La importancia de Enrique Prochazka en el panorama del cuento peruano de las últimas décadas es indiscutible. El año pasado apareció en Campo Letrado una edición de sus cuentos completos, lo que permite ahora, casi treinta años después de la publicación de Un único desierto (1997), su primer libro de relatos, hacer una lectura más comprensiva de un conjunto narrativo singular y sugerente.
Los lectores de Un único desierto (el comienzo de esta historia) ponderaron no solamente el hecho de que algunos relatos como “Cáucaso” abrieran nuevas posibilidades a un realismo que parecía exhausto, aun tratándose de una pieza que no ocultaba cierta filiación ribeyriana así como un impecable manejo de la oralidad popular y el intertexto mítico, pensando en una especie de Prometeo del arenal marginal limeño.
Ese mismo libro era un territorio compartido por otros registros, por ejemplo, cierto eco borgiano que, lejos de la imitación o del epígono, resulta una apropiación creativa e inteligente. Del mismo modo, la ciencia ficción y el fantástico ocupan un espacio significativo en un libro que, para ser el primero, cometía la audacia de mostrar a un autor versátil, capaz de moverse en varios frentes y que derrotaba, por fin, la tiranía del libro unitario. En todo caso, si alguna unidad tiene Un único desierto es, paradójicamente, su diversidad, su insistencia en lo disímil, en una cuentística que se asume múltiple.
Lo advierte Andrea Ortiz de Zevallos en “La máquina de alumbrar universos”: “Lo que da unidad a su obra es su voz, que tiene particularidades que la hacen única, profunda y maravillosamente entretenida”. Una voz, añadiría, que tiene la capacidad de encarnar una amplia tesitura de estilos, así como un variado catálogo de temas.
Hay en Prochazka cosas que delatan a un escritor que no rehúye riesgos y transparenta su deseo de construir un universo personal. La insistencia en la especulación, en un auténtico talante especulativo (“2984”), el trasfondo filosófico (“Acero”), en un lenguaje a veces muy cercano a la poesía, son una muestra de ello. No se puede hablar de Prochazka en términos definitivos, porque en todas las vertientes que practica, más allá de seguir un rumbo convencional, prefiere sorprender al lector.
Entonces, que su obra cuentística esté disponible ahora en una edición pulcra, es una circunstancia feliz. Volver a las páginas de Un único desierto, Cuarenta sílabas, catorce palabras (2005), Ocho cuentos de tampoco y todavías(2021) y dos textos inéditos o poco conocidos (“Like a Rolling Stone” y “Smisek en la casa Miró”) es internarse en un inventario de cambios que han afectado para bien los derroteros del cuento en el Perú, en especial en vertientes que se han propuesto, como ocurre en muchos cuentos de Prochazka, no afincarse para siempre en lo mimético.
Todos los cuentos. Enrique Prochazka. Lima: Campo Letrado, 2024.