Liz Meléndez - Sudaca.Pe

En el peor escenario, el camino es la defensa de la democracia y de la igualdad.

Los resultados electorales del 11 de abril han definido una segunda vuelta inesperada pero que refleja la situación dramática que tiene el país

Los resultados electorales del 11 de abril han definido una segunda vuelta inesperada pero que refleja la situación dramática que tiene el país. La pandemia está ahogando a las/los ciudadanos en la desesperación, la pobreza y el miedo. Las desigualdades se han profundizado y el Estado pierde legitimidad por su ineficiencia frente a un problema que evidentemente hace mucho que lo sobrepasó.

 

En este contexto propuestas autoritarias y de perfiles antidemocráticos han pasado a la segunda vuelta electoral, dejando a quienes creemos en la democracia y el estado de derecho en una cruel encrucijada, pues, aunque los resultados no nos gusten, estos deben respetarse.

 

Por un lado, Keiko Fujimori es la representante de la dictadura, cuyo perfil autoritario se expresa no sólo en la falta de reconocimiento de las graves violaciones a los derechos humanos que se cometieron en el gobierno de su padre Alberto Fujimori; sino además su afán por el poder la convirtió a ella y a su bancada en una barrera permanente para la gobernabilidad durante los últimos años, mostrando así su poco respeto por la democracia.

 

Si hay un partido que se opone de forma constante a los derechos humanos particularmente de las mujeres y de la población LGBTIQ+, es el partido Fujimorista. Su tradición autoritaria, prepotencia, clasismo, vínculos con la corrupción y con grupos antiderechos han hecho de este actor político uno de los principales operadores de la discriminación y la violencia de género.

 

Al otro lado tenemos a Pedro Castillo, quién logro la preferencia del electorado en 17 regiones del país, muchas de ellas con altos índices de pobreza y desigualdad como lo son Apurímac, Huancavelica, Cajamarca, Junín entre muchas otras. Es imprescindible reconocer que el triunfo de Perú Libre expresa el hartazgo frente a un Estado y sociedad excluyente, clasista y racista.

 

Aunque Pedro Castillo es expresión del descontento de un país golpeado por la desigualdad, no puede dejar de reconocerse que él y su partido representan un riesgo a la estabilidad democrática por sus posturas extremistas y autoritarias. El candidato ha planteado la eliminación del Tribunal Constitucional y el cierre del Congreso si este no sigue sus planes, con lo cual estaría adelantando una posible dictadura.

 

La situación es dramática, pues cualquiera de los dos opuestos son un riesgo real para la estabilidad de las instituciones democráticas; además ambos postulantes se oponen a una cultura de derechos y de forma especial a los derechos de las mujeres y de la población LGBTIQ+.  Lamentablemente, si tienen algo en común es su desprecio por la igualdad de género, lo que los lleva a promover discursos de odio muy peligrosos.

 

A puertas del bicentenario las mujeres y personas de la diversidad tendremos que enfrentar uno de los contextos más adversos de las últimas décadas: El avance de los fundamentalismos es una realidad, en pocos meses posturas autoritarias se instalarán en el poder y buscarán restringir derechos y libertades, lo cual implica un grave retroceso y la profundización de la discriminación.

 

Ante ello, en los próximos años el movimiento feminista, el movimiento de derechos humanos en su diversidad, las organizaciones de sociedad civil y la ciudadanía consciente serán indispensables para vigilar y resistir de forma pacífica al abuso y al autoritarismo. Para lograrlo, necesitamos mucha claridad en nuestra agenda:  los derechos humanos de las mujeres y de las personas LGBTIQ+ no se negocian con nadie.

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Democracia, Liz Meléndez, Resultados

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