Mucho cuidado con hacerle el juego a Pedro Castillo con el sainete que viene montando en su juicio oral. No cabe burlarse ni tildarlo de ignorante o de bruto, cuando claramente lo que está desplegando es una estrategia inteligente de acción política.
Castillo busca victimizarse y cosechar aprobación popular, que sabe que ya tiene en alguna medida, y favorecer a los candidatos que traten de recoger su herencia en el venidero proceso electoral y eventualmente, de darse el triunfo de alguno de ellos, apostar allí a un indulto que lo saque de prisión.
Aplicar el escarnio simplón frente a ello solo lo ayuda en su propósito. Le confirma al pueblo que las élites -entre las cuales ubica al periodismo- maltratan a un expresidente por pobre y humilde, y no recala en que se le juzga merecidamente por su propósito golpista, además de soslayar el monstruoso desmadre político que fue su gobierno, con la complicidad de casi toda la izquierda.
Es menester demoler políticamente a Pedro Castillo, pero no repitiendo el bullyng inocuo y contraproducente que se le aplicó en la campaña electoral, sino mostrando con objetividad las enormes corruptelas de su corto régimen y exponiendo hasta el cansancio el video de su pretendido golpe, que mucha gente parece haber olvidado.
Eso es tarea de la prensa y de la clase política democrática. Castillo es una mancha republicana que debemos borrar y evitar que quede grabada en cierta memoria popular como un gobierno que no pudo ejercerse por la feroz oposición de los sectores acomodados y la prensa servil a los poderosos, que es la narrativa que sus huestes reiteran hasta el agotamiento.
El gobierno de Castillo fue el peor de los últimos lustros y de haber continuado habría conducido al Perú a su ruina económica, política y moral. Eso es lo que debe quedar instalado en la memoria colectiva y evitar que la victimización que viene aplicando surta efecto. De permitirlo solo habremos contribuido a labrar un destino electoral nuevamente indeseado el 2026.