Imagínese una entidad financiera dedicada a la educación, plena de recursos; una institución independiente del gobierno de turno y de los partidos políticos, libre de clientelismo, que financie (previa evaluación de su viabilidad) proyectos de innovación en diferentes rubros del campo educativo, destinados a cerrar las distintas brechas que hoy presentan nuestras escuelas. Imagine qué cosas podrían lograrse en, digamos, 15 años de trabajar con esta modalidad.
Pocos lo saben, pero, al menos en términos legales, esta entidad existe: es el Fondo de Desarrollo de la Educación Peruana (FONDEP) creado por ley del año 2006. Actualmente se usa muy limitadamente y se explota una mínima fracción de todo el potencial que tiene. Aquí les cuento la historia por si alguna autoridad educativa se entera y lo activa.
Pero antes, ¿qué cosa es un “fondo”, en la jerga del Estado? Cuando nos hablan de fondos normalmente los ciudadanos de a pie pensamos inmediatamente en dinero contante y sonante, pero para el Estado un fondo no es simplemente dinero, plata, chivilines, etc. Un fondo es una especie de “bolsillo” en el que el Estado (mediante un Ministerio o entidad de ese nivel) guarda recursos que tienen un objetivo específico, y cuya primera peculiaridad es que -a diferencia del resto del presupuesto público- no se devuelve a fin de año al tesoro, sino que se acumula e invierte.
El MEF es el responsable del manejo de los aproximadamente 50 fondos con que cuenta el Estado Peruano. Uno solo de ellos corresponde al Sector Educación, el mencionado FONDEP. El FONDEP fue una iniciativa de la entonces representante Gloria Helfer, en acuerdo con Mercedes Cabanillas del Apra y el Ministro Javier Sota, del gobierno de ese entonces, para financiar los proyectos innovadores que diseñaran los maestros del país para sus escuelas.
Esta idea inicial fue llevada al MEF para que le diera forma y no “chocar” con la caja del Estado; y ahí ocurrió un milagro: la iniciativa no se bloqueó, sino que fue mejorada. Un/a genio anónimo (dicho sin la menor ironía) pensó que la mejor forma de hacer esto era crear un fondo, como los que tenían otros sectores, por ejemplo, para extender la electricidad, los servicios de agua y desagüe, o la conectividad, pero en este caso para financiar actividades educativas, algo que, increíblemente, no existía en nuestro país. Y así, en esos términos, con una ley muy amplia en que se incluye todo tipo de actividades educativas, el Congreso aprobó el FONDEP por consenso; todo el Congreso votó a favor, hace tres lustros.
Pero ¿qué pasó después? ¿por qué nadie (o casi) ha sabido de esta maravilla? Y, sobre todo, ¿por qué nuestra educación no se benefició del fondo creado hace 15 años? Hay varias características que estos fondos (en general, no solo el FONDEP) deben tener para funcionar bien, que sería un poco largo enumerar, pero en primer lugar está contar con una fuente de recursos asegurada en su marco legal (o en la Ley del Presupuesto del año correspondiente) que el FONDEP no tiene, es un fondo que nació sin plata.
Pero además había poca comprensión de lo que un fondo podía hacer por la educación. Sus primeros directivos, interesados como estaban en el objetivo inicial de financiar innovaciones de los docentes, se pusieron a buscar plata en otras fuentes, por ejemplo, la cooperación internacional; y con esos recursos limitados, pasaron a ser ejecutores directos de pequeñas actividades en lugar de convertirse en la fuerte entidad financiera que podría haber sido.
Por lo mismo, el Fondo nunca funcionó como tal, y entre capacitaciones y pequeños concursos para maestros, su cartera de actividades se parece actualmente a la de una ONG, con la diferencia de que su gasto corriente lo pagamos los contribuyentes.
Una acción inmediata a favor de la educación peruana sería la recuperación de la función que su ley de creación le daba al FONDEP, profesionalizándolo para este objetivo, dándole un directorio de amplio espectro, dejándole la implementación de las innovaciones a las distintas direcciones del ministerio y también a entidades como los gobiernos regionales y otros actores, o combinarlas con operaciones de obras por impuestos, solo el cielo y nuestra imaginación les ponen límites a las posibilidades.
Y respecto a la plata para este fondo, anualmente una parte importante de los recursos de inversión en educación no llegan a ejecutarse y se devuelven, o se asignan muy tarde a alguna entidad regional para que figuren como ejecutados; ¿por qué no usarlos parcial o totalmente en un esquema de trabajo como el que hemos descrito aquí? Es como tener un tractor en el garaje por falta de gasolina, mientras desperdiciamos esta última.