[La columna deca(n)dente] La política nacional atraviesa una de sus etapas más críticas en décadas, y un fenómeno que ilustra esta crisis es el «reciclaje» de ministros en el gobierno de Dina Boluarte. Recurrir a exministros no es solo una señal de falta de renovación, sino también un síntoma de que, en el actual contexto, nadie quiere asumir el desafío de ser ministro. Este hecho revela problemas profundos que van desde la debilidad del gobierno hasta el desencanto generalizado con la “clase política”.
Uno de los principales factores que explican este «reciclaje» es la falta de legitimidad que enfrenta el gobierno de Boluarte. Desde que asumió la presidencia, Boluarte ha navegado en aguas turbulentas. Su administración enfrenta una desaprobación ciudadana que ronda el 95%, según diversas encuestas. En este escenario, atraer a nuevas figuras con conocimiento, capacidad y legitimidad para asumir cargos ministeriales se ha vuelto una tarea casi imposible.
Muchos políticos y técnicos competentes prefieren mantenerse al margen antes que unirse a un gobierno deslegitimado. Ser ministro en este contexto implica asumir un cargo de alto riesgo, con escasas posibilidades de éxito y un altísimo costo político. ¿Quién querría sumarse a un gobierno así? La respuesta es clara: muy pocos. Por ello, Boluarte se ve obligada a recurrir a exministros que, en el mejor de los casos, conocen los desafíos del cargo, aunque no necesariamente representan una solución innovadora.
El «reciclaje» de ministros también refleja la persistencia de prácticas políticas tradicionales, como el clientelismo y las lealtades personales. En muchos casos, el regreso de exministros responde más a acuerdos políticos detrás de escena que a una evaluación objetiva de su idoneidad o desempeño previo. Esto limita la capacidad del gobierno para responder a las demandas ciudadanas como la de seguridad.
El «reciclaje» de ministros no pasa desapercibido para la ciudadanía. Para muchos ciudadanos y ciudadanas, este fenómeno refuerza la percepción de que la política está estancada y dominada por las mismas figuras de siempre. Esto alimenta el descontento y la desconfianza en las instituciones, ya que se interpreta como una falta de voluntad para impulsar cambios reales. Además, cuando los exministros reciclados estuvieron involucrados en gestiones anteriores cuestionadas o poco exitosas, su regreso puede verse como una falta de rendición de cuentas y una clara indiferencia hacia las demandas ciudadanas, lo que debilita aún más la credibilidad del gobierno de Boluarte.
El «reciclaje» de ministros en el gobierno de Dina Boluarte es un síntoma de la crisis política y de representación que vive el país. Refleja la falta de renovación en la “clase política”, la debilidad del gobierno para atraer nuevos talentos y la persistencia de prácticas tradicionales que perpetúan la concentración del poder en un grupo reducido de personas. Este fenómeno, lejos de aportar estabilidad, exacerba el desencanto ciudadano.
En un contexto donde nadie quiere ser ministro, el gobierno de Dina Boluarte se ve obligado a depender de figuras del pasado, lo que solo profundiza la crisis. Para romper este círculo vicioso, se necesitan reformas estructurales que permitan una renovación política genuina y una mayor participación de nuevos liderazgos políticos. Mientras tanto, el «reciclaje» seguirá siendo un recordatorio de que, en la política peruana, la falta de alternativas es tan preocupante como la falta de voluntad para cambiarla.