Muerte, indiferencia y odio. El presente de las personas transexuales en el Perú atraviesa un periodo crítico y, pese a las campañas contra la discriminación, sus relatos reflejan que siguen siendo ciudadanos de segunda categoría. Sudaca ha conversado con algunas de ellas para conocer las historias de quienes padecen la cara más violenta de la sociedad peruana.
Con las manos juntas como en un último intento de conseguir misericordia y una mirada que combinaba la tristeza y el miedo, así fueron los últimos momentos con vida de Ruby Ferrer la noche del 12 de febrero. Estas impactantes imágenes del asesinato de esta mujer trans no provienen de una cámara de seguridad ni de un testigo casual, el encargado de registrar sus segundos finales fue su verdugo, quien tampoco dudo en filmar la manera en que, sin piedad alguna, disparaba por lo menos treinta veces al cuerpo de Ruby en una zona alejada del distrito de Carabayllo.
Durante los días y semanas siguientes, el asesinato de Ruby convocó a sus amigos y otras mujeres trans a las calles para reclamar por justicia ante lo que parece ser otro caso de mafias dedicadas a la explotación sexual que cobran cupos. Sin embargo, el innegable ensañamiento por parte del asesino de Ruby Ferrer vuelve a poner la atención en la violencia que padecen las personas transexuales en el Perú y que, sin importar el color político de los gobiernos y parlamentos de turno, parece ser un problema minimizado y postergado.
Sudaca ha conversado con integrantes de la comunidad trans en el Perú para conocer cuáles son las vivencias que deben afrontar en un país donde la discriminación se ha convertido en un problema diario y cómo la indiferencia es la principal cómplice de casos como el de Ruby Ferrer.
“Todas las puertas se cerraron”
Gianna Camacho estudió para ser comunicadora y, durante sus primeros años en este rubro, todo parecía marchar mejor de lo esperado. Había realizado enlaces en vivo para programas de televisión y también tenía experiencia en oficinas de comunicación del sector público y privado. «Mi carrera iba avanzando», cuenta Gianna al recordar aquellos años. Sin embargo, esta carrera en ascenso no sólo encontraría un obstáculo sino que retrocedería hasta el punto inicial el día que Camacho tomó la decisión de vivir con el género con que se sentía identificada.
«Todas las puertas se cerraron como si automáticamente mis conocimientos y experiencia profesional hubieran desaparecido», recuerda. Aunque confiaba en sus capacidades, los comentarios de sus antiguos colegas no eran alentadores. «Me dijeron que me olvide del periodismo, que el Perú no estaba preparado para una periodista trans y pasará mucho tiempo antes que vuelva a trabajar», relata.
En el sector público, donde Gianna también tenía experiencia laboral, la historia no fue diferente. «Me dijeron que iba a tener que lidiar con funcionarios mayores y que el sector público es más cerrado y no iba a encajar», recuerda Camacho sobre las excusas que le daban para negarle puestos en los que poco tiempo atrás se había desempeñado sin mayor dificultad.
Su carrera parecía haber llegado a su final y no por un error en el trabajo sino sólo por el hecho de ser una mujer trans. «Al inicio fue un golpe. Estaba hasta el suelo y bajoneada», recuerda. Ante unas puertas que no parecían estar próximas a abrirse nuevamente para ella, Camacho se resignó a olvidar el mundo de las comunicaciones y empezó a trabajar en una peluquería.
No obstante, su historia cambiaría un tiempo después. «Mientras estaba en la peluquería hubo alguien que me dijo ¿por qué te has dejado vencer y has aceptado el rol que te da la sociedad?», relata Gianna y explica que eso la llevó a cuestionar el papel que durante muchos años había visto que se les imponía a las mujeres trans. «¿Por qué voy a aceptar ese rol que nos dice que estamos para ser peluqueras, hacer reír o prostituirnos? », critica.
Según cuenta Gianna, fue esa indignación la que impulsó su incursión en el activismo en defensa de la población trans y, como fruto de su dedicación a estas luchas, logró convertirse en coordinadora del Observatorio de Derechos Humanos LGTB de la Universidad Cayetano Heredia.
Sin embargo, estos logros personales no lograron que el trato que recibe por parte de un importante sector de la sociedad se acerque al respeto que tanto anhelan y hasta los encargados de velar por la seguridad parecen posicionarse como sus enemigos. «Una vez a un amigo lo estaban asaltando y fui corriendo a la comisaría que estaba a media cuadra para pedir ayuda. El policía me miró, se rió y me dijo que no podía porque su compañero estaba descansando», relata y agrega «lo peor es que luego me dice “mañana tengo el día libre, ¿qué vas a hacer tú mañana?”».
«No gozamos de una ciudadanía plena», comenta Camacho sobre el presente de las personas trans en el Perú. Por ello no dudó y se sumó a las mujeres trans que salieron a las calles a reclamar una pronta respuesta por parte de las autoridades tras el asesinato de Ruby Ferrer. «Nosotras salimos a reclamar que paren la ola de violencia contra las mujeres trans, porque siempre que nos matan lo hacen de forma violenta. Siempre somos descuartizadas, apuñaladas, nos cortan la lengua o nos sacan los ojos», señala al respecto.
Para Gianna, la muerte de Ruby no sólo expone la problemática con respecto a las mafias de explotación sexual sino el resultado de la discriminación que padecen las mujeres trans y que, como en un momento le pasó a ella, las lleva a quedarse sin oportunidades laborales. «Para que esté parada en esa esquina es porque pasó, durante su vida, por exclusión por su identidad de género. Está ahí parada por la transfobia y teniendo que sobrevivir de esa forma hasta que fue asesinada», explica.
Lesly Quispe, actriz y mujer trans, también ha vivido en carne propia la falta de oportunidades laborales debido a su identidad de género. «Postulé a varios trabajos y pasé el casting. Me decían que les había gustado mi perfil, pero al entregarles mi documento de identidad las cosas cambiaban», relata Lesly. «Me decían que me llamarían y esa llamada nunca llegaba», recuerda con respecto a esas experiencias en las que sintió que su talento no fue un problema sino su condición de mujer trans.
Pese a que destaca que las nuevas generaciones tienen una visión más inclusiva con respecto a la población trans, Lesly considera que el Perú todavía está lejos de un cambio significativo que tenga un impacto considerable en la vida de mujeres trans como ella. «Fue y sigue siendo muy difícil», cuenta.
Para Quispe, un cambio importante sería la posibilidad de tener un documento de identidad que represente a las mujeres trans. «Es necesario para nosotras tener una ley de identidad de género, porque con ello podemos abrirnos paso a poder adquirir nuevos derechos, un trato más amigable en centros de salud, acceder a trabajos, recibir educación sin ser víctimas de bullying, etc. Cambiarían muchos de los problemas en los que estamos envueltas», expone al respecto.
Lesly sabe que el camino hacia un Perú inclusivo todavía es largo, pero considera que mediante la educación se podrían empezar a gestar los cambios para que, en un futuro, la población trans no deba pasar por experiencias como las que ella atraviesa. «No deberían tener miedo sino estar informados para que, cuando algún miembro de su familia se oriente hacia una identidad de género distinta, tengan las herramientas necesarias para explicarle que no está mal», comenta sobre la importancia de hablar del tema desde la etapa escolar.
Aunque durante el mes de junio se ha vuelto más común ver marcas que se suman a la celebración de la comunidad LGTB, Lesly siente que el Perú todavía «está estancado en esos temas». «En junio todos se acuerdan de la comunidad y que el amor es solamente uno, pero es por un tema de moda e imagen. El resto del año se olvidan de nosotros. En especial de las mujeres trans que día a día estamos expuestas a violencia, discriminación y falta de oportunidades», agrega.
DATOS QUE PREOCUPAN
Según información publicada por la Defensoría del Pueblo, el 5.1% de mujeres trans cuentan con educación secundaria completa y el 62.2% se dedica al trabajo sexual ante la falta de oportunidades laborales en otros rubros. Aunque el dato más alarmante es que el 95.8% de mujeres trans manifiesten haber sido víctimas de violencia.
Para Janett Cuyutupa, especialista de Promsex – Centro de Promoción y Defensa de los Derechos Sexuales y Reproductivos, el rechazo de las familias es un factor importante para entender el preocupante número de mujeres trans que se dedican al trabajo sexual. «Cuando se hacen visibles las botan de sus casas y no tienen oportunidades. Muchas veces se dedican a la prostitución. Si han salido de sus casas expulsadas, no tienen los recursos económicos ni oportunidades», explica.
Además, Cuyutupa agrega que el abandono por parte de las familias, la incursión en el mundo del trabajo sexual y las dificultades para continuar estudiando convierte a las mujeres trans en un grupo vulnerable a las enfermedades de transmisión sexual (ETS) que pueden ser mortales. «Muchas veces están expuestas a ETS y muchas veces no están informadas al respecto por lo que pueden morir», señala.
La especialista considera que un primer paso para ayudar a la comunidad trans sería una ley de identidad de género que les permita tener un DNI que las represente. «Para ellas es una humillación cuando las llaman por el nombre con el que no tienen ninguna relación», comenta Janett y agrega que esta iniciativa se podría complementar con la implementación del cupo laboral trans.
Entre el odio y la exclusión, el presente de las personas trans en el Perú es indudablemente crítico e historias como las de Ruby Ferrer parecen estar condenadas a repetirse de forma interminable si no se pone atención a los reclamos de peruanos y peruanas que, a diferencia de lo que alegan los grupos ultraconservadores, no buscan privilegios sino la posibilidad de vivir con una dignidad que hasta ahora se les ha negado.