Manuel Barrantes

¿Vivimos en una simulación computacional?

"La idea es que el avance de la tecnología va de la mano con el avance del poder bélico y las armas de destrucción masiva, y por lo tanto sea casi un hecho de que la civilización humana se destruya a sí misma antes de llegar a la madurez tecnológica."

Hace casi veinte años, el filósofo Nick Bostrom, de Oxford University, escribió un artículo que alcanzó una fama inusual para un artículo académico. En él Bostrom sostiene que existe la posibilidad de que actualmente estemos viviendo dentro de una simulación computacional. A su vez, este argumento ha sido difundido hacia el público en general por personalidades del mundo de la ciencia y la tecnología tales como Elon Musk y Neil deGrasse Tyson.

Bostrom no se refiere a simulaciones como las de la película The Matrix, en la que millones de personas están conectadas a una computadora que estimula su cerebro para crear un mundo de sueños. En este tipo de simulación es el cerebro (y el resto del sistema nervioso) el que genera una realidad virtual, tras ser estimulado adecuadamente por la computadora. La logística que requiere ese tipo de simulación hace que sea implausible que actualmente estemos viviendo en una de ellas.

El argumento de Bostrom, por el contrario, no se centra en simulaciones que parten de un substrato biológico, sino que el substrato de la conciencia es el hardware mismo de la computadora. Eso es justamente lo que le da plausibilidad al escenario.

Bostrom parte de dos premisas, y a partir de ellas obtiene una conclusión que abre tres escenarios posibles. La primera premisa es la de la inteligencia artificial. La idea es que la conciencia humana no depende esencialmente de una base biológica, sino que puede ser generada (tal vez no ahora pero sí en el futuro) por una base no biológica, tal como un procesador de silicona. Esta tesis implica que es posible desarrollar máquinas que no solo actúen como los humanos, sino que posean una vida mental, un mundo interior. La segunda premisa es que, dado lo que conocemos actualmente acerca de las leyes de la naturaleza, es posible (tal vez no ahora pero sí en el futuro) crear computadoras que sean capaces de generar mundos simulados que reproduzcan el mundo real con niveles de detalle suficientes como para que sean indistinguibles del mundo real.

En base a estas dos premisas, Bostrom razona de la siguiente manera. Si es posible crear conciencias en base al hardware de una computadora, entonces es posible también crear todo un universo para que dichas conciencias interactúen entre sí. Una civilización suficientemente avanzada podría crear computadoras que simulen miles de millones de conciencias interactuando en un mundo puramente virtual, pero que sea indistinguible del nuestro. Llamemos M 0 al mundo real, en el que vive dicha civilización avanzada, y M 1 al mundo en el que vive la civilización simulada.

Si ese mundo M 1 es indistinguible del nuestro, entonces para ellos también será posible crear una simulación. Así se origina el mundo M 2 , y luego M 3 , M 4 , etc., en una cadena que se puede prolongar casi infinitamente. En esa situación, existiría solo un mundo real, y una cantidad enorme de mundos simulados. Entonces, por un principio básico de indiferencia, nuestro mundo no tendría por qué ser el mundo real. Ya que existen tantos mundos simulados, las probabilidades de que nuestro mundo también sea simulado son altísimas. Si ese fuera el caso, nosotros seríamos una simulación de los ancestros de dicha civilización tecnológicamente avanzada, y técnicamente no estaríamos en el año 2021 sino muchos años después.

Ahora bien, hay dos escenarios que podrían bloquear esta situación. Por un lado, es posible que, dadas las características de la especie humana, no sea posible llegar al estado de civilización avanzado que permita crear estas sofisticadas simulaciones. La idea es que el avance de la tecnología va de la mano con el avance del poder bélico y las armas de destrucción masiva, y por lo tanto sea casi un hecho de que la civilización humana se destruya a sí misma antes de llegar a la madurez tecnológica. Si este fuera el caso, entonces las probabilidades de que actualmente estemos viviendo en una simulación serían muy bajas. El segundo escenario es que impedimentos morales, o simplemente apatía, hagan que dicha civilización tecnológicamente madura no esté interesada en crear simulaciones de sus ancestros. En este caso también sería poco probable que estemos viviendo en una simulación.

En resumen, de acuerdo a Bostrom, si aceptamos que es posible que substratos no biológicos generen conciencias similares a las humanas, y que es posible que las computadoras del futuro reproduzcan mundos enteros, entonces tenemos que aceptar como verdadera al menos una de las siguientes tres afirmaciones: o la humanidad se destruirá a sí misma antes de ser capaz de desarrollar estas tecnologías, o sí llegará al nivel en el que pueda desarrollar estas tecnologías pero no estará interesada en hacerlo, o vivimos en una simulación computacional.

Así que ya sabe, señor, señora. Cuando despierte en las noches asustado porque es bastante probable que el actual ministro de trabajo haya sido un senderista que capacitaba a otros senderistas en el arte de armar explosivos, recuerde que hay cosas peores en la vida. Por ejemplo, su entera vida y existencia podría estar ocurriendo en la computadora de un adolescente del futuro sentado en el sillón de su sótano comiendo doritos.

[En la web https://www.simulation-argument.com se puede encontrar el artículo original, así como una versión simplificada de tres páginas, y muchos otros recursos relacionados a este tema. Espero poder escribir una respuesta a este argumento en alguna de mis columnas siguientes]

 

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Bostrom, computadoras, Tecnología

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