Alonso Rabí Do Carmo

Carnets, brevetes, microensayos y otras especies

"Más allá de las solemnidades propias del Bicentenario, leer estos brevetes (¿reencarnación en breve de las tradiciones de Palma?) nos da la posibilidad de enfrentar los hechos históricos con espíritu lúdico."

En 1647, Baltasar Gracián anotó en su Oráculo manual y arte de prudencia: La brevedad es lisongera, y mal negociante; gana por lo cortés lo que pierde por lo corto. Lo bueno, si breve, dos vezes bueno”. La escritura breve supone un ejercicio arduo. “Navajas mentales” llamaba el cubano Regino Boti a esos textos económicos y de rigurosa concisión que llevaban impresa la virtud de proyectarse mucho más allá, suscitando amplias reflexiones. 

La brevedad está presente tanto en el terreno de la creación de ficciones cuanto en escrituras más referenciales. En la tradición latinoamericana probablemente sean el guatemalteco Augusto Monterroso o el argentino Marco Denevi dos de los campeones del micro cuento (además el primero ostenta el honor de ser el autor del cuento más breve del mundo, esas siete palabras que dan vida plena al dinosaurio). En el orden de la no ficción, en una escritura que emula al carnet y coquetea con el ensayo, es quizá Eduardo Galeano y su enorme proyecto narrativo titulado Memorias del fuego el que se lleve los laureles.

Brevetes de historia universal del Perú es el más reciente libro de Fernando Iwasaki (1961), escritor peruano afincado hace ya buenas décadas en España. Estos “brevetes”, alusión algo burlesca a la brevedad y a la vez pedido de licencia, son en realidad, un conjunto de lacónicos pasajes históricos, citas de textos olvidados y semblanzas a vuela pluma escritas con extrema economía. Vistos en su totalidad, todos estos fragmentos forman un mosaico narrativo en cuya trama se dan cita la historia y la melancolía no por un pasado épico, sino por una historia de episodios modestos y en muchos casos desconocidos, aunque no por ello menos significativos.  

Dos elementos destacan aquí, aunque se trate de presencias transversales en buena parte de la obra de Iwasaki: uno es el humor, otro logro solo posible con prolijidad de artesano; otro, la erudición, el gusto por el dato asombroso, el regusto por solazarse en fuentes que al mortal de a pie podrían resultarle incluso esotéricas. El inicio del libro es un ejercicio imaginario, pero no imposible: un encuentro entre Cervantes, recaudador de impuestos de paso por Montilla, donde vive nuestro Garcilaso. 

Se sabe que Cervantes había leído Diálogos de amor, de León Hebreo, en la sutil traducción del italiano acometida por el Inca. Era 1591. Y ya que ambos coinciden en la misma ciudad, uno tiene la impresión de que existen las mismas posibilidades de que dicho encuentro se realizara o no. En todo caso, Iwasaki sella el momento de manera brillante. Cervantes ha tocado la puerta de Garcilaso y entonces ocurre este diálogo: “–¿Quién busca al Inca?” “—Miguel, señor” “–¿Qué Miguel?” “—Miguel de Cervantes, señor” (p. 13).

No faltan los héroes populares y su aura de tragedia. En el texto que dedica a Luis Pardo, “el famoso bandolero”, Iwasaki apunta: “…tenía 35 años cuando el ejército y los gamonales lo cazaron en enero de 1909, pero seis meses más tarde un poeta anónimo le dedicó una décima que luego se transformó en el vals “La Andarita”, en memoria de su esposa. La letra dice que tenía el alma de armiño” (p.77).

Cabe ahora dilucidar un aspecto del título de este libro: los términos “universal” y “del Perú” en clarísima contigüidad. Y es que hay personajes como el inglés Peter Dennis Daly, avecindado en Lima desde 1887 y que logró sobrevivir al naufragio del Titanic en 1912, quizá por prodigio de la estampita de la Virgen del Perpetuo Socorro del Rímac que llevaba consigo. “El señor Daly regresó a Lima, donde pasó los últimos años de su vida cuidando el jardín de casa, jugando al solitario, sosteniendo partidas de ajedrez por correo y comiendo rábanos de su huerto, como cualquier súbdito inglés” (p.85). La historia local, bien vista, tiene fronteras muy porosas.

Otros textos se asemejan más al estilo de Prosas apátridas, de Julio Ramón Ribeyro. Un buen ejemplo de esa filiación es “Paraíso: I, 25” donde Iwasaki aboga por un inventario “de los árboles de la poesía peruana” (p.95). Allí rememora, entre otras especies, los castaños que admiró Vallejo en París, los mangos que deleitaban a Antonio Cisneros o el granado de la casa muerta de Javier Heraud, para no mencionar el enigmático rosedal que intenta desentrañar Silvio en ese enorme cuento de Ribeyro. 

Más allá de las solemnidades propias del Bicentenario, leer estos brevetes (¿reencarnación en breve de las tradiciones de Palma?) nos da la posibilidad de enfrentar los hechos históricos con espíritu lúdico. Naturalmente, eso no es poco decir.

Brevetes de historia universal del Perú. Fernando Iwasaki. Lima: Alfaguara, 2021.  

¹El vals fue compuesto por Abelardo Gamarra, escritor y periodista de reconocidos quilates que se hacía llamar “El Tunante”.

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Alonso Rabí Do Carmo es profesor ordinario de la Universidad de Lima, donde imparte cursos de Lengua, Literatura y Periodismo. Estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y obtuvo el Doctorado en Literatura Latinoamericana por la Universidad de Colorado. Ejerce el periodismo desde 1989.

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Iwasaki, Literatura

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