Mientras la derecha siga restringiendo su narrativa a la defensa del modelo económico, no tendrá ningún porvenir electoral auspicioso. Es cierto que la dinámica de la inversión privada debe recuperarse a los niveles de los 90 y la primera década del siglo XX, pero esa promesa debe ser bandera primordial de los gremios empresariales.
Los políticos de derecha deben romper los moldes tradicionales bajo los cuales se han movido regularmente en el país. Al respecto, me atrevería a señalar cuatro ejes básicos de políticas estatales que la derecha debería incorporar a su arsenal ideológico y político: salud y educación públicas, lucha contra la inseguridad ciudadana y reforma del proceso de regionalización.
Si los gobernantes de la transición post Fujimori hubieran hecho su tarea en esos aspectos y hoy el Perú tuviese una salud de primer orden, educación pública de alta calidad, seguridad en las calles y una descentralización operativa y eficaz, el país sería otro, viable y con la ciudadanía básicamente satisfecha con el statu quo.
No fue así. Los gobernantes de la transición descuidaron por completo esas labores y dejaron al país inerme frente a la pandemia, lo que generó un malestar ciudadano tan gigantesco que luego fue la causa de la llegada de un improvisado a la presidencia, como fue Pedro Castillo. Esta vez, el malestar que ocasiona la pésima gestión pública de Dina Boluarte es igual o mayor al que existía el 2021 y augura por ello -lo diremos hasta el hartazgo- la aparición de figuras antisistema.
Escuchar a un candidato de derecha hablar de estos temas sería inédito, inusual, rupturista, y le arrebataría a la izquierda el monopolio del manejo estatal, bajo criterios más modernos y eficientes, seguramente. Ya de por sí sorprende que en el tema de la inseguridad ciudadana, no haya un solo candidato de la derecha -en un tema que propicio para ella, además- salir a plantearle al país una solución cabal al problema (solo Antauro Humala y Carlos Álvarez se pronuncian regularmente sobre el tema).
La derecha se va a tener que esmerar por encima de lo habitual si quiere asomarse a la justa electoral del 2026 con posibilidades reales de disputarle al fujimorismo y a la izquierda radical el protagonismo que de antemano, ambos sectores ya tienen asegurado. Propuestas de reforma del Estado pueden ser un caballito de batalla capaz de refrescar el discurso habitual de las derechas