Renzo Pariasca

Retorno de negro

"Ahora estás solo y te das cuenta ante la orfandad de las almas que alrededor poco o nada entienden de compasión. Muchas veces pensé que lo más penoso de la ausencia de alguien es no volver a ver a la persona. Pero ahora entiendo, que no necesariamente es así, sino que muchas veces superior a ese dolor, es tener a la persona al lado y brillar con tanto fulgor y esmero su ausencia hacia ti."

Esta Casita de Cartón abre sus puertas, pasado casi un mes desde que escribió su última columna en la cual dedicó al siempre y eterno periodista desde las sombras, Víctor Patiño, más conocido en la población como el ‘Búho’. Aún no asimilo su pérdida, probablemente nunca lo haga, sino que uno aprende o trata de aprender a sobrevivir con ese dolor y ausencia indescriptible. En la metáfora cotidiana de ‘la silla vacía en la mesa’. Y en mi caso, la persona que nos daba alegría a esta ‘tenebrosa tiendita’, como le llamaba, ‘la tiendita del horror’, se me fue. Con su imponente personalidad, carisma y locura que amenguaba las caras largas y taciturnas que parece velar siempre en esta familia, incluido en mí, por desgracia. Las calles donde ya no se recorren hablando sobre tantos aconteceres y acontecimientos de la historia y de la vida y las músicas que le daban las campanadas al viento, pasando por distintas décadas y géneros, el soundtrack del alma que uno siempre llevará ahora en silencio. 

Ahora estás solo, te das cuenta ante la orfandad de las almas que alrededor poco o nada entienden de compasión o empatía. Muchas veces pensé que lo más penoso de la ausencia de alguien es no volver a ver a la persona, pero no necesariamente es así, sino lo que muchas veces es superior a ese dolor, es tener a la persona al lado y brillar con tanto fulgor y esmero su ausencia hacia ti. Un muerto en vida, y qué penoso es serlo. Y lo digo yo, que también me estoy convirtiendo en eso. Una triste sombra que lo único que tiene es esto, su escritura, lastimosamente en tiempos de ágrafos y videntes, en tiempos de tik toks, que manejan y encauzan sus emociones y paradigmas desde sus vientres… Y dejando de lado el ideario romántico cristiano, no sé si estará en el cielo y me volveré a ver con él. Yo simplemente, siempre lo llevo en el presente y lo menciono cuando requieren saber quién soy, porque lo que soy es en gran parte por él, porque para mí fue la luna que siempre iluminó el camino del maestro y padre. Lo llevaré hasta el último día, hasta me toque llegar al silencio eterno.

Lo cierto que la columna tomará otro sendero. Por ejemplo, hasta en el común y cotidiano. Como un blog que sería en antaño, pero siempre añadiendo el arte y las vivencias reales. Muchas veces me han dicho que siempre tengo buena suerte con las mujeres en las victorias silenciosas que otorgan o que he tenido vivencias extraordinarias, como si fuera una película andante. Además de ideas que terminan en el ‘por qué’, dejando la del estribo. Y más allá del floro barato, que sería decir: es por mi labia o el hecho de comprar sentimientos efímeros con dinero, en realidad todo ha sido por la lectura, el acto descarriado de leer. Porque así como muchas veces vivo, otras veces la vida se me va entre libros o con lo que escribo. No soy un ratón de biblioteca, me gusta vivir hasta el último sudor, gramo o centímetro del límite y creo que muchos de ustedes lo saben, bueno, aquellos que han visto que no es mito sino realidad. Y es que creo más en las personas que mueren en su ley, en su leyenda, que en aquellos que crean su novela de vida, con el ‘éxito’ que la sociedad les vende como moneda corriente. Y todo esto lo he hecho para antes de irme a cantar las mañanitas con el de abajo decirle: ‘Confieso que he vivido’. Y tengo la seguridad que sí, con todo lo que he pasado y he vivido, tengo la plena certeza que es así. Y ahora solo dejo a los puntos suspensivos que se cansen y me den el último punto, el del final. Así que la columna toma una nota más personal, más íntima y sincera. Martín Adán, el poeta del cual me tomé la licencia en honor a su monumental obra, ‘La casa de Cartón’, para el título de esta columna, alguna vez escribió en una misiva que lo desnuda: ‘Si quieres saber de mi vida, vete a mirar al Mar’. 

Esta Casita de Cartón, cierra sus puertas en este caso diciendo que si quieren saber quién soy y quién fui, lean estas sinceras hojas que he decidido que solo salga una o dos veces al mes. Que la vida les sea grata y les acompañe amantes de la noche, el vino, el arte y las victorias silenciosas.

Tags:

el buho, La casa de cartón, Martín Adán, Víctor Patiño

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