Juan Carlos Tafur

¡A cuadrar a los candidatos!

“Debe haber uno o dos -hasta tres- entidades del sector público que no estén preñadas de corrupción. Y no deben ser más de cien los burócratas que no se inclinen ante la tentación de lo ilícito”

La reforma del Estado es la madre de todas las reformas. Implica cambiar radicalmente el organigrama burocrático que nos rige y, por ende, establecer una logística de eficiencia, transparencia y control que, entre otras cosas, ayudaría a remediar el más grande mal republicano que el Perú tiene, como es la corrupción generalizada.

Debe haber uno o dos -hasta tres- entidades del sector público que no estén preñadas de corrupción. Y no deben ser más de cien los burócratas que no se inclinen ante la tentación de lo ilícito. Así, no hay democracia viable, ni siquiera hay gobernabilidad posible.

El mercado empresarial podría seguir andando, a pesar o gracias a esa corrupción, pero las demandas ciudadanas claramente van más allá del otorgamiento de empleo que las empresas privadas brindan. En el Perú se requiere con urgencia resolver los temas de la salud pública, de la educación estatal, de la regionalización fallida y de la inseguridad ciudadana, si queremos, al menos, tener una relativa calidad de vida decente y cierta conformidad con el sistema. Y eso le corresponde resolverlo al Estado, no al sector privado, que ya bastante hace con invertir, generar empleo y pagar impuestos.

En el segundo gobierno de Fujimori hubo un proyecto orgánico, que convocó a decenas de tecnócratas de primer orden, para desplegar esa reforma. Fujimori gozaba, además, de inmensa popularidad y políticamente era perfectamente viable atreverse a hacerla. Pero la angurria de la segunda reelección y la creencia de que esa reforma podía ser impopular, detuvieron el proceso, se disolvieron todos los equipos contratados y se acabó el sueño de tener un Estado ágil y moderno.

Luego, ningún gobierno de la transición tomó la posta. No les interesó. Gozaron de la bonanza económica heredada de las reformas de los 90 y el boom de los minerales, y gobernaron el Estado en piloto automático, sin atreverse a emprender siquiera alguna reforma importante (en veinte años solo se hicieron dos o tres y una de ellas fallida, como fue la descentralización).

 

 

Es imperativo que la prensa y los líderes de opinión exijan a los candidatos que se presenten a las próximas elecciones generales que expliquen qué piensan hacer al respecto. Aprendamos de los errores y no permitamos nunca más que un improvisado incompetente como Pedro Castillo llegue a manejar las riendas del poder.

 

 

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Gobierno, sociedad

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