DANIEL PARODI

El nacimiento de Agustín Laje

“En este nuevo y aterrorizado mundo surgen personajes como Agustín Laje como una natural antinomia. Y no solo él, sino también Georgia Meloni, Javier Milei y Nayib Bukele”

En un espacio de los muchos que existen en las redes sociales, un cibernauta despistado cometió un pecado capital: colgó un vídeo en el que Agustín Laje explica lo “woke”. Yo ya sabía lo que se venía, aunque el espacio que refiero es diverso, el unánime rechazo hacia el máximo representante del neoconservadurismo acababa de quebrarse, así, sin más, como quien no quiere la cosa, como un transeúnte que atraviesa sin saberlo una manifestación que enfrenta a un grupo pro-aborto con otro pro-vida. A Laje le he escuchado decir cosas terribles sobre la mujer y sobre los homosexuales, también a Nicolás Márquez con quien publicó un libro que se puso muy de moda hace diez o quince años. 

Yo viví en España al amanecer de este siglo y recuerdo que en la capacitación de un trabajo nos advertían que no podíamos discriminar bajo ningún concepto a las parejas gay, que eso estaba legislado, que existía el delito de discriminación sexual. Me pareció estupendo y pensé cuándo sucederá lo mismo en el Perú donde la discriminación a las personas LGTBI+ y a las mujeres era casi irrefrenable y los avances en la paridad casi imperceptibles.

Pero justo por esos años los movimientos de reivindicación feminista, LGTBI+ y de la lucha contra la discriminación sociocultural iniciaron un profundo proceso de radicalización incubado los años o décadas anteriores. En esta ocasión no voy a detenerme en teorías, voy a señalar sencillamente los métodos y las propuestas más radicales. 

En el primer lugar de la ignominia del progresismo del siglo XXI se empoderó la cultura de la cancelación que nació en las universidades de los Estados Unidos. El motivo podía ser justo pero no siempre el fin justifica los medios. Cayó, al principio, la primera línea de contumaces abusadores sexuales que habían aprovechado sus posiciones de poder para perpetrar todo tipo de tropelías contra mujeres que tenían que someterse a sus deseos más perversos si aspiraban a lograr algo en la vida, inclusive en Hollywood. 

Pero el éxito de la punición pública, mediática y redial, y de la condena a la muerte social a estos deplorables personajes empoderó diversos movimientos y colectivos. A su turno,  los objetivos comenzaron a traspasar largamente la otrora preciada e indiscutible utopía de la igualdad. Entonces, en los planos feminista, LGTBI+ y de las luchas socioculturales se impuso la revancha, la vendetta histórica y, principalmente, la conciencia de que la igualdad era una obsoleta muñeca del pasado: ahora se trataba del poder. 

Por eso, la segunda línea que cayó con la cancelación no era necesariamente responsable de los crímenes que se le imputaba, pero eso no importaba, lo que importaba era que lo pareciese. Se trataba de generar la impresión de vivir en un mundo execrable donde todo hombre constituía un sujeto patriarcal, un abusador latente que podía atacar en cualquier momento. Así se impuso una cultura de la paranoia y de la sospecha, principalmente en la esfera académica.

Es en este nuevo y aterrorizado mundo que surgen personajes como Agustín Laje como una natural antinomia. Y también ante el gigantesco forado académico dejado por una intelectualidad demasiado temerosa de enfrentar un escrache y atreverse a pensar por sí misma nuevamente. Al final, no se distingue al que milita creyentemente del que se alinea por conveniencia. No hay contrapeso sensato, no hay una nueva filosofía del punto medio, aunque este resulte imposible de encontrar.

Y luego no solo está Laje. También están Georgia Meloni, Javier Milei y Nayib Bukele. Y de esta manera se configuró un planeta novedoso pero conflictuado que enfrenta a extremismos radicales y en el que el reciente triunfo de Donald Trump le otorga varios cuerpos de ventaja a los conservadores en esta guerra hegemónica -que cuentan con no pocos neofascistas en sus filas- sobre los progresistas. Y entre gritos y recíprocras recriminaciones estamos a punto de comenzar una Tercera Guerra Mundial por lo de Ucrania: ¡bravo! el mundo sigue siendo tan imbécil como siempre. 

Vuelvo a mi red social, anochece, el torbellino producido por la mención a Laje se diluye. Finalmente se leen unas líneas que cierran “salomónicamente” el debate: “Creo, que ya es hora de pensar políticamente como se debe, ¿no crees?” Y entonces volvió la calma y súbitamente recuperamos el consenso. 

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