Juan Carlos Guerrero

La novia de Chucky en palacio

“El uso del humor y de referencias al cine de terror puede parecer una salida ingeniosa para su círculo de confianza, pero, a medida que la crisis persiste y se agrava, la falta de respuestas concretas resulta en un desgaste irreversible de su autoridad”

[La columna deca(n)dente] En el ejercicio del poder, las autoridades políticas enfrentan no solo la toma de decisiones estratégicas, sino también el manejo cotidiano de las percepciones públicas. En contextos de crisis, como la actual en el país, recurren a diversas estrategias discursivas para defenderse de las acusaciones, mantener su legitimidad y desviar la atención de problemas públicos como la inseguridad ciudadana o los incendios forestales. El caso de la presidenta Dina Boluarte, quien ha sido acusada de ayudar al prófugo y excompañero de partido Vladimir Cerrón a escapar en un vehículo presidencial, denominado “cofre”, ilustra el uso del humor y las metáforas del cine de terror como medios para desviar la atención.

Cuando Boluarte declara que quienes formulan tales acusaciones parecen ‘Chucky y su novia’ y fabrican ‘historias de terror’, utiliza una estrategia retórica: la ridiculización de sus críticos para deslegitimar sus acusaciones. Sin embargo, pese a estos esfuerzos, la realidad es que casi nadie le cree. Los intentos de la presidenta de desviar la atención no han dado resultados, y su referencia a personajes de cine de terror se percibe más como un acto de desesperación que como una defensa efectiva. Este tipo de comparación, que busca trivializar las acusaciones, no logra ocultar la gravedad de las situaciones que enfrenta su administración.

La metáfora del «terror» refuerza esta idea, sugiriendo que las acusaciones carecen de fundamento y buscan causar miedo y desconcierto. Al presentarlas como parte de una «historia de terror», Boluarte comunica que son inventos para sembrar caos en su gestión. Sin embargo, esta estrategia es contraproducente, ya que al ignorar las preocupaciones legítimas de la ciudadanía y, en lugar de abordar los problemas, Boluarte corre el riesgo de quedar atrapada en su propio juego retórico. La frivolidad en el discurso puede tener un costo a largo plazo. Aunque es efectiva para desviar la atención y desacreditar rápidamente a los opositores, puede ser vista como una absoluta falta de seriedad ante temas importantes.

Cuando, desde la ciudadanía, se demanda transparencia y asunción de responsabilidades, la excesiva trivialización de las acusaciones puede minar la confianza en su liderazgo. Al depender demasiado de estas tácticas, Dina Boluarte no solo erosiona la credibilidad de su gestión, sino que también profundiza la percepción de que el poder se ejerce sin rendir cuentas adecuadamente. El uso del humor y de referencias al cine de terror puede parecer una salida ingeniosa para su círculo de confianza, pero, a medida que la crisis persiste y se agrava, la falta de respuestas concretas resulta en un desgaste irreversible de su autoridad.

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Chucky, Crísis, Dina Boluarte, humor, Vladimir Cerrón

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