Carla Sagastegui

A la reja

"Las cárceles peruanas, como en todo el mundo, también albergaron enemigos políticos... Y también el Perú ha encarcelado presidentes de la República y espera seguir haciéndolo."

Las prisiones, a lo largo de la historia, han cumplido diversas funciones, no solo la de recluir a delincuentes y asesinos para salvar a la población de sus garras. Los estudios de Michel Foucault nos lo dejaron muy claro y un país como Estados Unidos es un buen ejemplo. Es el país con más personas encarceladas del mundo, de las cuales buena parte trabaja sin sueldo y un alto porcentaje son negros y latinos. Tienen prohibido votar desde el año 1974 y, en algunos estados, ni siquiera al salir recuperan su condición ciudadana.

En el Perú, las cárceles de mujeres eran dos en el siglo XIX, la del Buen Pastor y la de Santo Tomás. La primera recluía a mujeres sin necesidad de haber pasado por un juicio, sino llevadas por sus padres, esposos o la iglesia. Estaba a cargo de la congregación del Buen Pastor, especializada en correccionales para mujeres descarriadas. Era una institución fuera de la ley que mediante actividades semiclandestinas se encargaba de las mujeres infieles y las hijas rebeldes de la capital. La cárcel de Santo Tomás, la primera prisión oficial exclusiva para mujeres, también estableció con un sentido correccional (como las mujeres éramos más dóciles), pero en él se retenía a las mujeres enjuiciadas, prostitutas y borrachas que se dedicaban a producir desde cortinas hasta cajas para cigarros. Contaba además con una escuela correccional para menores en la que se educaba disciplinadamente a las criadas domésticas que luego se ofrecían tras su liberación.

Las cárceles peruanas, como en todo el mundo, también albergaron enemigos políticos: dirigentes obreros de la fábrica textil de Vitarte, intelectuales de la talla de Víctor Raúl Haya de la torre y José Carlos Mariátegui; escritores como César Vallejo, José María Arguedas, que escribió la breve pero impresionante novela El Sexto sobre el penal en el que estuvo encerrado, o Magda Portal, quien consiguió que se pusieran duchas para las presas durante su estadía en Santo Tomás. Ciro Alegría, aprista rápidamente apresado, fue liberado durante la Revolución de Trujillo, capturado en Cajamarca y luego encarcelado en el Panóptico, cómo se llamaba popularmente a la Penitenciaría de Lima, donde conoció casi como himno el Yaraví “José Vilches” de Montes y Manrique. En su novela El Mundo es Ancho y Ajeno, fue Rosendo Maqui quien escuchó a los presos cantar:  “calabozo de mis penas, sepultura del olvido, donde se muestran ingratos, mis amigos tan queridos”.

Y también el Perú ha encarcelado presidentes de la República y espera seguir haciéndolo. Augusto B. Leguía, derrocado por Luis M. Sánchez Cerro, fue desembarcado cuando iba al exilio en Panamá. Pasó de El Frontón al Panóptico mientras su casa fue asaltada por la muchedumbre. Estuvo el último año de su vida sin luz, sin condiciones higiénicas y sin amigos (como anunciaron los compositores criollos tiempo atrás).  Murió en el Hospital Naval del Callao. Por el contrario, Alberto Fujimori, quien purga 25 años por crímenes contra los Derechos Humanos, hoy cuenta con una cárcel excepcional, sin celdas y con amplitud de visitas, dentro de la Dirección de Operaciones Especiales de la Policía (DIROES). Tiene biblioteca, taller de pintura, cocina, sala de reuniones, enfermería y huerto. Francisco Morales Bermúdez, condenado en Italia por el Plan Cóndor, murió en prisión en su hogar, donde también está confinado Pedro Pablo Kuczynski por lavado de activos. Alan García no quiso enfrentar ni el juicio y se suicidó.

Ollanta Humala tuvo prisión preventiva por la misma razón y ahora libre espera los resultados del juicio. Aún se aguarda la repatriación de Toledo por la misma causa. El congreso consiguió que se interrumpiera la investigación del ministerio público contra Manuel Merino por las muertes durante las movilizaciones en su contra. Pero al mismo tiempo, un parlamento anterior consiguió la vacancia de Martín Vizcarra, y el actual busca ahora la de Pedro Castillo, investigados ambos por comisión de delitos contra la administración pública y aprovechamiento del cargo con la evidencia de los colaboradores eficaces. Ya la prensa peruana, dolida por el retiro de los fondos publicitarios del Estado, se encargará de contarnos con pasión y detalle cuáles serán las celdas o las estancias a las que su púbico exaltado los quiere ver llegar.

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política peruana, presidentes del Perú, prisión

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