DANIEL PARODI

carta notarial a la sátira política

"Con “Carlín” he visto pasar, con una sonrisa en la boca, periodos trágicos de la historia del Perú"

“Santa Cruz propicio

Trae cadena aciaga

El bravo peruano

Humille la frente;

Que triunfe insolente

El gran Ciudadano.

Nuestro cuello oprima

Feroz el verdugo.

Cuzco besa el yugo

Humíllate Lima.

Así nos conviene.

Torrón, ton, ton, ton!

Que viene, que viene

El Cholo jetón!”

(Manuel A. Segura)

Corría el año 1836 y el dramaturgo Manuel Asencio Segura luchaba en el ejército del general limeño Felipe Salaverry quien finalmente fue derrotado en 1836 por las fuerzas del General boliviano Andrés de Santa Cruz. Tras la derrota, Segura siguió el combate con lo que tenía a mano: su pluma. Con ella escribió los versos del epígrafe de esta nota y muchos otros más en contra del fundador de la Confederación Perú-Boliviana. 

Los versos de Segura son explícitos en menciones clasistas y racistas que eran comunes en las élites blancas de entonces y parodian al líder confederado que se atrevía de manera insolente a invadir el Perú, cosa a la que un Cholo jetón no debía aspirar en una sociedad que todavía se miraba a sí misma conforme a castas raciales y títulos nobiliarios. A ese nivel, la sombra del régimen hispano se ceñía aún sobre el Perú. Sin embargo, lo que quiero resaltar es el desparpajo y la explícita mofa que el poema satírico de Segura lanza contra el caudillo boliviano que, por ese entonces , imponía con mano de hierro su autoridad en el Perú. 

No sólo las sátiras en prosa o verso, también las caricaturas que denuncian los vicios políticos de nuestra sociedad nos han acompañado desde que nos fundamos como república. La nula capacidad de autocrítica de nuestra clase política e instituciones para denunciar y menos aún corregir sus propios vicios, fue suplida por las armas del humor con las que avezados periodistas y creativos dibujantes dispararon sin piedad ráfagas de poemas y caricaturas contra quienes tenían en sus manos la administración del Estado y los destinos del país.   

 

Por ejemplo, a mediados del siglo XIX, el litógrafo francés León Williez representó la sangría del erario público durante el gobierno de José Rufino Echenique. En su imaginativa obra titulada ¡Qué mamada!  un soldado intenta infructuosamente evitar que este insaciable caudillo militar ordeñe las arcas del Estado, simbolizadas en una famélica vaca. 

En 1905, el periodista y dramaturgo Leonidas Yerovi fundó el pasquín satírico Monos y Monadas, que continuó su nieto Nicolás setenta años después. Como es obvio, los estilos de uno y otro varían harto por las décadas que los separan, pero la sátira política es un elemento común en ambas, destacándose las caricaturas que ridiculizan o denuncian malas prácticas de los políticos o malas costumbres de la sociedad. 

No quería dejar pasar un personaje que marcó mi pubertad. Me refiero a Luis Felipe Angell, Sofocleto, quien, a inicios de 1980 -cuando el general Francisco Morales Bermúdez aún regía los destinos del país- publicó un diario de sátira política titulado Don Sofo, hipercrítico de la desfalleciente dictadura militar. El número más esperado era el del lunes, pues en este aparecía “El huevón de la semana”, “condecoración” otorgada a algún político que había suscitado recientes controversias. Héctor Cornejo Chávez, Luis Bedoya Reyes, Armando Villanueva del Campo, Fernando Belaúnde Terry y hasta el propio dictador en ejercicio llegaron a ostentar esta bizarra distinción. 

Y bueno, todo esto para llegar al gran Carlos Tovar, “Carlín”. Con “Carlín” he visto pasar, con una sonrisa en la boca, periodos trágicos de la historia del Perú. Su historieta que más me hizo reír fue una dedicada al querido y recordado conductor televiso Pablo de Madalengoitia. 

La acción se desarrolla en apenas cinco imágenes. En la primera, Madalengoitia lee una noticia pero no se le alcanza a entender por encontrarse con algunas copas de más. En la segunda, observa atónito a la cámara pues se da cuenta de que ha dicho cualquier cosa. En la tercera lo intenta de nuevo pero fracasa estrepitosamente; en la cuarta, boquiabierto, constata su reiterado traspié. Finalmente, en la quinta, acierta con el texto y lee el titular con una sonrisa entre eufórica y triunfal. 

En su época de protesta, un verso de Piero, el cantautor argentino, retrata a un coronel decretando la prohibición de la esperanza. Sin negar la importante función que cumplen las fuerzas armadas y policiales en la sociedad, está claro que la esperanza no se puede prohibir*, así como tampoco se puede prohibir el humor, la sátira, la libertad de ser sarcástico con la realidad, con la de uno mismo,  con la de los demás.

En estos días no hay que pertenecer a una institución castrense para proferir exabruptos autoritarios, como la inopinada carta notarial que la PNP le ha enviado a “Carlín”. Estamos en tiempos de corrección política y de prohibición, de censura, de cancelación y de destrucción del contrario. Ya no se trata del color político, de la posición político-ideológica, ni se necesitan cartas notariales. Para apagar una voz bastan y sobran las redes sociales. Al final de cuentas, todos proceden igual en tiempos en que los valores democráticos y los derechos fundamentales no son más que una ilusión. Para recuperarlos requerimos a nuestros grandes caricaturistas. 

La defensa de la sátira política y de Carlos Tovar “Carlín” nos recuerdan el sagrado valor de la libertad humana, tan colmada de humor y de espontaneidad como lo estamos nosotros mismos. Si la seguimos limitando ¿qué nos quitarán mañana? ¿el derecho a reír? ¿a ser felices? ¿o el de morir en el intento? 

*En 1976, la dictadura militar argentina encabezada por el general Jorge Rafael Videla prohibió la canción titulada “Zamba de la Esperanza”, que popularizó el recordado cantante folklórico argentino Jorge Cafrune. La mención a la esperanza en el verso de Piero puede referir esta prohibición, pero se le suele interpretar tanto en su relación con el evento específico, como de manera más amplia, entendiéndose a la esperanza como un valor humano. 

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