Milanés (1943-2022): Una voz, un sentimiento

"Pablo y Silvio fueron como dos caras de una misma moneda, la punta de lanza artística de lo que simbolizaban Fidel y el Che, hasta que la revolución se vino abajo, parafraseando aquel tema del gran guitarrista y cantante..."

Se nos está haciendo una triste costumbre esto de despedir a nuestros referentes musicales, a aquellas voces e inspiraciones que nos ayudaron a formar la sensibilidad, con himnos al idealismo, al amor profundo por la vida y la libertad. En Brasil, no terminaban de llorar a Gal Costa cuando se les anunció, el 22 de noviembre, el fallecimiento de otro ícono de su escena musical, Erasmo Carlos, coautor junto a Roberto Carlos de clásicos eternos de la balada y el pop-rock latinoamericano de los últimos cincuenta años y poseedor, él mismo, de una amplísima e interesante discografía.

Y, el mismo día desde España, llegó la noticia de la partida física, luego de años de batallar con el cáncer y otras dolencias, del extraordinario cantante y compositor cubano Pablo Milanés, que entristeció a todos los que aprendimos a escuchar Nueva Trova en los pasillos de una universidad, cuando todavía era posible soñar con cambiar el mundo y vivir una relación de intensos sentimientos (no siempre) correspondidos que combinaran la pasión visceral con la iluminación emanada de versos románticos, cantos de protesta y finos arpegios de guitarra acústica. Años después de comprobar que lo primero no es posible y lo segundo no está disponible para todos, escuchar sus canciones nos hace recordar esos días de ilusiones y ser, por un rato, felices, a pesar de la irreparable pérdida. Milanés, una de las mejores voces de la isla, falleció a tres meses de cumplir 80 años.

Su nombre es sinónimo del movimiento musical asociado a la revolución de Fidel Castro que, entre guitarras y poesías, rescató la trova cubana para convertirla en vehículo expresivo de aquella cruzada socialista que, en su momento, ocasionó tanto entusiasmo a nivel latinoamericano. Como sabemos, el ideal de “los barbudos” pronto fue desdibujándose ante los ojos del mundo y, lo que comenzó como un ventarrón de aire fresco desde Cuba se convirtió en una borrascosa dictadura megalómana cuyos matices hasta ahora generan debates y confusiones de todo tipo. Sin embargo, Milanés no fue de los primeros en darse cuenta de ello y defendió, a punta de canciones, la era castrista, por lo menos hasta ese desencanto personal que lo llevó a alejarse del régimen.

Entre 1969 y 1974 fue parte, junto a Silvio Rodríguez, Noel Nicola, Vicente Feliú, Eduardo Ramos, Sara Gonzáles, entre otros, del Grupo de Experimentación Sonora del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), bajo la dirección del guitarrista, compositor de música sinfónica y educador Leo Brouwer. En aquellas primeras grabaciones, como por ejemplo la arenga ¡Cuba va! (1971), se aprecia a Silvio, Pablo y Noel, muy jóvenes, entonando esta composición colectiva en clave de rock psicodélico. Sin embargo, su apego por la poesía y la música tradicional cubana fue definiendo su perfil artístico, con discos en los que puso melodía a los versos de José Martí y Nicolás Guillén. Luego llegaron las canciones propias, de letras descarnadas y profundas pero, a la vez, sensibles y románticas, acerca de la revolución y el amor, la vida y la muerte, la amistad y el compromiso social. En fin, de aquellas cosas que hoy no sirven para tener éxito masivo.

El periodo comprendido entre 1975 y 1985 es el que todos recordamos más de Pablo Milanés. Temas como Canción (Pablo Milanés canta a Nicolás Guillén, 1975), Años (No me pidas, 1978), Para vivir (Pablo Milanés, 1976), Amo esta isla (Yo me quedo, 1982), Pobre del cantor (1974), se instalaron en las mentes de dos generaciones creyentes en el ideario socialista a la que representaban. A esta época pertenece, por supuesto, la canción que se convirtió en su emblema, dedicada a Yolanda Benet, su segunda esposa y madre de sus tres primeras hijas, a quien conoció justamente en las correrías efervescentes del ICAIC, donde ella trabajaba como parte del equipo de producción cinematográfica. Yolanda, la canción, se publicó por primera vez en su décimo primer álbum Yo me quedo (1982).

Pablo supo combinar muy bien el discurso político abierto y retador con las intensas letras de amor/desamor desgarrado y salvajemente humano. Así tenemos, por un lado, temas como Yo pisaré las calles nuevamente (1976), dedicada a Santiago de Chile, Son de Cuba a Puerto Rico (1978), Acto de fe (1982, también conocida como Creo en ti) o Canción por la unidad latinoamericana (1975) y, por el otro, odas a la infancia como Cuánto gané, cuánto perdí (1983), el envejecimiento como la insuperable Años (“… el tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos…” o Quien me tienda una mano al pasar (1982) o la turbulencia sentimental de Yo no te pido (1978), Comienzo y final de una verde mañana o ese desgarrador lamento llamado El breve espacio en que no estás, ambas de 1984.

Esa prolífica década se cerró con uno de los mejores títulos de su discografía, el álbum doble Querido Pablo, una selección de veinte temas que regrabó entre Londres y Madrid, incluyendo duetos con Miguel Ríos, Chico Buarque, Mercedes Sosa, Joan Manuel Serrat, Amaya (Mocedades), Ana Belén y su esposo, Víctor Manuel, entre otros. Un año antes se lanzó el legendario concierto Silvio y Pablo en Argentina, en el Estadio Obras Sanitarias de Buenos Aires, donde los trovadores cubanos, con guitarras y sonrisas en ristre, compartieron escenario con Piero, Víctor Heredia, León Gieco, César Isella, el Cuarteto Zupay. Una joya de la música en español que nadie debería olvidar jamás. 

Desde esa época de activismo panfletario, Pablo Milanés comenzó a expandir su lenguaje musical. Así, entre 1980 y 1992 lanzó una serie de discos titulados Años (ninguna relación con la canción del mismo título), tres en total, con clásicos de la trova y el son cubano, junto a leyendas del folklore isleño como Luis “El Albino” Peña, Octavio “Cotán” Sánchez y Francisco Repilado, más conocido como Compay Segundo, con temas como Frutas del Caney, Sublime ilusión, Huellas del pasado o Chan Chan. En paralelo, se dedicó a grabar boleros mexicanos y cubanos, en un estilo que se hizo conocido, allá por los años cincuenta y sesenta, como filin -castellanización de “feeling”, que significa “sentimiento” en inglés- con elegantes arreglos para guitarra, conjunto de jazz y orquestas, generando un maridaje perfecto entre el bolero y la voz de Milanés en cinco volúmenes, lanzados también entre 1981 y 1992, con versiones de temas imprescindibles del cancionero bolerístico como Contigo en la distancia, Perfidia, Un mundo raro o La gloria eres tú.

Desde la segunda mitad de los ochenta, Pablo Milanés modernizó su sonido con álbumes como Buenos días, América (1987) -donde destacaron los temas Sábado corto y Ámame como soy-, Proposiciones (1988), Canto de la abuela (1991) o Evolución (1992), que le permitieron incorporar elementos de salsa, pop-rock y latin-jazz, algo que ya había hecho previamente en el disco El guerrero (1983), en el que participaron dos miembros fundadores de Irakere, el saxofonista Carlos Averhoff (405 de menos) y el trompetista Arturo Sandoval (Vuelve a sacudirse el continente).

La salsa de finales de los ochenta e inicios de los noventa se nutrió mucho de la inspiración de Pablo Milanés. Por ejemplo, podemos mencionar a Gilberto Santa Rosa que popularizó la hermosa composición Comienzo y final de una verde mañana, conocida entre los salseros como Déjame sentirte. O el sonero boricua Tony Vega que grabó Yo me quedo, su primer éxito como solista tras su paso por las orquestas de Willie Rosario y Eddie Palmieri. O La Sonora Ponceña que, gracias al genio arreglista de Papo Lucca, convirtió en suyas canciones como Ya ves, El tiempo, el implacable, el que pasó o la popular Canción (De qué callada manera). En 1995, un disco titulado Pablo Milanés: Además… La Salsa recopiló estas y otras grabaciones de salseros de Cuba y Puerto Rico como Isaac Delgado, Roberto Roena, El Gran Combo y otros. Ese mismo año salió el CD En blanco y negro, resumen de una gira con el cantautor español Víctor Manuel.

Pero si una relación marcó la historia artística de Pablo Milanés fue la que tuvo con Silvio Rodríguez. Desde que juntos crearon la Nueva Trova Cubana, ambos parecían inseparables. Pablo y Silvio fueron como dos caras de una misma moneda, la punta de lanza artística de lo que simbolizaban Fidel y el Che, hasta que la revolución se vino abajo, parafraseando aquel tema del gran guitarrista y cantante, El necio (1992). Finalmente, las mezquinas rencillas políticas terminaron separándolos de manera irreconciliable. Pablo, desde su exilio en Madrid y Silvio, desde La Habana, no paraban de recriminarse sus posturas divergentes sobre el régimen. Hace relativamente poco tiempo, Silvio intentó acercarse pero Pablo lo rechazó. Tras su muerte, Silvio fue uno de los primeros en reaccionar, posteando la letra de una canción que había escrito para él, allá por 1969: “Te conocí rasgando el pecho de la muerte un día. Tú no sabías nada y eras tú quien la llevaba de la mano. Y así tú seguirás, sin reparar en tu ventaja: que eres tú quien la lleva, quien la doma y la amortaja, caminando…” Para el recuerdo quedan temas como el son El vagabundo (del álbum Tríptico, 1984, de Silvio) o sus entrañables conciertos juntos.

Los últimos 25 años, Pablo Milanés se enfocó mucho más en su vertiente introspectiva y solitaria, con álbumes como Despertar (1997), Vengo naciendo (1998), Días de gloria (2000) o Como un campo de maíz (2005), con reflexiones acerca de su propia vida cargadas de sentido y sencillez que, paradójicamente, lo acercaron más a un público despolitizado y convencional, que comenzó a identificarlo con cuestiones más asépticas y hasta superficiales como la industria mexicana de novelas televisivas. En paralelo, una agenda llena de conciertos y colaboraciones, entre las que destacan la segunda parte del disco de dúos, titulado Pablo Querido (2001) -con Fito Páez, Joaquín Sabina, Caetano Veloso, entre otros-, o participaciones en los álbumes tributo a sus colegas Luis Eduardo Aute (2001), Pablo Neruda (2004) y Joaquín Sabina (2011). 

Posteriormente grabó Líneas paralelas (2006), un disco de antología a dúo con el salsero portorriqueño Andy Montañez, cantando clásicos como Son de la loma o Juramento; Más allá de todo (2009), junto al piano de Chucho Valdés; y Canción de otoño (2015), con José María Vitier, otro reconocido pianista y director de orquesta cubano. Su última producción oficial, titulada Amor (2018), es una selección de varios de sus éxitos, a dúo con su hija Haydée (42). El pasado sábado 12 de noviembre, sus redes sociales anunciaron la cancelación de varias fechas de la gira Días de luz, pues estaba “hospitalizado pero estable”. Diez días después, la enfermedad finalmente lo arrancó de este mundo, dejando tras de sí un legado de integridad artística, don de gentes y talento superlativo, como podemos apreciar en este concierto, grabado en La Habana, en el Teatro Karl Marx, el 7 de septiembre del 2018. 

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nueva trova, Pablo Milanés, Silvio Rodríguez

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