Este año celebramos el 78 aniversario del Día de la Canción Criolla. Durante el gobierno de Manuel Prado (1939-1945) se había emitido una resolución suprema para que el día 18 octubre de 1944 se estableciera el primer el “Día de la Canción Criolla” en el Perú. Luego se pidió que no fuera el 18 de octubre, sino el 31. Ese año fue la primera vez que se celebró, mucho antes que Halloween se infiltrara en el imaginario de nuestras clases medias.
Grandes compositores se han dado a través de los años, pero este día se intensifica e identifica más como el Día de la Canción Criolla, pues Lucha Reyes, la Morena de Oro del Perú, falleció un 31 de octubre de 1973. Quién estaba consciente en esa época, aun niño, no recuerda su emotiva interpretación de «Mi última canción», que a todos nos arranca hasta hoy tremendos lagrimones.
El Día de la Canción Criolla es una efeméride peruana en la que se conmemoran los diferentes ritmos y estilos de música sobre todo provenientes de la costa a través de prácticamente tres elementos: voz, cajón (percusión) y guitarra. La mayoría de los peruanos, y sobre todo los limeños, se identifican mucho con la música criolla y celebran su día, ya que se rinde homenaje a algunos de los géneros musicales más representativos del Perú: el vals peruano, el tondero y la marinera. Asimismo, la música criolla recuerda la fusión de influencias musicales tanto indígenas como españolas y africanas. Es decir, nuestra música (como ocurre con la comida y otras expresiones culturales) se convierte en uno de los crisoles de nuestra identidad cultural, atravesando incluso fronteras étnicas y de clase.
Pero esto no es completamente nuevo. Desde tiempos coloniales se veía una relativa tendencia –si bien asimétrica– a la convivencia costeña entre criollos, españoles y afrodescendientes debido a la cercanía de plantaciones y haciendas azucareras. Los afroperuanos, pese a su condición de esclavos, manifestaban sus tradiciones y creatividad, y esta influyó en la formación de ritmos y sonoridades que los criollos poco a poco apreciarían como suyas, aparte de la influencia occidental, como se ve desde el mismo nombre del «vals», al cual se le añade el adjetivo de «criollo» porque ya es algo distinto del original venido de extramares.
Sin embargo, el otro lado del Perú, el lado indígena, contaba desde mucho antes con su variada y riquísima tradición musical. Lo advirtió Manuel González Prada cuando identificó la esencia de la nacionalidad peruana en la población indígena: “no forman el verdadero Perú las agrupaciones de criollos y extranjeros que habitan la faja de tierra situada entre el Pacífico y los Andes; la nación está formada por las muchedumbres de indios diseminadas en la banda oriental de la cordillera”, decía en su célebre «Discurso en el Politeama», de 1888.
Ese sentimiento del fracaso en la Guerra del Pacífico que escudriña González Prada lleva a la paulatina afirmación de un sentimiento de pertenencia a través de formas musicales y culturales en general. Muchos peruanos se vuelven más nacionalistas cuando escuchan sus canciones locales o regionales. El peligro que esto entraña es el chauvinismo regionalista, que prolonga las formas de discriminación de los costeños hacia los serranos.
Pero la creatividad popular, expresada, por ejemplo, en las inmortales composiciones de Felipe Pinglo, Augusto Polo Campos, Chabuca Granda y tantos más, fue calando en el espíritu de muchos peruanos de la costa que se emocionan (nos emocionamos) con un vibrar que nos ata al Perú dondequiera que estemos. «Todos vuelven a la tierra en que nacieron, / al influjo incomparable de su sol, / Todos vuelven al rincón donde salieron / Donde acaso floreció más de un amor…», decía César Miró en su nostálgico vals de los años 1930 «Todos vuelven», un himno a la migración interna y externa, interpretado magistralmente por Los Chalanes, Jesús Vásquez y hasta Rubén Blades, que lo salsea.
Por eso, seamos costeños, serranos o amazónicos, siempre es bueno volver a nuestras raíces y construirnos como un país de inclusión para dejar de ser ese país que descuartiza al prójimo con taras racistas. La música nos lleva a nuestras raíces y ellas son la esencia de nuestra cultura: lo mestizo que somos se debe a lo indígena, lo africano, lo asiático y lo europeo. Sigamos siendo orgullosos de nuestras raíces, reivindiquemos nuestro presente y sigamos buscando una nación equitativa y justa. Para eso, cantemos con Luis Abanto Morales, «cholos somos, y no nos compadezcan»: siempre orgullosos y solidarios de todas las formas de ser peruanos.