Alonso Rabí do Carmo

Secretos del aguafuerte

“Partiendo siempre de una situación cotidiana (una visita, la llegada a un lugar, la observación del paisaje o de cualquier otro objeto del entorno) ocurre una “intervención” maquinada desde la rica subjetividad del narrador, que nos va guiando en este arte de descubrir el asombro allí donde pensábamos que solo había aire o humo”

En el arte pictórico, el aguafuerte es una técnica que busca crear un efecto de relieve en ciertas superficies del soporte, protegiéndolas de la corrosión producida por la aplicación de ácidos o sustancias similares. De esta manera, partes de una obra serán más visibles o notorias que otras, sin que por ello se sacrifique, necesariamente, la totalidad de la pieza.

En literatura el aguafuerte parece establecer unas coordenadas analógicas con su pariente en planchas de metal, pues ciertos segmentos del texto podrán hacerse notar con más intensidad (relieve, digamos) que otras, ya que, al ser una combinación de ensayo breve, crónica y relato personal, uno puede encontrar porciones de texto más brillantes y sugerentes, sin perjuicio del texto global.

En medio de su hibridez, el aguafuerte tiene una tradición interesante en América Latina, destacando el argentino Roberto Arlt (autor de la magnífica novela El juguete rabioso, 1926), uno de sus más consumados cultores. En Arlt, hay que señalarlo, el aguafuerte fue sobre todo un conjunto de experiencias de viaje que luego se trasvasan al relato. Casi podríamos afirmar que Arlt viaja para escribir.

Sin embargo, en ese camino, aparecen otros rasgos que marcan al aguafuerte como subgénero: la pintura de impresiones y sensaciones personales frente al entorno, la agilidad argumental, la observación social y sus contrastes íntimos, desde la reflexión hasta la memoria o el apunte histórico o literario, en el contexto de una especie de melancolía gozosa y personal. 

Mucho de esto hay en Arlt, pero también en el trabajo de un escritor peruano, Carlos Schwalb, quien ha entregado hace poco más de un año a sus lectores un volumen con un título muy explícito: Aguafuertes. Los textos de Schwalb privilegian la reflexión y una suerte de mirada interior que va sumergiendo al lector en la intimidad de la voz narrativa. Esto ocurre en el contexto de un hábil tejido textual, con un lenguaje preciso y que, en más de una ocasión, se acerca a un ánimo poético. 

El texto inaugural de este libro resulta muy sintomático. Si habíamos mencionado la posibilidad de una analogía entre la práctica plástica del aguafuerte y su manifestación en la escritura, este texto que sirve de pórtico nos ofrece toda una poética partiendo de la relación entre el sujeto y un instrumento que materializa lo textual: el lapicero. En la página 15 se lee: “Personalmente, no me bastan los libros para encausar mis energías creativas. Si no hay cuadernos y lapiceros a mi alcance, para mí es igual que nada. Así como los alambres de cobre son excelentes conductores de la energía eléctrica, los lapiceros son excelentes conductores de la energía anímica. Una casa con una biblioteca bien surtida me lleva a suponer que su dueño posee una fecunda vida interior, pero una casa con lapiceros me revela que esa vida se halla en estado de ebullición, como un horno a presión que necesita una válvula de escape para no estallar”.

Exquisitez sin alambicamientos innecesarios, ironía, inventiva. ¿Para qué? Para descubrir esas zonas insólitas de lo cotidiano, zonas que normalmente nos nubla la rutina. Schwalb descorre, con sus aguafuertes, aquello que normalmente no vemos. “Mi amigo el poeta”, por ejemplo, es uno de los textos más interesantes del libro. Este aguafuerte suma elementos fantásticos y de relato extraño; añade humor y configura una singular alegoría del poeta y su libertad creadora. El poeta personaje de este texto es alguien que va perdiendo paulatinamente contacto con el suelo y en algún momento el narrador informa que “baila como si levitara” (p. 53). Sus sueños tienen un mayor sentido de realidad que su propia existencia, que es más bien pesadillesca, pues cada vez va elevándose más sobre la tierra. Mención aparte: Me dejó la impresión de estar frente a un velado homenaje al Licenciado Vidriera, uno de los grandes enajenados de la literatura. 

Cada aguafuerte de Schwalb nos reserva un giro sorpresivo. Partiendo siempre de una situación cotidiana (una visita, la llegada a un lugar, la observación del paisaje o de cualquier otro objeto del entorno) dan pie a una “intervención” maquinada desde la rica subjetividad del narrador, que nos va guiando en este arte de descubrir el asombro allí donde pensábamos que solo había aire o humo. Estos aguafuertes transitan caminos imprevistos, tienden puentes entre la realidad y su distorsión a través de lo fantástico o del enrarecimiento de la percepción de la realidad. Su lectura consiente un encuentro con esos secretos que revelan profundas verdades sobre la vida. 

Carlos Schwalb. Aguafuertes. Lima: Garamond, 2024. 

Tags:

aguafuerte, Carlos Schwalb, narrativa peruana

Mas artículos del autor:

"Chabuca Granda a viva voz"
"El joven Porras"
"Secretos del aguafuerte"
x