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Juan Carlos Tafur

Morir confrontando

“Castillo sabe que tiene vida corta. Entonces, ha elegido irse inventando una narrativa disidente, confrontacional, que disimule su rotundo fracaso”

Es clara la estrategia del gobierno. Sabe que su mandato no va a durar los cinco años y que si no es el Congreso será el pueblo en vilo el que lo saque de Palacio. Castillo se sabe incapaz, además, de manejar el país (ni siquiera ha podido plantear un plan inteligente para enfrentar la contingencia de la inflación mundial y este golpe a los bolsillos populares pronto le va a estallar en las calles).

Sabe que tiene vida corta y quizá él mismo esté deseando abandonar un barco cuyo timón no tiene idea alguna ni siquiera de cómo usar. Entonces, ha elegido irse inventando una narrativa disidente, confrontacional, que disimule su rotundo fracaso. Ya está prevista: la culpa de todo es de los medios de comunicación, del Congreso y de los empresarios, que sabotean al gobierno y no lo dejan ejercer como corresponde.

 

 

En esa línea marcha su desfachatada e insensata propuesta de aprobar un referéndum en el cual se le consulte al pueblo si se debe o no convocar a una Asamblea Constituyente. El presidente sabe que es inconstitucional y si su raciocinio no le da para distinguirlo, tiene a su alrededor a gente que se lo debe haber dicho con claridad (entre otros el venal canciller César Landa, constitucionalista).

Sabe, además, que el Congreso, que felizmente parece haber hecho por fin espíritu de cuerpo, va a rechazar en el acto semejante pretensión. El proyecto de marras debería ser archivado en la propia comisión de Constitución y ni siquiera discutirse en el Pleno. Es un disparate jurídico, inaceptable desde todo punto de vista.

Pero lo preocupante es que el potente parlante palaciego puede tener relativo éxito en instalar la narrativa señalada: se va, fracasado, pero no por su culpa, no por haber nombrado gente incapaz y corrupta, no por incompetente, se va porque los poderes fácticos y un Congreso más impopular que el Ejecutivo no lo han dejado gobernar.

 

 

Corresponde dar, en ese sentido, una batalla política e ideológica que impida que esa justificación cale. El rechazo altísimo que muestra este gobierno radica, sobre todo, en la corrupción rampante y en la designación de funcionarios incompetentes. Ha destruido el Estado en apenas nueve meses. Eso debe grabarse en piedra en la mentalidad popular para evitar que en el futuro nuevamente se elija a un improvisado radical como Castillo. La batalla ideológica y política que el gobierno ha decidido dar, en los estertores de su gestión, no se debe permitir que la gane.

 

 

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Gobierno

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