Manuel Barrantes

Contra el Relativismo Moral

“El realismo moral, la idea de que existen hechos morales, puede ser muy difícil de tragar, pero esta dificultad no debe llevarnos automáticamente a adoptar el relativismo. En todo caso, no creo que sea más difícil de tragar que la idea de que existan contextos culturales en los que torturar niños por diversión esté bien.”

Decir que la moral es relativa se ha vuelto sentido común, y se suele tomar como una expresión de sensatez. Lo curioso es que muchas personas creen que esta es la postura predominante entre los filósofos académicos, a pesar de que son pocos los que simpatizan con ella (en un sondeo de philpapers.org, entidad financiada por la asociación estadounidense de filosofía, más del 50% de los filósofos profesionales que respondieron se identificó como realista moral). 

Un realista moral es una persona que considera que existen hechos morales, es decir, que existen acciones o situaciones que son en sí mismas buenas o malas, y que nuestras afirmaciones morales son verdaderas o falsas dependiendo si se corresponden o no con esos hechos. Por ejemplo, es un hecho que la esclavitud está mal, y la frase “la esclavitud está mal” es verdadera justamente porque se corresponde con ese hecho. Igualmente, es un hecho que torturar niños por diversión está mal, y la frase “torturar niños por diversión está bien” es falsa pues no se corresponde con ese hecho. 

Un antirrealista moral es una persona que considera que no existen hechos morales. Entre ellos, un relativista moral es aquél que considera que la verdad o falsedad de las afirmaciones morales es relativa al contexto cultural, social o histórico del individuo que expresa dichas afirmaciones. Por ejemplo, la frase “la esclavitud está mal” es verdadera cuando se profiere en el siglo XXI, pero en principio existirían algunos contextos culturales o históricos en los que la frase sería falsa. Asimismo, la frase “torturar niños por diversión está bien” es falsa desde la perspectiva del siglo XXI, pero podría ser verdadera desde otra perspectiva. 

¿Por qué el relativismo moral es tan popular entre los no-filósofos? Sospecho que la explicación tiene que ver en parte con lo odiosos e insufribles que suelen ser algunos realistas morales. Un ejemplo clásico son los fundamentalistas religiosos, que llaman ‘relativista’ a todo aquel que no piensa como ellos, y ‘tibios’ a los realistas morales que no comparten su fanatismo (además por supuesto de usar las reuniones familiares como tribuna para hablar sin parar sobre virtudes como la humildad y la importancia de escuchar al otro). Otro ejemplo son los darwinistas de pacotilla, que intentan justificar su egoísmo apelando a una noción primariosa de la selección natural, pero que si entendieran algo de evolución sabrían que esta se da no solo a nivel individual sino a niveles más altos de organización (ver, por ejemplo: Samir Okasha, Evolution and the Levels of Selection, Oxford University Press: 2006). 

Hartas de estas deformidades del pensamiento racional, muchas personas optan por el relativismo moral. Sin embargo, mi impresión es que si la gente supiera qué implica realmente el relativismo moral, dejaría de serlo, o por lo menos dejaría de pensar que es la postura más obvia. 

El problema con esta postura es que la clase de referencia suele ser difícil de definir. Tomemos el caso de la esclavitud. ¿Tiene sentido decir que estaba bien en el siglo XVIII solo porque era legal? No es difícil imaginar a algunos esclavos estando en contra de esta práctica. Entonces, ¿relativo a quiénes estaba bien la esclavitud? ¿Las clases de poder? No todos en una sociedad comparten los mismos valores, es más, ni siquiera al interior de una misma familia. Entonces, el riesgo es que este relativismo cultural termine colapsando en subjetivismo moral, la idea de que mis afirmaciones morales son siempre verdaderas porque se refieren a mi propio sistema de valores. Esto anula toda posibilidad de tener una conversación sobre temas morales, y hace que todo cambio de parecer sobre temas morales sea en sí mismo inmoral. El subjetivismo cancela toda posibilidad de emitir juicios morales, y disuelve la noción misma de moral. En ese sentido, el relativismo moral corre el riesgo de colapsar en una forma de amoralidad. 

Esta deconstrucción del relativismo moral no representa una victoria para el realista moral fanático. Tanto el subjetivista moral como el realista moral fanático anulan toda posibilidad de conversación. Ellos quieren ser escuchados porque son los dueños de la verdad moral, y esta deformación no les permite concebir la mera posibilidad de estar equivocados. 

El realismo moral, la idea de que existen hechos morales, puede ser muy difícil de tragar, pero esta dificultad no debe llevarnos automáticamente a adoptar el relativismo. En todo caso, no creo que sea más difícil de tragar que la idea de que existan contextos culturales en los que torturar niños por diversión esté bien. 

Que uno crea que existen hechos morales no implica que sepa cuáles son estos hechos. Si algo nos enseña la práctica científica es que la mejor forma de averiguar cuáles son los hechos es creando comunidades que tengan como principios rectores el diálogo permanente, el respeto por la evidencia, el buen razonamiento, y la humildad. 

* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas. Obtuvo su doctorado y maestría en filosofía en la Universidad de Virginia, y su bachillerato y licenciatura en la PUCP.  

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