Ha hecho bien el PPC en suspender la militancia y cancelar la precandidatura de Fernando Cillóniz luego de conocerse que el mencionado era director de las empresas vinculadas a Novonor, el nuevo nombre de la corrupta Odebrecht, en el controvertido proyecto Olmos.
Luego de ello, el propio Cillóniz, quien es un hombre honesto, renunció a seguir haciendo política ratificando que, según su criterio, la empresa se había reinventado y hoy funcionaba con criterios de gobernanza radicalmente distintos y supervisados.
El problema es que en política, y más ahora en el Perú plagado de corrupción que hoy vemos, donde pululan los medianos empresarios corruptos que han reemplazado a las brasileñas y al Club de la Construcción, es menester actuar con inmaculada pulcritud.
Eso se espera no solo del PPC sino de cualquier partido que quiera aspirar a gobernar el país del 2026 en adelante, que haga una purga radical de sus candidatos, que no haya en sus listas prontuariados, abusadores, violadores, denunciados por corrupción, etc. El país va a ver con buenos ojos un partido limpio de toda sospecha capaz de tomar decisiones radicales a la mínima suspicacia o mancha.
La derecha tiene varios desafíos. Ir en alianzas es fundamental, aunque la experiencia indica que la fortuna electoral no le ha solido sonreír a pactos de ese tipo (que yo recuerde solo el APRA-SODE funcionó en 1985). Segundo, establecer un plan de gobierno detallado en aspectos claves, como el de la inseguridad ciudadana. Y tercero, presentar listas impolutas.
Esos tres requisitos son esenciales si se quiere aspirar en serio a competir contra los extremos populistas que desde la izquierda y la derecha quieren cosechar de la desazón ciudadana. Hay espacio para opciones moderadas, democráticas y pluralistas, pero tienen que hacer una tarea especial que los antisistema no están obligados a cumplir porque cosechan de territorios ciudadanosa los que esos aspectos no les interesan.