De acuerdo con una encuesta realizada por Ipsos, en abril de este año, el Perú es el segundo país de latinoamérica que más desconfianza siente hacia sus instituciones y entre nosotros mismos. Solo el 17% de encuestados confía en la gente. Si a eso le agregamos otro sondeo realizada por esta empresa, en el mes de setiembre, podemos observar que -entre los problemas que más aqueja a los peruanos- resalta a la delincuencia (60%) y la corrupción (57%).
Las cifras presentadas son realmente reveladoras. El 86% de peruanos piensa que la corrupción afecta su economía familiar y reduce las posibilidades de empleo. Sintomático para un país que, en estos momentos, pasa por una severa crisis política y también económica. Estas cifras nos dicen qué tipo de sociedad es el que tenemos en estos momentos.
A diferencia de otros países, nuestra preocupación central es la integración social. Somos un país resquebrajado, en el que la confianza se ha reducido a lo más básico que podamos tener: la familia. Más allá de esa institución, la confianza es coyuntural entre uno y otros. Son las coyunturas lo que ha venido a definir nuestra vida diaria y nuestra relación con los demás. Condicionados, claro está, por la informalidad que no es otra forma que vivir “del día a día”.
Las reglas sociales que deberían moldear nuestros comportamientos, dentro de lo que permite la ley, es frágil producto de que prevalece -a nivel general- la idea de que, en la calle (o en la esfera pública) sobrevive el más vivo, el que tiene contactos o el que tiene dinero. A esto agregamos que la planificación espontánea que cada uno realiza para el desarrollo de sus vidas se reduce a lo más elemental: el día y no el año (o los años).
La noción de ciudadanía, así se diluye. Se diluye debido a que el contexto que debe permitir su buen desarrollo está enfrascado por prácticas sociales que no dan paso verse a todos iguales ante la ley. La igualdad de oportunidades, así, se ve cuestionada. Si bien el contexto no determina nuestra dinámica social, pues la condicionada fuertemente, generando la percepción presentada líneas arriba.
Ese es el gran del país: ir en búsqueda de generar lazos sociales positivos, de hacer una reingeniería de las reglas de juego para ir moldeando poco el contexto que envuelve al concepto de ciudadanía y sus instituciones.