Hablando huevadas

“Por su parte, la presidenta Dina Boluarte declaró que “el Tren de Aragua está prácticamente desbaratado”. Estas declaraciones (…) son un claro ejemplo de "hablando huevadas" en la política. Hablar sin decir nada es una estrategia que permite a los políticos mantenerse en el poder sin rendir cuentas”.

[La columna deca(n)dente] En el país, la expresión coloquial «hablando huevadas» se utiliza para describir la práctica de decir tonterías, mentiras o cosas sin sentido. En el contexto político, esta expresión adquiere una connotación crítica, refiriéndose a discursos o declaraciones de políticos y autoridades que son percibidos como vacíos, engañosos o carente de fundamento. Es una forma de señalar la falta de sinceridad o la manipulación de la información por parte de figuras públicas, sugiriendo que lo que se dice no es creíble ni tiene valor real.

Los discursos políticos en Perú, al igual que en muchos otros países, están a menudo plagados de expresiones sin sentido, promesas vacías y frases hechas que buscan tranquilizar a la ciudadanía sin comprometer realmente a nadie. ¿Cuántas veces hemos escuchado a un funcionario asegurar que «se están tomando las medidas necesarias» o que «el pueblo es su prioridad», mientras los problemas persisten o incluso empeoran? Este tipo de retórica es, lamentablemente, el pan de cada día en nuestro país.

Por ejemplo, en medio del auge de la extorsión, el sicariato y los asaltos, el Ministro del Ambiente, Juan Carlos Castro, afirmó que «los que viven en mi condominio perciben que salen más tranquilos a la calle». Por su parte, la presidenta Dina Boluarte declaró que “el Tren de Aragua está prácticamente desbaratado”. Estas declaraciones, que parecen desconectadas de la realidad que viven muchos ciudadanos y ciudadanas, son un claro ejemplo de «hablando huevadas» en la política. Hablar sin decir nada es una estrategia que permite a los políticos mantenerse en el poder sin rendir cuentas.

El «hablando huevadas» político puede manifestarse de varias maneras. Está el discurso salamero o sobón, como el del Ministro de Cultura, Fabricio Valencia, quien sostuvo que “en 14 mil años de presencia de la especie humana en esta parte del mundo, es la primera vez que una dama dirige el destino de los peruanos», o cuando la presidenta Boluarte afirmó que tenemos “un excelente Ministro del Interior” refiriéndose a Juan José Santivañez. También encontramos la retórica cínica, como la afirmación del Congresista de Renovación Popular, Alejandro Muñante, quien justificó su voto a favor de la eliminación de la detención preliminar diciendo que “mi error fue no leer las letras pequeñas”.

Además, está la retórica emocional, donde se apela a la unidad sin ofrecer soluciones concretas. “Nos corresponde a todos promover el diálogo y la unidad para consolidar el crecimiento económico del Perú”, declaró la presidenta al inicio del año. ¿Cuántas veces hemos escuchado «el Perú primero» o «vamos a salir adelante» mientras la corrupción sigue campante?

En tiempos de crisis, esta forma de comunicación se multiplica. Los políticos no hablan para resolver problemas, sino para evitar que la población exija soluciones. Un ejemplo claro es la declaración del Alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, quien afirmó: “estoy buscando la verdad de cómo se le ha robado al pueblo peruano los fondos que eran para ayuda social. Por ejemplo, Manuela Ramos, un caso concreto, le roba al pueblo más de 1 millón de dólares de los 1.4 millones que recibió”.

El problema no es solo de los políticos. Los ciudadanos también nos hemos acostumbrado a aceptar estas frases sin exigir contenido. Nos conformamos con discursos huecos y seguimos votando por quienes dominan este idioma de la evasión. ¿Cuántas veces hemos escuchado «esta vez será diferente» o «el cambio ya empezó» solo para encontrarnos con más de lo mismo?

A fin de cuentas, si la política sigue siendo un espacio donde se premia el «hablando huevadas», la democracia seguirá siendo un espectáculo vacío. Los ciudadanos, cansados de esta retórica, exigen más transparencia y responsabilidad de sus líderes, políticos y autoridades. Es hora de que los discursos políticos sean más que simples «huevadas» y reflejen un compromiso genuino con la solución de los problemas reales del país. Es hora de dejar de premiar a quienes solo saben decir “huevadas”.

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