A ver si después de sus inmerecidas vacaciones navideñas, que tomó aprovechando un privilegio de reunión familiar que le negó a los millones de peruanos, el presidente Castillo retoma sus labores con sentido de las prioridades.
Y una de ellas, en este momento la principal, es designar al reemplazo del inefable exministro de Educación Carlos Gallardo, por alguien que se comprometa con la reforma magisterial, la reforma universitaria, la defensa de la Sunedu, el respeto a la memoria sindical (sin afanes de otorgarle al espúreo Fenatep, merced al apoyo estatal, la primacía que en la realidad no tiene), y, sobre todo, con el retorno a las clases presenciales plenas el próximo año.
La gestión de Gallardo ha destrozado la trayectoria institucional del sector, y ha comprometido líneas maestras de acción históricas, porque su afán superlativo era otorgarle poder al sindicato vinculado al Movadef, del que el Primer Mandatario fue cabeza visible en la huelga magisterial del 2017, y todo lo demás era secundario.
El Presidente va a tener que ser capaz de empinarse sobre el respaldo que le brinda el ala magisterial de Perú Libre en el Congreso. Y así como ocurrió con la bancada cerronista, va a tener que ser capaz de convencerlos de que su apoyo en el Congreso no pasa por cuotas de poder en el Ejecutivo más allá de lo razonable.
Si Castillo cede a las presiones del ala cerronista y el ala magisterial, va muerto. Porque más temprano que tarde, las bancadas de centro que, hasta el momento, lo han apoyado, lo van a abandonar y cuando eso ocurra la vacancia caerá por su propio peso, al menor escándalo con indicios de corrupción presidencial, que seguramente se dará en los meses venideros si el jefe de Estado no corrige su gusto por los desarreglos contractuales, para decirlo elegantemente.
Un ministro de Educación independiente, técnico, con conocimiento del sector, convocante, comprometido con las únicas reformas desplegadas en las últimas décadas, como han sido la reforma magisterial y la universitaria, es lo que el imperativo actual señala.
Si desoye ese mandato, Castillo una vez más habrá demostrado la mala madera política de la que está hecho y colocará en perspectiva igual o mayor zozobra política de la que el país ha vivido en los últimos meses.